Benancio Ortega, de 53 años, ofrece agua embotellada en la calle Aguirre y avenida Quito, en el centro de Guayaquil. Lleva 30 como vendedor ambulante.

Sus amigos, entre colegas y dueños de negocios, reconocen el esfuerzo que cumple Benancio para criar a sus cinco hijos, tras la muerte hace dos años de su esposa, Mercedes Olvera.

El pasado domingo se cumplieron precisamente dos años del deceso. Benancio cuenta que muchas cosas se complicaron tras la partida de su compañera, pero menciona que con la venta de botellas de agua gana $ 7 diarios y que eso le sirve para alimentar a sus hijos de 15, 14, 12 y 9 años.

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Uno de 17 vive, por el momento, con unos allegados.

Esta temporada previa al inicio de clases, la situación se torna preocupante para él, pese a que sus hijos están en centros educativos públicos. Benancio refiere que tiene que ingeniarse para conseguir dinero para los útiles escolares.

Shirley Rivera, de la Fundación Invencibles, cuenta que la institución acompaña desde hace tres años al vendedor.

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“Quedó solo con los niños. Se pidió ayuda al MIES, pero cuando fueron a verlo en su casa de 3x4 metros en la Sergio Toral, dijeron que no eran condiciones para la crianza, y que debía cambiarse o se los llevaban a un centro”, recuerda.

La joven agrega que la niña de 15 años es quien lleva la responsabilidad de hacer el arroz, ya sea con atún o huevo frito, para sus hermanos.

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“Ellos están solos durante todo el día porque el señor trabaja, debe tres meses de renta, y no recibe ayuda del Gobierno, a más de los estudios de los niños. Él ha intentado buscar trabajo, pero a sus 53 años se le ha hecho imposible”, lamenta.

Benancio presenta una hernia y sufre de dolores, pero no se ha hecho operar porque no habría quién provea el sustento para sus hijos.

Pese a ello, el hombre sale a trabajar al céntrico punto para garantizar el pan para sus hijos, o proveer, dice, de “ese hogar que nunca tuvo”. Sus papás fallecieron cuando era niño. (I)