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Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales FLACSO – Sede Ecuador Departamento de Estudios Políticos Cultura Política Julián Martínez Ramos 1 de noviembre de 2013 La ‘cultura política’ de la ‘Revolución Ciudadana’ Resumen Se intenta analizar, en clave de los desarrollos en el campo de la cultura política, las principales características del discurso de la Revolución Ciudadana en el Ecuador. Almond y Verba (1963/1992) sostienen que la estabilidad política de los países se juega, en buena parte, en la correspondencia entre las características del sistema político y la cultura política de sus ciudadanos. Se sostiene entonces, que después de un largo período de inestabilidad, el discurso de la Revolución Ciudadana interpretó adecuadamente las demandas de la sociedad, llenando espacios discursivos y dotando de nuevos significados a las viejas luchas de la izquierda. A todas luces parecía que este renovado discurso abría la ruta a una nueva cultura política en el país, acorde a un sistema político más participativo y democrático. Sin embargo, el mismo estilo carismático de Correa ha desvirtuado la relación entre los ciudadanos y las instituciones del sistema político, y ha instalado una idea de relación directa con el líder. En su discurso, la confrontación con los enemigos de turno, la adjetivación del adversario, y el menosprecio a quienes se oponen a la revolución, han marcado la tendencia hacia una cultura política de súbdito, que se aleja de la participación democrática de los ciudadanos. La estructura del texto empieza con una contextualización del discurso correísta en el marco del giro a la izquierda en Latinoamérica. En ese marco, se repasa el nuevo ‘tinte’ de los discursos de izquierdas, y la importancia que tuvo el contexto regional para la consolidación del liderazgo de Correa. Seguidamente se analizan las posibles relaciones entre los enfoques de la cultura política y las características del fenómeno populista. Se apunta sobre todo a entender el potencial del populismo para delinear una cultura política particular, si es que esto es posible. Posteriormente, se abordan de manera específica las características de la cultura política que propone el discurso de la Revolución Ciudadana en el Ecuador. En este sentido, se contrastan los elementos principales del discurso con los tipos de cultura política que proponen Almond y Verba (1963/1992). Finalmente se hace una sucinta recapitulación de lo analizado para dejar planteadas algunas preguntas de interés para futuros análisis. Introducción: el giro a la izquierda latinoamericano A partir de fines de los años noventa, Latinoamérica vivió un cambio político significativo en cuanto a la elección (y dirección) de los gobiernos de sus países. Tal como señalan Levitsky y Roberts (2011), este ‘giro’ empezó con la elección de Hugo Chávez en Venezuela en 1998, y se ha mantenido hasta las actuales reelecciones de los mandatarios que forman parte de este ‘giro a la izquierda latinoamericano’. En la actualidad, dos tercios de los presidentes latinoamericanos pertenecen al grupo que comparte esta tendencia. Este ‘renacimiento’ de la izquierda tuvo su antecedente directo en las crisis financieras, en la profundización de la desigualdad social, y en general, en los bajos rendimientos económicos de los países de la región causados por la aplicación de las medidas pro-mercado por parte de los gobiernos de décadas anteriores. Según Levitsky y Roberts (2011), esto abrió nuevas oportunidades a una izquierda que estaba golpeada tras la finalización de la Guerra Fría, y el avance del capitalismo en occidente. Es así que, evidenciadas las consecuencias sociales de la apertura extrema al mercado, la primera década del nuevo milenio trajo cambios significativos en la forma de gobernar en América Latina. La nueva izquierda irrumpió con un discurso de renovación de las viejas luchas de sus antecesores marxistas. La igualdad, la equidad, la redistribución y la amplia participación del estado en la economía, tanto como el rechazo hacia las viejas políticas neoliberales, fueron las características principales de su retórica (Levitsky y Roberts, 2011). Es en este contexto, y en este momento, que en Ecuador se produce la primera elección de Correa en el año 2006. Su discurso y propuestas claramente se adaptaban a esta ola de presidentes orientados hacia la izquierda: “…un puñado de ciudadanos que decidimos liberarnos de los grupos que han mantenido secuestrada a la Patria, y así emprender la lucha por una Revolución Ciudadana, consistente en el cambio radical, profundo y rápido del sistema político, económico y social vigente, sistema perverso que ha destruido nuestra democracia, nuestra economía y nuestra sociedad. De esta forma empezamos esta