El riesgoso oficio de criar ganado en Venezuela
Búfalos y vacas en una finca en San Silvestre, Barinas, Venezuela, el 28 de noviembre de 2018 © AFP Federico PARRA

Barinas (Venezuela) (AFP) – Cuero pudriéndose al sol fue lo único que quedó de tres vacas descuartizadas; escena habitual en Los Llanos, región de ganado por excelencia de Venezuela, donde robos de reses, invasiones, expropiaciones y controles gubernamentales tienen en jaque a los productores.

Al ver las pieles tiradas en la carretera, camino a su finca de ordeño en San Silvestre, en el occidental estado Barinas, José Labrador detiene su camioneta y estalla.

«Es como si nos dijeran: Estamos matando ganado. ¿Y qué?», suelta este ranchero de 46 años ante la impunidad que rodea los asaltos.

El asedio ha llevado a que la producción de carne a duras penas cubra 40% del consumo interno, frente a 97% de hace dos décadas, según la Federación Nacional de Ganaderos (FEDENAGA).

«Ya no me puedo quedar a dormir en la finca (…). Da miedo», declaró a la AFP José Antonio Espinoza, dueño de tierras en San Silvestre en las que pastan 600 cabezas de ganado.

Tiene ejemplares ‘Brahman’ y ‘Carora’ -tradicionales en Venezuela- y búfalos, arreados por hombres a caballo.

Hasta 74 toros llegaron a robarle en un año a la familia Espinoza, dedicada a la cría de bovinos por seis generaciones.

El sobrevuelo de los zamuros (buitres) avisa que otra vez hubo matanza. Solo quedan huesos y pellejos, pues la carne surte un mercado negro que floreció con el desabastecimiento.

– Rebaño mermado –

Postal de los recios llanos venezolanos, los grandes rebaños pastando o cruzando cañadas parecen quedar en el pasado, pues el hato se redujo dramáticamente.

Hoy Venezuela, con 30 millones de habitantes, tiene menos de 10 millones de cabezas de ganado; en 1999, con 20 millones de personas, había 14 millones de reses.

La escasez encarece la carne en ciudades como Caracas, a 560 km de Barinas, donde el sueldo mínimo alcanza para poco más de dos kilos.

Indiscriminadas, las matanzas se llevan por delante a toros reproductores y vacas lecheras, productivos hasta por una década. Una vaca puede dar 4.000 litros de leche anuales.

«Me mataron un toro, con una carga genética increíble, que iba a ser tremendo padrote», comentó Labrador a la AFP.

Las invasiones también acosan. Tras años de amenazas, unos 20 pistoleros invadieron una conocida hacienda de maíz de San Silvestre en febrero de 2016 y la saquearon durante tres días.

«Desvalijaron nueve tractores y tres cosechadoras, destruyeron la casa (…). Nos cansamos de denunciar y ni la Guardia Nacional ni la policía intervinieron», relató Marisela Febres, su propietaria.

Nunca recuperó los terrenos. Considerándolos ociosos, el estatal Instituto Nacional de Tierras se los adjudicó este año a los ocupantes.

Pero las calamidades no paran ahí. Ganaderos de la frontera con Colombia denuncian extorsiones de grupos armados.

– «Franco retroceso» –

Desde la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999, el gobierno socialista ha expropiado cinco millones de hectáreas con capacidad agrícola y pecuaria, estima FEDENAGA.

Además, fija los precios de alimentos básicos, a menudo por debajo de los costos de producción, llevando a muchos a la quiebra.

«Vamos en franco retroceso (…). Quienes nos mantenemos en el campo, trabajamos con uñas y dientes», dijo a la AFP Armando Chacín, presidente de FEDENAGA, a quien el mandatario Nicolás Maduro ha amenazado públicamente con cárcel acusándolo de boicot.

A puertas de matadero, el kilo de carne se paga al equivalente de 50 centavos de dólar.

Un buen animal, cuyo proceso de gestación, cría y engorde toma cuatro años, deja unos 250 dólares, que apenas cubren el costo de un neumático de camioneta en medio de una inflación que el FMI proyecta en 10.000.000% en 2019.

La crianza tampoco es fácil. Escasean desde las semillas y los fertilizantes para cultivar el alimento del ganado, hasta las vacunas.

«Si no hay medicinas para la gente, imagínate para los animales», dijo Labrador mientras observaba a uno de sus trabajadores guiar al becerro Miguelito. Todos sus ejemplares tienen nombres pronunciados con cadencia para amansarlos, vieja tradición llanera.

Para tratar infecciones de ubres se recurre a métodos tradicionales, como una mezcla de aceite y ajo.

– Fórmula de fracaso –

El consumo de carne per cápita pasó de 20 kilos anuales en 1999 a solo 7 kilos actualmente, según FEDENAGA. Aún así, no hay suficiente oferta.

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La ganadería en Venezuela
© AFP Nicolas RAMALLO

Chacín advierte que las políticas gubernamentales, lejos de solucionar el problema, lo agravan.

El pasado 30 de noviembre, el gobierno ocupó una veintena de mataderos acusando a sus dueños de especulación y bajó los precios de la carne a un tercio de lo que se venía vendiendo en la calle.

Ofensivas similares acabaron en fracasos. Un gigantesco matadero de Barinas sacrificaba 3.000 reses diarias cuando fue expropiado en 2007; hoy no llega a 200.

Ha habido incluso casos de gobernadores oficialistas que exigen a los ganaderos venderles parte de la producción, poniendo ellos los precios, para distribuirla a bajo costo.

Así se rompe una cadena mediante la cual criadores del estado Apure, por ejemplo, venden reses en Barinas o Zulia, donde es más fácil cebarlas por la fertilidad de los suelos y la estabilidad del clima.

Allí, el peso de un toro salta de 250 a unos 500 kilos, oportunidad perdida al bloquear el ganado.

Pese a los problemas, Labrador se regocija en la faena con Miguelito y Malandrín y la portentosa vaca Carne Molida. Con estilo llano, pide sensatez para elevar el rebaño. Así «va a aumentar la oferta, a mí me va a costar menos producir y la gente va a pagar menos. Yo lo que quiero es producir».