La caca como principio para explicar las pseudociencias

Caca de plástico en Torrelodones. Getty
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Imagina una gran caca de perro. No una cualquiera, una enorme que lleva varias semanas frente a tu casa y que dejó un chucho desconocido. Desde entonces se ha estado horneando al sol hasta empezar a formarse unas pequeñas crestas duras y crujientes. ¿La recogerías y te lo comerías? Por supuesto que no.

Ahora imagina otra situación. Estas en los 80, para ser más exacto en 1986. Eres un estudiante de la Universidad y te ofreces a participar en un estudio, un trabajo que va sobre preferencias alimentarias, lo has leído por encima pero tampoco te importa mucho. El día señalado llegas y te sientas en una pequeña sala de laboratorio cuadrada. Nada más llegar te ofrecen un trozo de dulce de azúcar para comer, y lo cierto es que está buenísimo. Luego aparece el investigador.

El hombre se presenta y acto seguido trae dos platos. Luego descubre lo que hay en cada uno: se trata de otros dos trozos de dulce, aunque con truco. El trozo de la izquierda está moldeado en forma de disco, pero el de la derecha tenía una forma “sorprendentemente realista de caca de perro”. Entonces con un tono muy serio el investigador pregunta:

Por favor, indique qué pieza preferiría.

Esta pregunta y la escena fue real. Se planteó como parte de un estudio diseñado por el experto en psicología “de la repulsión”, Paul Rozin. Las respuestas que recibió el profesor no fueron ninguna sorpresa. La mayoría de los participantes optaron por el dulce en forma de disco, calificándolo casi 50 puntos más alto que el dulce con forma de caca.

Los investigadores expusieron a los sujetos a una variedad de opciones. En cada situación las opciones eran igual de higiénicas (no había riesgo de infecciones bacterianas o de cualquier tipo). Por ejemplo, ofrecieron a los voluntarios la opción entre un vaso de jugo de manzana en el que se había sumergido un candelabro, u otro en el que se había sumergido una cucaracha seca esterilizada. “¿Cuál preferirías?”, preguntó el investigador a un estudiante mientras dejaba caer la cucaracha en el vaso y lo agitaba. En este caso el jugo de cucaracha marcó cien puntos menos en la escala de preferencias de los voluntarios.

Luego cambió la prueba. ¿Preferirían los voluntarios mantener un tapón de fregadero de goma limpia entre sus dientes, o por el contrario preferirían un trozo de goma que imitaba estar impregnada de vómito? El tapón de fregadero ganó con diferencia.

Entonces Rozin subió la apuesta. ¿Estarían dispuestos los voluntarios a comer un plato de sopa fresca agitada con un cazamoscas usado o una sopa vertida sobre un orinal nuevo? “No, gracias”, fue la respuesta de los voluntarios en ambos casos.

Los investigadores ofrecieron los resultados de su estudio como evidencia de las “leyes de la magia simpática” en la cultura americana. Estas leyes fueron nombradas y descritas por primera vez por el antropólogo del siglo XIX Sir James Frazer en su obra clásica The Golden Bough. La obra es un estudio comparativo de mitología y religión sobre los sistemas de creencias de las culturas “primitivas” en todo el mundo.

The Golden Bough intenta definir los elementos de las creencias religiosas y su tesis es que las viejas religiones eran cultos de fertilidad que ocurrían alrededor del culto y sacrificio periódico de un rey sagrado. Frazer anotó dos formas de creencias que aparecían una y otra vez.

Primero había una ley del contagio, “aquellas cosas que han estado en contacto siguen ejerciendo influencia una vez separadas”, decía. El hombre explicaba que si un objeto ofensivo tocaba un objeto neutral (un dulce y una caca, un cucaracha en el zumo) el objeto neutro queda contaminado por el contacto.

En segundo lugar hablaba de una ley de semejanza, “la imagen es igual al objeto”, decía. En este caso se refería a que dos cosas que se parecen comparten las mismas propiedades. Ejemplo de Frazer: una muñeca de vudú que se parece a una persona se convierte en equivalente a esa persona. O el dulce de azúcar que parece caca es tan repugnante como la caca.

Lo cierto es que en el mundo moderno nos gusta pensar que somos bastante racionales. Entendemos los principios de la buena higiene y cómo se transmiten las enfermedades. Nos gusta imaginar que no estamos gobernados por simple supersticiones.

Y sin embargo, muchas veces lo estamos. Como decían los investigadores, “hemos llamado la atención sobre algunos patrones de pensamientos que generalmente se han considerado como restringidos a las culturas pre-alfabetizadas o del Tercer Mundo”.

Lo curioso de todo esto es que la mayoría de nosotros reconoceremos fácilmente lo ilógico de estas creencias. Los postulados de la magia empática (o simpática) se encuentran hoy en día presentes en pseudociencias como la homeopatía (casualmente basada en “lo similar cura lo similar”).

Y aunque sabemos que esas leyes de la magia simpática no son reales, todavía no estamos preparados para comernos ese dulce que tanto nos recuerda a eso.