cruzada llamada Alianza PAIS, más que con un lema de campaña, con una esperanza: la Patria Vuelve, y, con ella, vuelve el trabajo, vuelve la justicia, vuelven los millones de hermanos y hermanas expulsados de su propia tierra en esa tragedia nacional llamada migración.” (Rafael Correa, Discurso de posesión, 15 de enero de 2007. El subrayado es nuestro). Sin embargo, como sostienen Levitsky y Roberts (2011) no se pueden considerar a todos los gobiernos del ‘giro a la izquierda’ como equivalentes. Al menos dos elementos permiten establecer diferencias entre ellos. Por un lado, sus posiciones más moderadas, o más extremas en cuanto a las políticas y discursividad que emplean. En un espectro de izquierda-derecha, gobiernos como el venezolano o boliviano se ubicarían más hacia el extremo de la izquierda, mientras que gobiernos como el chileno, se ubicarían más hacia el centro, mostrando cambios más moderados en sus políticas y retórica. Por otra parte, los gobiernos del giro a la izquierda han presentado diferentes formas de escenificar sus posiciones. Aquí claramente se evidencian diferencias en cuanto al estilo carismático de los presidentes. Ello implica que algunos presenten características claramente populistas, como Chávez en Venezuela, y otros, características de liderazgos más moderados, como Bolivia o Chile. En este sentido, vale la pena retomar la tipología que proponen Levitsky y Roberts (2011), para comprender las diferencias entre estos regímenes, mirando especialmente al proceso ecuatoriano. Estos autores proponen analizar los gobiernos del giro a la izquierda a la luz de dos dimensiones: 1) el nivel de institucionalización de la organización política de los gobernantes, y 2) la fuente de la autoridad política (Levitsky y Roberts, 2011, p. 12). En este sentido, la organización política de Correa surgió como plataforma electoral, es decir, como un nuevo movimiento, lo cual indica que, en un inicio, sus niveles de institucionalización eran bajos. Asimismo, la fuente de autoridad se concentraba en el líder. Esto implica también que la movilización política ocurría desde arriba hacia abajo. Así, la categoría en la que se ubica el gobierno de la Revolución Ciudadana, en la tipología de Levitsky y Roberts (2011) es el de un populismo de izquierda. Cultura política y populismo El concepto de populismo es, en cierto modo, difícil de caracterizar. Algunos autores coinciden en el hecho de que la movilización política, de las o masas o en particular de los partidarios de la organización, ocurre desde arriba hacia abajo (top-down mobilization) (De la Torre, 2013; Levitsky y Roberts, 2011). Esta movilización se basa en la legitimidad de líderes personalistas, quienes se auto-proclaman representantes del “pueblo” o de “la patria” (De la Torre, 2013; Levitsky y Roberts, 2011). Otro punto de acuerdo entre los autores es el hecho que esta identificación con el pueblo implica, a la vez, el establecimiento de un enemigo en común: la oligarquía, la “partidocracia”, el pasado. En general, se trata de definirse por el antagonismo ante “el otro”, que es origen y causa de los males actuales, y a quien hay que combatir hasta las últimas consecuencias (De la Torre, 2013; Levitsky y Roberts, 2011). De hecho, Conaghan (2011) señala que los dos aspectos principales del mensaje de la campaña de Correa fueron la crítica a la corrupción de las instituciones y la falta de moral de la clase política, así como la desintegración de la patria por culpa del entreguismo de las élites. “Ahora, estamos liberándonos de las taras, de las malas prácticas en el escenario político; creen que no tenemos memoria, que no nos acordamos de cómo funcionaba el Congreso cuando era la junta de negocios de la partidocracia, junta donde se rifaban el botín del Estado […] Cuando tenían la hegemonía los de siempre, los que de acuerdo a los poderes fácticos debían seguir ganando las elecciones […] Nuestro país, nuestra gente, no resisten más la oprobiosa desigualdad que hemos heredado del pasado.” (Rafael Correa, Discurso de posesión. 10 de Agosto de 2009. El subrayado es nuestro). Entonces, se entiende al populismo como “como una estrategia para llegar al poder y gobernar, basada en un discurso maniqueo que polariza la sociedad en dos campos antagónicos: el pueblo contra la oligarquía.” (De la Torre, 2013, p. 26). Pero existe otro factor clave en la caracterización del populismo, y es el hecho de que no responde a ninguna ideología política definida. En este sentido, se pueden hallar populismos de izquierda y populismos de derecha, que articulan sus discursos en función de las demandas de la población, interpelando valores ocasionales como el patriotismo, la nación, el desarrollo, la seguridad, etc., según sea el momento político y económico en que ocurre (Levitsky y Roberts, 2011). Tal