Ruanda: 20 años después

02-04-2014 Reportaje

A 20 años del genocidio perpetrado en Ruanda, el inmenso sufrimiento de esos 100 días no debe quedar en el olvido. No debe permitirse que el paso del tiempo ni ningún otro factor disminuyan los esfuerzos por prevenir que crímenes como éste vuelvan a suceder. En el espíritu del recuerdo y la prevención, el CICR recopila aquí documentos archivados que demuestran el completo horror de aquellos 100 días.

Estos documentos -en forma de fotos, relatos en primera persona y discursos- muestran que hay momentos en que la acción humanitaria resulta muy limitada. También dan testimonio de actos de solidaridad y humanidad en medio de escenas de violencia inimaginable. En palabras del jefe de la delegación en Kigali durante aquella época, estos actos fueron "una gota de humanidad en un océano de horror".

Junio de 1994. Personas heridas reciben atención médica en el hospital del CICR en Kigali. ©L'Illustré / Claude Gluntz

Fragmento del discurso de Philippe Gaillard, jefe de la delegación del CICR en Ruanda, 1993-1994; en ocasión de la Conferencia para la prevención del genocidio, Londres, enero de 2002.

"¿Cómo se puede ser neutral ante un genocidio?"  

Neutralidad: EL punto esencial. Muchos de ustedes se preguntarán: ¿cómo se puede ser neutral ante un genocidio? Por supuesto que no se puede ser neutral ante un genocidio. Pero el genocidio se lleva adelante día a día a la vista de uno. Es un hecho. Como colaborador de la Cruz Roja, uno no tiene, en realidad, los medios políticos, sin hablar de los medios militares, para ponerle término. Todo lo que uno puede intentar hacer es salvar lo que se pueda, los que quedan, los heridos, y sin duda " heridos " no es el término adecuado. Debería decir las personas que no fueron asesinadas a golpes de machete y de destornillador. Pues eso es lo que ocurría las primeras semanas, cuando evacuábamos a los heridos, todos tutsis, a nuestro hospital.

 

Kigali. Philippe Gaillard en el balcón de la delegación del CICR.
© L'ILLUSTRÉ / Claude Gluntz / rw-d-00020-20h

Y ahí comienzan los problemas. La neutralidad humanitaria significa, ante todo, estar del lado de las víctimas, de TODAS las víctimas. Pero cuando todas las víctimas pertenecen a la misma categoría, los verdugos comienzan a mirarlo a uno con sospecha. Sin duda por eso, después de haber dado una entrevista muy difícil a la Radio nacional ruandesa, la Radio-Télévision Libre des Mille Collines empezó a difundir que yo seguramente era belga, lo que significaba, simplemente, una condena de muerte. 

Estaba en una reunión con las autoridades gubernamentales en Gitarama cuando se me informó lo que pasaba. Les pedí que llamaran inmediatamente a la Radio-Télévision Libre des Mille Collines para solicitarles que corrigieran esa información. La Radio lo hizo de una manera muy eficaz, si no muy elegante, al difundir que yo era demasiado valiente y demasiado inteligente para ser belga.

Masacrados en una ambulancia de la Cruz Roja

Prevención: cero. Cobertura mediática: ineficaz. Una excepción, tal vez: el 14 de abril, en presencia de las fuerzas armadas ruandesas, unos milicianos mataron a seis civiles que una ambulancia de la Cruz Roja transportaba hacia nuestro hospital. La Radio-Télévision Libre des Mille Collines dijo que la Cruz Roja transportaba enemigos de la República disfrazados de heridos.

Kigali, junio de 1994. Civiles huyen de la violencia. 

Kigali, junio de 1994. Civiles huyen de la violencia.
© L'ILLUSTRÉ / Claude Gluntz / rw-d-00020-08h

Explicaciones, protestas; a pedido nuestro, la Sede del CICR emitió un comunicado de prensa vehemente, que inmediatamente fue difundido en todos lados, en particular por la BBC y Radio France Internationale . Efecto bumerán en el terreno, nuevas explicaciones. El Gobierno ruandés y los medios de información se dieron cuenta de las repercusiones considerables que eso tenía en su imagen. Correcciones, campaña de sensibilización sobre el derecho de los heridos a recibir atención médica y sobre el papel de la Cruz Roja...

De algún modo, eso fue una prueba: nos podrían haber matado por esa declaración, pero no lo hicieron, y las ambulancias de la Cruz Roja pudieron reanudar sus tareas sin problema. El asesinato de seis heridos nos permitió salvar a miles de otros, 9.000 entre abril y julio según las estadísticas de nuestro hospital improvisado. Siempre es peligroso expresarse en tales situaciones, pero en casos excepcionales puede surtir efecto.

Población mezclada en el hospital  

Hospital del CICR en Kabgayi, julio de 1994. 

Hospital del CICR en Kabgayi, julio de 1994.
© CICR / Nina Winquist / rw-d-00021-15h

Unos días más tarde, la Radio fue hecha blanco por el FPR. Uno de sus locutores más conocidos, Noël, gravemente herido en un pie, fue llevado a nuestro hospital... Sentí que estábamos más seguros: nuestro hospital comenzaba a recibir una población más mezclada, y esa tendencia fue aumentando en las semanas siguientes, cuando los milicianos y los miembros de las fuerzas armadas heridos no tuvieron otro lugar donde atenderse más que nuestro modesto hospital improvisado, que de alguna manera se transformó en un lugar sagrado, un poderoso símbolo y testimonio de neutralidad.

