MÚSICA

El 'free jazz', una mirada sin horizonte

  • San Sebastián acoge hoy la actuación del pianista y compositor Muhal Richard Abrams, fundador en 1962 de un colectivo cultural que hizo suya la banda sonora de los convulsos años 60

Al tiempo que un helicóptero Huey estadounidense era abatido en Vietnam en 1963, Martin Luther King emprendía una marcha sobre Washington por la igualdad y la libertad junto a más de 200.000 afroamericanos, rematada con su famoso 'I have a dream'. Igualmente, mientras medio millón de jóvenes se reunían en Woodstock para celebrar tres jornadas de música y paz, miembros del Ku Klux Klan mataban a cuatro niños de raza negra al explosionar una iglesia en Alabama. Y también, paralelamente, intelectuales de todas las disciplinas buscaban respuestas en otras culturas y religiones, siendo el islamismo una de las opciones más secundadas, caso del poeta y escritor Amiri Baraka, uno de los pensadores más agitados y agitadores en este tiempo que reivindicó lo negro por encima de cualquier otro color ideológico.

El mundo en los años 60 se movió entre proclamas hippies, gritos de 'love & peace', 'haz el amor y no la guerra' y flores en los fusiles, rebelándose contra injusticias y sinrazones que atentaban contra cualquier sentido humanitario y democrático. Sin embargo, la convulsa década también entendió su tiempo de manera caprichosa, viendo cómo salvaguardas de la libertad y la igualdad eran asesinados (Malcolm X, Luther King, John F. Kennedy) o encarcelados (Mandela). La cultura, fiel reflejo de nuestro caminar, no fue ajena a todos estos acontecimientos, sumándose a unas reivindicaciones que llegaron desde todas las trincheras artísticas, desde el cine y el teatro, a la pintura, la literatura o la música.

Con respecto a esta última, y exceptuando el auge masivo y algo hedonista del rock, sin duda una de las músicas que mejor definieron esta época fue el jazz y, en concreto, el free jazz, un estilo que conectaba la música libre e improvisada con el sentir de la calle. Hoy el Heineken Jazzaldia de San Sebastián acoge la presencia de uno de los instigadores de aquel latido jazzístico: el pianista y compositor Muhal Richard Abrams (Chicago, 1930), en la que será la primera y única actuación en nuestro país y el continente europeo (o al menos hasta donde la memoria nos alcanza).

Ornette Coleman en Holanda, julio de 1983

Ornette Coleman en Holanda, julio de 1983

Fundador en 1962 y primer presidente de la 'Association for the Advancement of Creative Musicians' (A.A.C.M.) de Chicago, la Asociación para el Avance de los Músicos Creativos, su visita servirá para retomar algunas de las consignas musicales y sociales que en su día reivindicara junto a los miembros del Art Ensemble of Chicago y jazzistas guerrilleros como Anthony Braxton, Henry Threadgill, Wadada Leo Smith y otros muchos más.

La incidencia de este colectivo en la gestación y maduración del free jazz como nueva cultura musical y hegemónica durante los años 60 tuvo su eco en la siguiente década, cuando, por ejemplo, los principales rankings internacionales del jazz, como los que realizaba la revista Down Beat, eran ocupados en sus primeras posiciones por todos sus intérpretes y creadores asociados. Hoy en día el ideario de la AACM sigue siendo referente ineludible para los creadores más urgentes e inquietos, aquellos que se salen de los caminos oficiales y empedrados para adentrarse a la aventura del hallazgo de nuevas rutas expresivas e inhóspitas.

Muhal Richard Abrams ha asistido más o menos en silencio a la evolución del jazz en estos últimos años, siendo como es uno de los pilares más sólidos del género. Su obra fue más valorada a nivel compositor que instrumental ya desde su primer grupo, llamado reveladoramente Experimental Band, aunque luciera una técnica portentosa para salir airoso de mil frentes artísticos y toda suerte de formaciones, desde el piano solo a la orquesta.

Galardonado en 1990 con el Nobel del jazz, el JazzPar Prize, esta leyenda de la improvisación jazzística ha venido defendiendo con mismo el compromiso y tesón sus postulados musicales desde instituciones como el Consejo de las Artes de Nueva York o la Organización Nacional del Jazz. Y todavía hoy álbumes como 'Levels and Degrees of Light', 'Sightsong', 'Rejoicing with the Light', 'The Hearinga Suite', 'Blu Blu Blu' o el más reciente 'SoulDance'. Muchos fueron títulos de cabecera para los amantes del género, bajo ese catálogo discográfico visionario que fue Black Saint.

El conjunto 'Art Ensemble of Chicago'

El conjunto 'Art Ensemble of Chicago'

Desde el punto de vista musical, el jazz libre se instaló en los espacios abiertos de la atonalidad, disolviendo toda simetría rítmica y melódica e incrementando la temperatura expresiva y emocional. La primera vez que las palabras 'free jazz' se visualizaron en negro sobre blanco fue en 1960, con motivo del lanzamiento del disco homónimo publicado por Ornette Coleman. Para los jazzistas no había ninguna frontera estilística, todas las culturas musicales les eran válidas, desde Oriente hasta Occidente, desde el silencio hasta el ruido. Esta concepción universal de la música sería después la máxima fundamentación de la llamada "fusión", predominante en la siguiente década. El baterista inglés Tony Oxley resumía a la perfección este pensamiento en una de sus colaboraciones para la revista de vanguardia Microphone: "Mi actividad más importante es la ampliación de mi vocabulario".