como señala De la Torre (2013, p. 27), el populismo tiene consecuencias en la relación entre la población y las instituciones políticas, ya que “rechaza las mediaciones de la democracia representativa y busca canales de comunicación directa del líder con su pueblo”. Este tipo de mediación, analizada en clave de los aportes de Almond y Verba (1992) sobre cultura política, puede resultar interesante. Para Almond y Verba (1992) existe un modo participativo de relación entre los ciudadanos con el sistema político, el cual ofrece la oportunidad de participar activamente en las decisiones políticas, mientras que el modo totalitario únicamente permite estar en calidad de “súbdito participante”. En este sentido, la cultura política de una sociedad particular, entendida como “orientaciones específicamente políticas, posturas relativas al sistema político y sus diferentes elementos, así como actitudes relacionadas con uno mismo dentro del sistema” (Almond y Verba, 1992, p. 179), se clasifica en tres tipos ideales. Esta tipología se basa en la consideración de las orientaciones (cognitivas, evaluativas y afectivas) hacia dos elementos principales de los sistemas políticos: las instituciones de participación (o proceso político, inputs), y las de administración (o proceso administrativo, outputs). Entonces, tomando en cuenta estos elementos los tres tipos de cultura política son: 1) Parroquial, 2) de Súbdito, y 3) participativa (Almond y Verba, 1992). La primera se caracteriza por una sociedad en la que no hay roles políticos muy claros. Tanto el reconocimiento de las autoridades o reglas, como los modos de participación en las decisiones políticas es casi nulo. El jefe político es asimismo un jefe religioso, social, moral, etc., dando muestras de que la relación es más afectiva que cognitiva. El segundo tipo implica un reconocimiento de la autoridad política, es decir, del proceso administrativo. Las reglas y autoridades tienen un rol claro, y los ciudadanos lo tienen presente. Sin embargo, la vía del proceso político no es tan clara, y la participación de los ciudadanos en las decisiones políticas es casi nula. Finalmente la cultura de participación se caracteriza por un amplio reconocimiento de la autoridad, tanto como de las vías de participación en la toma de decisiones. Existe un rol activo de la ciudadanía en la política (Almond y Verba, 1992). Evidentemente, estos tipos ideales no se presentan de ese modo en las sociedades, y más bien se pueden presentar culturas mixtas. Almond y Verba (1992) sostiene que estos casos se dan en las transiciones de un tipo de sistema político a otro, es decir, de los procesos evolutivos mismos de la democracia. La estabilidad del sistema político se basa en la posibilidad de superar las dificultades de la coexistencia de varios tipos de cultura política, así como de la congruencia entre las características del sistema político con las características de la cultura política de sus ciudadanos. Una mezcla que llama la atención para el presente análisis es aquella donde se juntan la cultura de súbdito y la de participación. Según Almond y Verba (1992), en esta mezcla, una parte de la población está orientada a la participación, mientras que la otra parte está únicamente orientada hacia el reconocimiento de estructura gubernamental autoritaria. En este punto cabe resaltar un señalamiento que hacen los autores, y que advierte la relación existente entre populismo y este tipo mixto de cultura política: “No es accidental el hecho de que regímenes autoritarios que surgen en sistemas políticos con culturas mixtas, de súbdito y de participación, tiendan a desarrollar un tono populista.” (Almond y Verba, 1992, p. 190). Esto último también es señalado por De la Torre (2013, p. 27), cuando afirma que el populismo “emerge en contextos en los cuales la gente común siente que los políticos les han arrebatado el poder y cuando ven que las instituciones políticas no les representan”. De hecho, para este autor, en sistemas políticos no tan consolidados, o frágiles, donde las instituciones representativas carecen de reconocimiento y legitimidad, “la búsqueda de mecanismos de ligazón directa entre el líder y sus seguidores y el asumir que el pueblo tiene una voluntad política única encarnada en el líder pueden ser peligrosos para el pluralismo y las libertades” (De la Torre, 2013, p. 27). Las claves de la cultura política en el discurso de la Revolución Ciudadana Los aspectos anteriormente señalados respecto a la relación entre populismo y cultura política permiten analizar la existencia de elementos de una cultura política de súbdito, o en todo caso mixta (participativa y de súbdito), en el caso ecuatoriano. Este análisis solo tomará una de las partes, el discurso proveniente de Correa y la Revolución Ciudadana. Se intenta