_
_
_
_
_

El Celta conquista territorio cosaco

El único equipo español presente en la Europa League llega a cuartos de final tras superar al duro Krasnodar con goles de Hugo Mallo y Iago Aspas, dos canteranos

Los jugadores del Celta celebran el gol de Mallo.
Los jugadores del Celta celebran el gol de Mallo.YURI KOCHETKOV (EFE)

Ya solo quedan ocho y uno de ellos es el Celta. El único equipo que mantiene el pabellón del fútbol español en la Europa League disputará los cuartos de final. Y que nadie le minusvalore porque tiene la ambición de los que anhelan y nunca sumaron un título y la capacidad de los que sí lo lograron. Triunfó en Krasnodar y refrendó su triunfo del partido de ida en un entorno complicado, en un estadio que parece un platillo volante, ante un público gritón y un rival sin pedigrí, sin tanto fútbol, pero coriáceo como corresponde al representante de la tierra de los cosacos. El Celta deberá superar a equipos mejores si quiere hacer historia en Europa, donde llega por cuarta vez en su historia a los cuartos de final, su tope. Pero el Krasnodar no es de esos equipos que se derrumban solos. Había que ganarle. Y así lo hizo el Celta tanto en Vigo como en Rusia, donde repitió con goles de dos canteranos, Hugo Mallo y Iago Aspas, dos de las banderas del club.

El equipo vigués supo forjarse un inicio de partido relativamente plácido. Subió líneas, defendió en campo contrario y neutralizó las intenciones del Krasnodar, al que no le sobra talento. El inicio fue alentador para los chicos de Berizzo, pero también engañoso porque no supo progresar y convertir su buen posicionamiento en una amenaza para la meta local más allá de algún intento de Pione Sisto, siempre persistente en el uno contra uno. Y fue a más el Krasnodar, que es un equipo que ataca a empellones y con un punto espídico. Apretó a balón parado y se ancló a la clase de Mauricio Pereyra, un liviano centrocampista uruguayo al que no le falta categoría pero tampoco le sobran carreras. Buscó las transiciones rápidas el equipo ruso, encimó y se desgastó para descontrolar al Celta, que se encontró con serios problemas para hacer circular la pelota y se desconectó por momentos de Iago Aspas, Wass o Guidetti.

La incomodidad del Celta no acabó de derivar en agobio. Si lo pareció fue más por la dureza del rival, que pegó duro y acumuló amonestaciones. Molestaba más el marcador, entender que un gol le daba la vuelta a la eliminatoria y que todas las operaciones sobre el campo debían ser muy precisas. El Celta semejó por momentos encorsetado, no tan jacarandoso como de costumbre, quizás lo que estaba era concienciado, metido en un partido de pico y pala. Llegó esforzado al descanso y encontró al poco de regresar un alivio, un gol que le dio sosiego y alerta sobre la solvencia de un colectivo en el que todos suman en cualquier rol. Guidetti trabajó la banda como extremo izquierda y sacó un centro al área de los que hacen daño, raso y al punto de penalti, a contrapié para los centrales que reculaban. Iago Aspas remató con marchamo de gol, la pelota rebotó en un zaguero y mientras unos y otros se recomponían llegó al área Hugo Mallo como una exhalación y con el temple preciso para colocar la pelota en la red.

El gol premió al Celta y a su capitán, un futbolista en punto de maduración, de vocación defensiva en su formación, pero con la capacidad para mejorar sus prestaciones y ser cada vez más decisivo en ataque, tanto que Berizzo le ha empleado varias veces esta temporada como interior. Tanto él como sus compañeros festejaron con la pasión propia de los intrépidos. Hay un aura en este grupo de futbolistas que les empuja plenos de convicción hacia límites deportivos no explorados ni por el club ni por la gran mayoría de ellos. El Celta se vio con un colchón de dos goles para rubricar su triunfo, pero también supo que debía acabar de sufrirlo. Se aprestó a ello. El Krasnodar olvidó sutilezas. Pereyra mostró que no le sobra motor y acabó en la caseta con más de veinte minutos por delante. Sin él, con savia nueva en una delantera en la que añoró a su mejor exponente, el internacional ruso Smolov, se lanzó con brío a por la remontada. No fue el mejor partido que se le recuerda al Celta, igual ni siquiera de los regulares. Pero superó la prueba con un esfuerzo coral, sin balón, pero con fiereza para defenderse y apenas conceder opciones claras ante Sergio Álvarez. Y en esa brega encontró el momento para la rúbrica en una contra que Iago Aspas concretó con una sutil vaselina para cerrar la eliminatoria.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_