versalles

Uno de los lugares que todo turista que va a París (y tiene un poco de tiempo) tiene que visitar es Versalles, la ciudad situada en las afueras de la capital gala y que fue el centro del país cuando los reyes vivían allí. Quien se acerque ahora se encontrará hordas de turistas, mapas explicativos que le dicen qué ver y a dónde ir y una de esas experiencias tan típicas asociadas a este tipo de espacios que es el verlo todo (o querer verlo todo) mientras se siguen indicaciones y más indicaciones, siguiendo el sentido de la visita.

Versalles era una especie de capital del melodrama, con todas esas historias de reyes, amantes y traiciones. Eso es un poco lo que esperas cuando vas a un sitio como ese y eso es uno de los puntos que se suelen emplear cuando se habla sobre el lugar. Una serie de televisión ha, de hecho, usado ese melodramático comienzo de la historia para crear todo el drama sobre el que giran los capítulos. La serie, uno de esos lanzamientos del año que suelen ocupar artículos y más artículos en los medios que hablan sobre series y televisión, no ha llegado sola y ha servido para lanzar más productos y para despertar la curiosidad.

A la serie la ha acompañado, de hecho, la novela. Espasa ha publicado Versalles. El sueño de un rey, la novela de Elizabeth Massie que funciona como una dramatización de la primera temporada de la serie. Nunca había leído una novela de este estilo, aunque no noté mucha diferencia con los best-sellers de novela histórica al uso (y no he visto la serie más allá del primer capítulo, así que tampoco puedo comparar de forma eficiente).

Para lo que la novela sirve (y de forma perfectamente adictiva para ser un libro que una se lleva a la playa o para tarde de lectura y sofá) es para adentrarnos en el complejo nacimiento del palacio. Versalles no era más que un simple pabellón de caza que Luis XIV, llevado por su ambición personal (y la necesidad de tener su propia plaza fuerte, tras haber tenido que escapar de palacio de niño) y por su ambición política (Versalles fue usado para neutralizar a la nobleza, como la novela cuenta bastante bien), decidió convertir en un palacio asombroso y gigantesco. El nacimiento del proyecto (y lo mucho que le costó al rey iniciarlo) es lo que cuenta la novela (aderezada con giros de trama de amores, traiciones y crímenes) y es lo que puede servir para adentrarse más allá en la historia del lugar y el impacto que tuvo en la vida cotidiana.

Porque Versalles no solo fue el símbolo del poder absolutista y el epicentro del poder real en Francia sino también, y curiosamente, el lugar en el que empezó la comodidad que tanto caracteriza a la vida moderna. Gracias a Versalles se inventaron el sofá, los modernos cuartos de baño y se acuñó la idea de que las casas tenían que ser cómodas y privadas (fue en este entorno donde empezó la idea de que uno tenía derecho a tener habitaciones privadas a las que nadie tenía porque entrar: hasta entonces todas las habitaciones de las casas eran lugares de paso, sin que hubiese una separación efectiva entre lo público y lo privado). Esto no se ve en la novela, cierto es, pero sí en un ensayo que funciona como una lectura fascinante, The Age of Comfort: When Paris Discovered Casual–and the Modern Home Began, de Joan DeJean.

En ese entorno, se empezó a ver al mueble como algo permanente (antes, cuando la corte cambiaba de palacio se llevaba sus muebles de un lugar a otro y no los dejaba en el lugar en el que estaba) y sobre todo algo que estaba llamado a hacer la vida más fácil para quienes vivían allí. De forma paralela, se empezó a dar más importancia a la higiene y a ver los baños como una experiencia y, sobre todo, como una experiencia positiva, como algo que ayudaba a ser más feliz y a estar más relajado, lo que hizo que empezasen a aparecer salas de baño lujosas y cómoda (y curiosamente todo esto llegará a un punto final a finales del siglo XVIII, cuando tras la Revolución Francesa se vea como una especie de capricho de ricos… volviendo a hacer que el baño se convirtiese en una cosa a nuevamente conquistar).

En esta conquista de la comodidad fueron las mujeres, además, quienes funcionaron como avanzadilla. Algunas de las amantes más populares de los reyes franceses, como fue el caso de Madame de Pompadour, no solo eran entusiastas de la decoración y de la búsqueda de la comodidad, sino que además eran auténticas influencers o trendsetters que marcaban lo que los demás querían tener y comprar. Desde ahí, la comodidad se expandió, haciendo que los acomodados franceses (sí, las clases obreras estaban lejos de preocuparse aún por ello) se entregasen también a la búsqueda de la misma.

Esta nueva preocupación por lo confortable no solo hizo que naciesen nuevos muebles (sí, resulta increíble pensar que el sofá no existía antes) sino también nuevas necesidades y preocupaciones (como el tener que tener más capacidad de agua que llegase a las ciudades), nuevos tipos de negocio (como empresas privadas de distribución de agua), nuevos trabajos (¡como decorador de interiores!), nuevas modas en ropa (con ropa más cómoda para estar por casa), nuevas costumbres (cambiaron por ejemplo cómo se sentaban) y hasta nuevas publicaciones (las guías de viaje incluían recomendaciones de qué casas ver para estar a la última en diseño de casas). El rincón de lectura nació también en esta época.

Y, aunque todo empezó en Versalles y en París, estos cambios tuvieron un efecto en el resto del mundo, ya que Versalles y el estilo de vida francés se convirtieron en algo que los demás querían copiar. El sofá, de hecho, se lanzó a la conquista del mundo.

Foto Fotograma de la serie