sábado, 9 de marzo de 2013

La versión funambulista del Madrid

Roberto Tamayo



La profesión de funambulista es, cuanto menos, arriesgada. Podríamos definirla incluso como  temeraria para los mundanos. Lo que resulta una práctica de ciencia ficción no deja de ser una técnica rutinaria para los especialistas. Pero ya se sabe que jugar en el alambre conlleva ciertos riesgos. El Real Madrid se está aficionando a tensar la cuerda en la Euroliga, aunque se desenvuelve con la solvencia de un experto. Siete de sus últimas nueve victorias se han resuelto por un margen inferior a los 8 puntos y ha jugado dos prórrogas. Su trayectoria en Europa es apabullante, aunque convendría cuestionarse si esta versión le servirá para alcanzar la Final Four primero y ganarla, después.
La temporada europea del Madrid es excelsa: 16 victorias y 4 derrotas. A pesar de lo pomposo de los números, el rendimiento de los blancos en los partidos es tan irregular que invita a levantar sospechas sobre la fiabilidad del equipo de Laso en los playoffs. Sus envites son lo más parecido a la hoja de una sierra. Las desconexiones del Madrid despiertan dudas, aunque su modus operandi siempre acaba dándole la victoria. Cinco de los últimos seis duelos del cuadro capitalino se han resuelto por menos de cinco puntos y los merengues solo han perdido uno de ellos.

El estilo de los blancos es tan alegre que a veces desespera por su falta de rigor en la toma de decisiones. Cuando los blancos se obcecan, sin acierto, en tirar de tres como respuesta a su falta de confianza en el juego interior, el conjunto merengue se las ve y se las desea contra cualquier rival. Es el equipo que más triples lanza en el Top16 con una media de 27 tiros por partido, uno cada 90 segundos. Solo anota el 31%. Eso desemboca en unas peloteras morrocotudas de Pablo Laso, que ya se han convertido en una imagen habitual.

Pero la épica siempre ha sido el estilo predilecto del Madrid y con el que más cómodo se mueve. Su juego es pasional y eso es lo que le permite enganchar y fidelizar a los aficionados. En cuanto el panorama pinta gris, el entrenador madridista tiene una hoja de ruta en la que nunca faltan Marcus Slaughter y Felipe Reyes. Su actividad defensiva ejerce un efecto contagio en sus compañeros. Y cuando el Madrid se remanga en defensa suele mejorar sus prestaciones ofensivas de forma exponencial. El jueves asistimos a su versión más circense. Los blancos perdían de 7 a falta de 70 segundos y se las ingeniaron para mandar el duelo a la prórroga y ganarlo.



El componente mental es el factor diferencial a estos niveles. No existe mayor estimulante y pócima que  dispare la confianza que el triunfo. La fantástica trayectoria del Madrid provoca cierta relajación en determinados instantes de los encuentros hasta que deciden entrar en combustión. El batallón de violinistas blancos les permite negociar con seguridad y maestría esos segundos finales en los que tantos y tantos jugadores naufragan.

Pero incluso los más finos funambulistas tienen un resbalón. ¿Mantendrá el Madrid esa infalibilidad en los finales taquicárdicos cuando las derrotas le puedan costar la eliminación? La respuesta, a mediados  de abril.







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