Pinamar



Turismo

El sueño y la obstinación del arquitecto que proyectaba recrear un gran jardín junto al mar.

Por momentos parece mentira que Pinamar y todos sus edificios, casas, hoteles, avenidas, restaurantes, heladerías, discotecas y canchas de golf haya sido hace menos de ochenta años solo un arenal, apenas un conjunto de médanos móviles de una altura excepcional que formaban una barrera hacia el mar. Ni siquiera los pinos y acacias que se ven hoy en día son naturales de la zona: hasta el último centímetro cuadrado de verde fue producto de una estudiada y trabajosa forestación.

La distinguida ciudad de la costa atlántica fue fruto de obstinación del arquitecto y urbanista argentino  Jorge Bunge (1893-1961), quien entre un centenar de obras proyectó además la fábrica “La algodonera”, la Cristalería Rigolleau y la sede central del Automóvil Club Argentino, donde trabajó junto a un equipo de notables arquitectos del movimiento racionalista local.

Una historia de perseverancia

Corría 1939 y Pinamar no era más que el fondo de la estancia de Valeria Guerrero, miembro de la familia dueña de buena parte de este sector costero. Bunge vio el lugar e imaginó ahí esa villa balnearia con la que venía soñando hace tiempo, un paraje que pudiera funcionar como alternativa para la clase alta “desplazada”  de Mar del Plata tras la llegada del turismo social. Rápidamente decidió asociarse con Guerrero y en 1941 comenzó la plantación de pinos. La idea que el arquitecto había traído de Europa era que los árboles darían consistencia al terreno al fijar toda esa arena que permanentemente arrastraba el viento. Los socios tuvieron suerte, ya que las intensas lluvias que se registraron ese año favorecieron la plantación. Así y todo la tarea fue ardua, y de hecho fue necesario plantar miles y miles de retoños. "El trabajo fue muchas veces ingrato”, relató durante una entrevista una de las nietas de Bunge, Elsa Shaw. “Ellos disponían las plantitas, pero después venían sudestadas que arrasaban con todo. Hubo que plantar hasta en tres oportunidades hasta conseguir que se fijaran los médanos”, contaba la descendiente del fundador.

El terreno ofrecía todo tipo de obstáculos hasta el punto que parecía imposible que se pudiera construir allí una ciudad balnearia, menos aún la urbanización respetuosa de la topografía que Bunge pretendía. Por eso la proyección de Pinamar desdeñó el diseño en cuadrícula y por eso sus calles tienen muchas curvas: para respetar la conformación de los médanos. Por el mismo motivo el arquitecto fijó estrictos estándares para las construcciones, que no podían tener techos de chapa y debían mantener cierta distancia entre sí. “Las viviendas de Pinamar ofrecen heterogéneos estilos que no obstante deparan una agradable uniformidad gracias a la concepción común de sus jardines, pérgolas y arbolados que las circundan”, relata un fragmento del film documental Milagro en la Arena.

La sociedad entre Guerrero y Cárdenas –a la que se sumó luego un importante grupo de hacendados-  fue bautizada como “Pinamar S.A.”, el mismo nombre que terminaría recibiendo la ciudad balnearia abierta al público el 14 de febrero de 1943. Por ese entonces arrancó la construcción del Hotel Pinamar (hoy “Hotel Playas”), así como de la usina eléctrica y un pequeño centro comercial. El Poder Ejecutivo Provincial aprobó el plan de urbanización presentado por Bunge y con el tiempo fueron vendiéndose los primeros lotes y donándose los terrenos para que pudiera construirse una escuela, una sala de primeros auxilios, el centro cívico, una estación de policía, una iglesia y una estación de meteorología, a la par que se tendían las redes eléctricas y de agua corriente y se extendía la trama vial.

Jorge Bunge murió en 1961. En 1978 se creó el Municipio Urbano de Pinamar (independizándose de Gral. Madariaga) y en 1983 se cambió su denominación por la de Partido de Pinamar, que quedó oficialmente integrado por las localidades de Pinamar, Ostende, Valeria del Mar y Cariló, un total de 22 kilómetros de costa con playas aptas para practicar todo tipo de deportes náuticos,  asolearse, escuchar música o conversar tomando mate a la caída del sol codo a codo con los cientos de miles de turistas que quizás sin saberlo se encargan también de dar forma a ese sueño de vergel turístico erigido sobre lo que alguna vez no tan lejana fue solo un páramo desierto.

Cómo llegar

Por ruta se sitúa a 342 km de la ciudad de Buenos Aires en un trayecto que comienza en la autopista Buenos Aires/La Plata para empalmar con la ruta 2 hasta la localidad de Dolores y luego con la 63 hasta Esquina de Crotto, continuando por la interbalnearia 11 hasta Gral. Conesa. El trayecto se completa por la ruta 56 pasando por Gral. Madariaga y finaliza en la autovía 74 hasta Rotonda de Pinamar.

También se puede tomar alguno de los vuelos que durante el verano parten del aeropuerto Jorge Newbery hasta el Aeródromo de Villa Gesell, a solo 20 kilómetros de Pinamar.

 

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