Durante los años 50, el jazz había asimilado todas las evoluciones que había experimentado desde sus orígenes, citándose, en un mismo tiempo y en un mismo lugar, la música tradicional y callejera de Nueva Orleans, el swing, el bebop o el cool jazz.

El género parecía haber encontrado un tope imaginario que impidiera cualquier otro avance, dada la alta concentración de sentidos jazzísticos convocados en los distintos discursos. Pero los músicos más inquietos y aventureros se negaron radicalmente a esta actitud contemplativa y aburguesada del jazz, arrojándose a la creación más pura, aquella que no tiene nombre ni apellidos, presente ni pasado. Es por ello que el free jazz naciera asociado intrínsecamente a la cultura de la vanguardia y, por supuesto, a esa necesidad de ir a contracorriente, de desafiar lo políticamente correcto y de reivindicarse frente a las injusticias que caló en la sociedad estadounidense en los 60.

El jazz libre fue una respuesta contundente a los modos jazzísticos academizados en fórmulas y estereotipos previsibles, con una vida exigua y limitada, por no decir muerta. Esta nueva generación de jazzistas recuperó la verdadera esencia del jazz, una música creativa en estado permanente. El jazz volvía a echar mano del juego de la improvisación, con fraseos salvajes e impulsivos que se complementaban y superponían.

El pianista y percusionista Cecil Taylor

El pianista y percusionista Cecil Taylor

Buena parte de estos jazzistas se valieron de los espacios atonales, algo que ya habían apuntado el pianista George Russell y el contrabajista Charles Mingus. Y aunque pudiera resultar paradójico, esta libertad tonal encuentra una gran tradición en la música negroamericana, ya que buena parte de las formas previas al jazz -las 'work songs', los 'field hollers', las canciones carcelarias, los blues arcaicos, etc.- eran atonales (hay que recordar que sus músicos y cantantes no conocían la armonía ni la tonalidad europeas).

Esta singularidad determinó grandes diferencias entre la vanguardia norteamericana y la europea. Mientras músicos como Ornette Coleman, Archie Shepp, Pharoah Sanders o Albert Ayler practicaban una "atonalidad folclórica" (basada en las raíces negras y africanas del jazz más germinal), europeos como Schönberg, Webern o Berg definían su aliento vanguardista a través de una "atonalidad abstracta". Ello provocó el rechazo de los jazzistas estadounidenses hacia las formas musicales "blancas" y un distanciamiento social, político y cultural hacia todo lo europeo.

El escritor y crítico musical Amiri Baraka

El escritor y crítico musical Amiri Baraka

Paralelamente, surgieron voces universales invocando al "poder negro, la 'great black music', desde la premio Nobel Toni Morrison al jazzista más planetario del género, Miles Davis. Lógicamente el conflicto se acentuó con la fundación del Partido Pantera Negra (Las Panteras Negras), con los activistas Huey P. Newton y Bobby Seale a la cabeza e impulsando proclamas que acabaron orilladas a la violencia y perseguidas por el FBIse.

El eco de la A.A.C.M tuvo justa réplica en Nueva York a través de la Asociación de la Orquesta de Compositores de Jazz (J.C.O.A.), en la que se incluían otros jazzistas avanzados como Cecil Taylor, Carla Bley, Don Cherry o Mike Mantler. Al tiempo, en Europa surgieron escuelas o cooperativas afines al espíritu del free jazz, encontrándonos con músicos innovadores como el alemán Peter Brotzmann, el noruego Jan Garbarek o el inglés Evan Parker. Todos ellos trabajaron sobre los idearios urgentes de la asociación creada por Muhal Richard Abrams y miembros activos del Art Ensemble of Chicago como Malachi Favors. Incluso, el jazz escenificado y teatralizado de los Lester Bowie, Joseph Jarman, Roscoe Mitchel y Don Moye sirvió de inspiración para el mundo del diseño, gracias al empleo de vestimentas poderosamente africanas y rostros pintados cual zulúes.

El free jazz supuso una explosión de creatividad cuyas consecuencias todavía siguen vigentes. Su repercusión entre el público y la crítica siempre ha sido minoritaria, pero su aportación a la cultura universal de la música ha sido y es decisiva. En realidad, frente al caos sonoro, muchas veces identificado como mero ruido, fue una apuesta musical que luego encontró justas prolongaciones a través de jazzistas de personalidad creativa afín, aunque con distinta respiración; desde la intensidad místico-religiosa de Coltrane a la sonoridad cósmica de Sun Ra, pasando por el revisionismo postbop de Sonny Rollins.

En los años 60 todo fue impar y negro, una década revolucionada y revolucionaria que hizo de la rebeldía una manifestación cultural cuyas consecuencias socio-políticas hoy siguen recordándose y mostrándose con la misma intensidad. Será que en algunas cosas nada ha cambiado.

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Muhal Richard Abrams en 1988 en Nueva York

Muhal Richard Abrams en 1988 en Nueva York CATHERINE MCGANN/GETTY IMAGES