Bernardo Atxaga: "Todo lo que tenga que ver con espías es vulgar por ser un estereotipo"

  • El autor de 'Obabakoak' publica nueva novela: 'Días de Nevada'.
  • Como si de un 'Quijote' se tratara, la obra reivindica con su manera de narrar el arte por el arte y la huida de lo trepidante.
  • "Cada vez descreo más del aprendizaje intelectual", afirma sin temor.
Bernardo Atxaga publica 'Días de Nevada'
Bernardo Atxaga publica 'Días de Nevada'
PELLO ELZABURU
Bernardo Atxaga publica 'Días de Nevada'

Uno de los pocos escritores vivos que encarnan el antónimo de la palabra 'moda' o 'bestseller', Bernardo Atxaga, publica nueva obra: Días de Nevada (Alfaguara), en la que una vez más o acaso de manera más definitiva la poesía se impone, el protagonismo de lo íntimo, el alejamiento de toda corriente.

La compañía que ofrece este largo poema en prosa o novela poética que ubica Atxaga en el desierto devuelve a la literatura parte de un papel que a veces se olvida: el arte por el arte. Probablemente ésta sea una de las mejores creaciones del autor. Tal vez por ello comienza diciendo: "Es la primera vez que tengo la sensación de haber concluido una obra".

Si es la primera vez que usted siente que ha terminado una obra, ¿qué ocurrió con las anteriores?

Hay una reflexión de Paul Valéry: "los poemas no se terminan, se abandonan", que aplico a mis obras pasadas. Es lo que me ocurría, que me abandonaban. Esta vez la sensación es que está terminado. Y más en la versión en castellano que cuando salió en lengua vasca.  He quitado piezas. En los otros me ha quedado una inquietud, en éste no. Había cosas que decía que no había experimentado vitalmente, que sabía intelectualmente, pero que no sabía de manera vital.

¿Como cuales?

Por ejemplo en Obabakoak hablé de temas para los que no tenía suficiente conocimiento, como la relación entre destino y libertad. Decía: la vida es como en el juego de ajedrez una lucha entre libertad, voluntad y destino. El tablero marca el límite y una vez que mueves la pieza eso es definitivo. Lo que no lo sabía era vitalmente

¿Y ahora?

Ahora lo sé, estoy en la tercera vuelta. A los sesenta años empieza la tercera vuelta. He visto morir a mis padres, a algún amigo también, y tengo ilusiones que ya no se van a cumplir. No sólo tengo un conocimiento triste, también hay uno alegre, y es que caes en al cuenta de que la mente en lugar de cerrarse se abre. Es mucho más abierta ahora que a los 20 o 30. La maravilla de mi vida es ésa: que mi mente sea más abierta. De joven era mucho más ortopédico y la vida te ofrece en bandeja el regalo de tener una mente mucha más abierta. Son cosas que te da edad y ahora lo entiendo.

¿Hay que parar en cada estación?

Sí, yo cada vez descreo más del aprendizaje intelectual. Hace falta, de acuerdo, hay que leer y estudiar, pero eso está subordinado a la enseñanza de la vida que no es más que una reflexión sobre tu propia experiencia y sobre como tú mismo te has ido corrigiendo.

Incluso rebajando el nivel de expectativas...

Sí, vas dando a cada cosa su peso. Esa gran enseñanza es el mejor camino para la poesía, el relato, la ficción, porque te libras de la retórica y la pasta literaria. La experiencia me acerca más a lo que es poético y verdadero.

Si le digo que parece que hubiera escrito usted El Quijote de nuestro tiempo, una obra que se levanta contra esa exageración de sucesos que acompañan a muchas novelas, ¿qué me dice?

Que me encanta. Sí, igual también hay una intención. El Quijote es una gran referencia para mí. Y sí, algo hay, y te lo digo la misma libertad, incluso descaro y atrevimiento, porque a mí me parece mejor, más significativo, hablar de esta manera de lo real.

Está usted diciendo: la novela también es arte por el arte...

Mucha literatura imita lo dominante, por ejemplo la televisión y ése es un entretenimiento que me parece en el peor sentido de la palabra muy superficial. Pienso que todos tenemos un fondo y algo poético y podemos entrar de otra manera de los textos, de modo más profundo y es lo que he tratado de hacer y no un carrusel de cosas.

Incluso a veces acabas con ansiedad, medio enloquecido, como con algunos programas de televisión...

No estamos hechos para estar despiertos  16 horas seguidas. Si se nos dejara en una isla desierta, dormiríamos horas sueltas. Quiero decir con esto que hay un encorsetamiento que organiza la vida de manera forzada, y en la ficción ocurre igual que hay algo forzado en eso de: voy a entretener a la gente.

Sí, pero entretenerlos a veces de un modo enloquecedor; ¿no le parece?

Yo lo llamo anfetamínico a ese modo de querer entretenernos. Creo que debe de haber una placidez en la lectura.  En el libro el gran reto el desierto, la primera vez no eres capaz de digerir ese impacto que recibes. Cuando fui a vivir a Nevada supe que literariamente debía entrar en el desierto. Tenía que haber una presencia.

¿Un personaje incluso?

Exacto, el desierto es un personaje en el libro.  Y los presos que están allí te impactan. Te dicen: no hacen falta guardias, ¿dónde van a ir los presos? Puedes imaginar presos y yo he estado charlas en cárceles terribles, pero como ésos...

¿En qué cárceles?

Una de ellas tenía todos los delincuentes sexuales de Francia. Algunos llevaban 22 años. Una vez tienes esas experiencias tienes una riqueza que me hace pensar más y profundizar en la tragedia humana.

¿Cómo se mantiene la capacidad de asombro?

Creo que si en la mirada del escritor no hay algo infantil, seguramente no sea interesante. La niñez como elemento que puede perdurar en uno hace que la mirada pueda percibir asombro. Y admirar. Yo la gente que no admira a nadie pienso no tiene nada de niño ya.

Pues la admiración no se cultiva mucho, ¿nos pasará factura?

Es que no es una época buena para la admiración. Da la sensación de que han desaparecido las distancias y que todo el mundo pued ser reducido a un mínimo común denominador y todo el mundo puede ser vulgar. Cuando yo veía en Bilbao al poeta Gabriel Areste lo admiraba y nunca había hablado con él, igual hoy habría 1000 tuits y a lo mejor se chafaría esa admioración. Es bueno admirar porque es mantener cierta inocencia, algo infantil. Aunque no se puede ser sólo infantil, te destruiría la vida.

Hablaba de la vulgaridad, ¿qué le parece literariamente lo más vulgar?

Todo lo que descansa en el estereotipo. Igual lo vulgar es necesario, pero es vulgar todo lo que tenga que ver por ejemplo con detectives y suspense. Ya no, pero hubo una época que estaba vago y llovía y hacía frío y me tumbaba en el sofá y leía una novela policiaca, y me parece bien pero es muy vulgar. Es esquemático, estereotipado, rígido, esquemático. O las novelas históricas, que no puedo leerlas y nunca he podido con ellas, con ésas sí que nunca he podido. La función más noble de la literatura es luchar contar el estereotipo.

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