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Terror y olvido reinan en camposantos de Apure (I)

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“Ahí atracan, violan, fuman”; “Para acá no vienen ni el Día de los Muertos”, las frases son parte de los escalofriantes relatos de vecinos y deudos de San Fernando, capital de Apure, sobre los camposantos que ellos llaman los “cementerios del terror y del olvido”.

San Fernando. “De noche eso da terror, se escuchan gritos y uno ni se atreve a salir porque ahí atracan, violan, fuman y llamamos a la policía y no pasa nada, no viene nadie”. David Castillo llama el “camposanto del terror” al cementerio viejo en la avenida Miranda de San Fernando de Apure, diagonal a la alcaldía y clausurado hace 30 años.

Mira cómo está eso de enmontado. Lo tienen de basurero y en la noche es oscurísimo, pobre del que pase por el frente porque lo amenazan con cuchillo y lo atracan”, relata Castillo.

El hombre mayor, que lleva toda su vida viviendo a un costado del cementerio, se queja de que este es refugio de indigentes y maleantes que, según él, “se multiplican con la crisis del país”.

Al frente del camposanto también han estado toda su vida Vito Vinceslao y su familia, para quienes, además de la inseguridad, el lugar es fuente de insalubridad.

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El cementerio viejo de San Fernando es retrete, basurero y guarida de malandros en pleno casco central a 50 metros de la alcaldía.  Foto: Sulay García.

“Es basurero y excusado al mismo tiempo. De ahí salen malos olores, ratones, cucarachas y moscas de esas grandoootas. Y del monte, unos zancudootes y hasta culebras”, asevera.

De acuerdo con Vinceslao y Castillo, solo descansan del terror y la insalubridad el Día de los Santos y los Muertos, porque los familiares visitan a sus difuntos, limpian y la policía presta seguridad.

Y ni siquiera es toda la noche, solo mientras ponen velas y rezan. Cuando todo el mundo se va, acaban con velas, flores, hacen sus necesidades en las tumbas…”, describe Castillo.

Los robos en los negocios y viviendas perimetrales al cementerio de Jobalito —como le llamaban antes a la zona— también son recurrentes, asegura Vinceslao, que además preside la Cámara de Comercio apureña.

“Andan cazando a quien robar, los vehículos son violentados, los comerciantes tienen que pagar vigilancia nocturna adicional para poder cuidar sus negocios, es una zozobra”, precisa.

Vivir en las inmediaciones del camposanto se ha convertido en una tensión emocional constante. “Uno vive aquí todo el tiempo alerta y con el alma en un hilo”, sostiene Castillo.

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La basura dentro y fuera del cementerio Jobalito también es hábitat de zamuros Foto: Sulay García.
De obra arquitectónica a guarida de malandros

El cementerio de Jobalito era una obra arquitectónica de los siglos XIX y XX que contenía mausoleos artísticos, relata el historiador y cronista de San Fernando, Argenis Méndez Echenique.

“Ahí se podían observar obras de arte de increíble belleza, pero eso ya lo han destruido y profanado todo”, comenta Méndez, que también ofrece detalles en uno de sus escritos.

Era enrejado con verjas de hierro, monumental fachada principal y altos muros perimetrales. Una sólida base de ladrillos, unidos fuertemente con una mezcla real o cemento romano”.

El entonces presidente del estado Apure, Raimundo Fonseca, lo construyó en 1870, y es posible que esté sobre el cementerio original de la ciudad establecido por los fundadores en 1788, indica el cronista.

Este cementerio de cuatro hectáreas, el hospital y el palacio Fonsequero fueron las obras de mayor relevancia del presidente del estado, como llamaban antes al gobernador de hoy. Méndez escribe sobre el derribamiento de sus paredes en 1975.

“Las hermosas verjas de hierro forjado fueron sustituidas por una fea pared de bloques y cemento, atendiendo las apetencias particulares de las autoridades municipales de entonces, quienes no tenían conciencia del daño que le hacían al patrimonio histórico de la ciudad”.

Panteón Regional Apureño

Méndez Echenique es autor del proyecto Panteón Regional Apureño, que, desde hace 18 años, trata de rescatar este patrimonio histórico de la ciudad.

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Argenis Méndez Echenique, cronista de San Fernando, lamenta que las obras de arte en el camposanto se hayan destruido. Foto: Sulay García.

En el cementerio de Jobalito están enterrados Diego Eugenio Chacón, Clarisa Esté de Trejo, María Nicasia Gamarra, Ana Leonor Mayol, los hermanos Barbarito, Neife de Jaua, bisabuela del exministro Elías Jaua, entre otros insignes educadores, cultores, intelectuales y comerciantes de San Fernando de los siglos XIX y XX son epónimos de muchas escuelas, liceos y edificaciones significativas para la población apureña.

Es una emulación del Panteón Nacional y el Regional del Zulia, donde Méndez propone se alojen los restos cremados de difuntos apureños insignes que estén en este u otros cementerios del estado o del país.

El Panteón Regional Apureño tendría doble finalidad: rendir honores a valores humanos de Apure y ser un atractivo turístico que aporte regalías al municipio, explica el historiador.

Lo que yo planteo se puede hacer apenas en 500 metros cuadrados y el resto del terreno se puede recuperar para urbanismos como museos, parques, teatros, tiendas, cafés”, detalla.

Hasta ahora, esta iniciativa no ha despertado el interés gubernamental más allá del inventario de tumbas hecho por Méndez en 2005, auspiciado por la gestión municipal de entonces. Tampoco se conoce decreto de conservación de este patrimonio.

“Yo sé que lo que planteo es bastante ambicioso y no se logra con cuatro lochas. Hay que recurrir a la presidencia de la república y a organismos internacionales. Yo sugerí la Unesco”, comenta el historiador.

La creación del Panteón Regional se le ocurre a Méndez tras su infructuosa lucha de 40 años por trasladar los restos del prócer apureño José Cornelio Muñoz al Panteón Nacional. También de sus investigaciones sobre obras similares en varias partes del mundo.

Pero se esfuma esta posibilidad ante los rumores de derribamiento del cementerio de Jobalito, comenta el historiador en la actualización de su proyecto, entregada a Ramón Carrizalez, gobernador de Apure, hasta el 2021.

“De estas deplorables y graves circunstancias parte el que los modernos rebullones, adoradores del becerro de oro y del gran capital, sobrevuelen el antiguo camposanto de San Fernando para caer sobre su indefensa presa y hacer su gran rebatiña”.

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