A mediados de abril, el nuevo primer ministro, Jean Kambanda, nos pidió que recogiéramos los cadáveres de las calles de Kigali. No acepté ese pedido y lo insté a que primero detuvieran los asesinatos. Las autoridades decidieron entonces utilizar a sus presos comunes para que realizaran esa tarea, pero no tenían combustible para los camiones. Se lo proporcionamos. Unos días más tarde, supe que habían recogido 67.000 cadáveres de las calles de Kigali, ciudad que antes del 6 de abril tenía 200.000 habitantes.

Un milímetro de humanidad  

Kigali, junio de 1994. El CICR rescató a miles de niños huérfanos. 

Kigali, junio de 1994. El CICR rescató a miles de niños huérfanos.
© L'ILLUSTRÉ / Claude Gluntz / rw-d-00020-15

Ello tal vez explica porqué, a pedido nuestro, el ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Jean de Dieu Habimeza, se dirigió personalmente a un orfanato cercano a Gisenyi y, con el apoyo total de las fuerzas armadas ruandesas, salvó a 300 niños de una muerte segura en manos de los milicianos. Tal vez ello también explica que 35.000 personas hayan podido sobrevivir en Kabgayi, otras 8.000 en el campamento de Nyarushishi, únicos sobrevivientes de la prefectura de Cyangugu, y otros 600 huérfanos, sobrevivientes en Butare. Y hay más ejemplos. Probablemente 70.000 personas en total, un milímetro de humanidad en kilómetros de horror y sufrimientos indecibles.

El acontecimiento m ás increíble del que fui testigo personalmente se produjo a comienzos de julio, justo antes de la toma de Kigali por el FPR: seis milicianos armados hasta los dientes llegaron a nuestro hospital. Estaban ebrios pero, sorprendentemente, para nada agresivos. Tenían una prisionera, una joven tutsi. Me dijeron: " Esta mujer está con nosotros desde hace tres meses, es enfermera; nos vamos de la ciudad y decidimos no matarla, aunque es tutsi. Va a ser más útil en su hospital que muerta ... " 

Nunca tuve una prueba mejor del valor de la neutralidad.

Guerra significa destrucción, negación de la vida. La acción humanitaria se inscribe en esa sustracción. Se esfuerza por reducirla. En el caso de un genocidio, puede parecer una apuesta estúpida, pues bien se sabe que la lógica del genocidio es la negación total del espíritu humanitario y del derecho humanitario.

Cada vez que se logra reducir esa negación, se produce un milagro. Y la memoria jamás olvida los milagros.

 

Fragmento del discurso pronunciado por Philippe Gaillard, jefe de la delegación del CICR en Ruanda de 1993 a 1994, el 18 de octubre de 1994 en el Museo Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja en Ginebra, bajo el título: "Ruanda 1994: La vida verdadera está ausente (Arthur Rimbaud)"

Un funcionario que salvó centenares de civiles

Campamento para desplazados de Nyarushishi, con más de 8.000 habitantes. 

Campamento para desplazados de Nyarushishi, con más de 8.000 habitantes.
© CICR / Nina Winquist / rw-d-00020-04

Pienso en todos esos funcionarios moderados, abiertos al análisis y al diálogo, y desesperados por el comportamiento asesino y suicida de algunos de sus colegas.

Pienso, por último y sobre todo, en el coronel François Munyengango, oficial de enlace con la delegación del CICR, que por sí solo contribuyó a salvar a centenares de civiles indefensos, entre ellos seiscientos huérfanos en peligro de muerte, en el sur del país, en la ciudad de Butare. El coronel sufría una enfermedad incurable; por esa razón, sin duda, el ministro de Defensa lo había designado como oficial de enlace con el CICR. Murió unos meses más tarde. ¡Que Dios lo tenga en la gloria!

Pienso también en algunas autoridades que, a fuerza de paciencia y persuasión de nuestra parte, y a pesar de las innumerables presiones de que eran objeto por parte de los milicianos interhamwe, hicieron todo lo que estuvo a su alcance para evitar que fueran asesinados unos nueve mil civiles que se encontraban en el campo de Nyarushishi, los únicos sobrevivientes tutsi de toda la prefectura de Cyangugu. Los sobrevivientes de Nyarushishi fueron protegidos más tarde por las tropas francesas de la Operación Turquesa.

El suicidio en menos de tres meses  

Quiero que se me entienda bien: no trato de minimizar la tragedia ruandesa. Lo que sucedió en Ruanda es absolutamente monstruoso, inadmisible, inaceptable. Los ruandeses se suicidaron en menos de tres meses.

Lo que intento mostrar con los ejemplos antes mencionados es, simplemente, que incluso en una situación dominada por el horror más profundo e impenetrable, hubo hombres y mujeres de un coraje y una lucidez suficientemente excepcionales como para plantar una flor de humanidad en lo que era, ellos mis mos lo sabían, un verdadero cementerio nacional, un genocidio.

Kigali, Junio de 1994. Niños huérfanos rescatados por el CICR. ©L'Illustré / Claude Gluntz

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