Venezuela, un asunto de costumbres

Entender lo que sucede hoy en nuestro país requiere una visión amplia, que también visualice los hechos –en apariencia más insignificantes- que nos han traído hasta aquí. Solemos ver nuestra situación con una visión muy parcial, que pone las esperanzas en unas circunstancias que no van a durar para siempre, y que corre el peligro de no responsabilizarse con el futuro de Venezuela o, mejor dicho, con lo que queremos que sea Venezuela.

Para analizar nuestra situación primero debemos acudir a una ciencia humana, que hoy en día está un poco olvidada: la ética. Así como el olvido de algunas ciencias puede traer consigo un retroceso en el desarrollo técnico, el olvido de esta otra puede traer un retroceso en el desarrollo humano. Acudimos a ella, pues, la historia de todo pueblo se construye por las personas que la habitan. Sin biografía no habría hitos, no habría épocas, ni mucho menos habría quien tomara hechos y los hiciera históricos.

La ética nos dice que cada hombre se va haciendo a sí mismo con las acciones que toma. Si un hombre comete injusticias se irá haciendo un hombre injusto, si en cambio realiza actos justos se hará un hombre justo. En nosotros vamos formando un carácter, una actitud, que nos habitúa a perseguir cosas buenas o malas. Es decir, nos vamos forjando un destino según lo que nosotros, libremente, nos acostumbramos a hacer: nos hacemos justos, responsables o libres; injustos, irresponsables o esclavos.

Estas acciones influyen en la sociedad porque no sólo afectan al hombre que las realiza, sino también al espacio que lo rodea. Él recibe una tierra, pero a él le toca habitarla, le toca hacer de ella un hogar o un lugar verdaderamente insoportable para vivir. Es el hombre quien crea una cultura, quien enseña un modo de comportarse, que llena de significado a su ciudad.

Tenemos entonces que estas costumbres individuales, este carácter de cada quien, también construye un carácter social que suele llamarse el ethos de la ciudad. En una sociedad injusta, entonces, se habrán vuelto comunes las costumbres del hombre que se hace injusto.

Vale la pena aclarar que con esto corremos el peligro de decir: “es que en Venezuela todo el mundo hace mal”. Pero no es así. La prueba de que en Venezuela hay gente que hace las cosas bien es que el mal no se sostiene por sí sólo, ya que subsiste en el bien; así como la sombra, aun siendo ausencia de luz, no existiría sin ella. Aún tenemos sociedad, aún existen acuerdos, aún existe convivencia; si sólo hubiera gente que hiciera las cosas mal la consecuencia sería NADA: odio y destrucción. Que el mal aparente ser bueno y que muchas veces haga más ruido que el bien es ya otra cosa de la que ahora no hablaremos. Pero en fin, por eso es que, si nos vamos los que hacemos bien las cosas,  ahí sí que estamos perdidos (lee más sobre este tema en: El problema del mal en Venezuela).  

Volviendo al tema, tenemos que las costumbres individuales se hacen sociales y condicionan –mas no determinan- un modo común de ser.

Para los venezolanos, por ejemplo, se ha vuelto común “ser pilas”, que muchas veces disfraza “de buenos” pequeños actos de corrupción o mediocridad. Un ejemplo: recuerdo cómo una muchacha que tenía uno de los mejores promedios de alguna promoción anterior a la mía alardeaba, cada vez que salía de un examen, de su habilidad para copiarse. Hoy también es muy común encontrarse con personas que cometen actos ilícitos en el mundo de los negocios, los famosos “guisos”, justificándose con aprovechar las oportunidades.

Otra costumbre, quizás un poco más globalizada y yo diría que difundida por la llamada democracia liberal, consiste en que cada quien puede y debe ir por su cuenta. Así, la sociedad se construirá a través del progreso de cada quien, por medio de una mano invisible… la excusa perfecta para hacernos la vista gorda cuando el país anda mal, porque si el responsable del que construye la sociedad es invisible, es lógico que el culpable también lo sea. Se trata de una notable y peligrosa separación de la responsabilidad con la libertad.

Todo carácter, como vemos, tiene su defecto, y hoy los venezolanos salimos a la calle porque no estamos conformes con el modo en el que hemos venido haciendo las cosas, con el significado que le hemos dado a nuestra tierra. Y es quizás ese no estar conformes con el destino que nos hemos forjado lo que nos lleva a dar el primer paso –junto a instaurar un gobierno justo- para cambiar la sociedad: cambiarnos a nosotros mismos, cambiar nuestras costumbres.

Gabriel Capriles

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Foto: Cortesía de http://www.doctorpolítico.com

Leer más en:

  1. Venezuela, un asunto de costumbres.
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  4. Venezuela, un asunto de liderazgo.

 

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