identificar qué tipo de cultura política se propone desde el discurso populista de Correa, a partir del señalamiento de sus principales elementos retóricos. Una puntualización debe ser hecha antes de proseguir. Se refiere a la problemática que Alvesson y Karreman (2000, en Zepeda, 2010) señalan en torno al Discurso, con mayúscula, y al discurso, con minúscula. En términos generales, el primero se refiere a la práctica de proveer sentido a la realidad social, de largo alcance. El segundo hace referencia al discurso puntual, texto hablado y/o escrito por los actores. En este trabajo, como se habrá notado, se hace referencia siempre al primer tipo de discurso, excepto que se clarifique lo contrario mediante la cita o aclaración pertinentes. Además de ello, hay que señalar que el discurso de la revolución ciudadana no proviene únicamente de la figura del presidente Correa, sino de todo un andamiaje mediático que moviliza su mensaje. Conaghan (2011) sostiene que no se puede entender los procesos del giro a la izquierda sin entender cómo los líderes conceptualizan sus proyectos, es decir, cómo estructuran discursivamente su mensaje para proveer significado a la realidad. Pero además, en el caso que se analiza, el discurso no solamente define y estructura la realidad social, sino que da fundamento y legitimidad al liderazgo de Correa. Ese es un punto clave en el análisis. La constante creación y moldeamiento del imaginario en torno al eje de la patria y sus enemigos, implica, en un mismo acto, el apuntalamiento del líder como el primer y legítimo patriota. Siguiendo a Zepeda (2010), se retoman dos significantes claves, en torno a los cuales se genera discursivamente un tipo particular de cultura política. La Patria, y los enemigos son los ejes articulatorios de la práctica discursiva de Correa. Desde un inicio, la Patria era lo que había que recuperar. Zepeda (2010) señala que el slogan de campaña “La Patria vuelve” dice mucho sobre la estructuración discursiva del mensaje. Alrededor de este significante se estructuran toda una serie de elementos que movilizan a la población. Todo esto, tomando en cuenta el contexto político reciente, en el cual la inestabilidad política había dejado abierta la posibilidad (y la necesidad) de re-significar los elementos identitarios nacionales. “Queridos Compatriotas: Hace ya más de 50 años, cuando nuestro país estaba devastado por la guerra y el caos, el gran Benjamín Carrión expresaba la necesidad de volver a tener Patria” (Rafael Correa. Discurso de posesión. 15 de enero de 2007. El subrayado es nuestro.) Como se señaló anteriormente, la descalificación y señalamiento de sus enemigos políticos también ha sido una constante en el gobierno de Correa. El establecimiento de un “nosotros contra ellos”, al estilo schmitiano, en el imaginario social está siempre presente. La revolución se ve siempre amenazada por sus adversarios, y en el discurso esto está claro: “…los cobardes, los aupados tras las sombras, los que cuando creyeron que iba a tener éxito su intentona golpista sudaban whisky reunidos en un hotel de lujo (muy cercano de aquí) de la capital de la república; aquellos politiqueros fracasados que se llenan la boca hablando de libertad (libertad para ellos, no para el resto), de democracia (hasta cuando les convenga, hasta cuando haya el riesgo de cambiar algo pisoteémosla nomás); aquellos que no pueden ni podrán vencernos en las urnas y tratan de vencernos con la sedición, con la conspiración, la desestabilización. (Rafael Correa. Discurso conmemorativo del 30 de septiembre. El subrayado es nuestro.) En este sentido, existe también una temática que atraviesa todo el discurso, sobre todo en los últimos años, referida a la conspiración, y constante riesgo en el que se encuentra siempre la revolución. Una vez recuperada la patria no es posible volver a perderla, y los enemigos están al acecho, parecería ser el mensaje. Por ello el discurso está en permanente construcción, con un final abierto. Si bien se han moldeado los significantes, no se ha cerrado la disputa política en el plano discursivo, porque hay que mantener vivo el interés de la población. “Pero cuidado, compañeros, todavía somos vulnerables. Se han dado pasos gigantescos para que esta gente entienda que el tiempo de los golpistas, de los cobardes, de los traidores pasó y no volverá. Por eso, hay que estar más preparados que nunca. […] …todos los días, desde el primer día de gobierno esta revolución, este gobierno recibe las balas, los gases, las bombas de las mentiras, de la calumnia, de la desinformación, de la traición, de la manipulación de los que no quieren que cambie nada. Así que a seguir preparados; a prepararnos cada día para que los mismos de siempre no nos roben nuestra revolución.” (Rafael Correa. Discurso conmemorativo del 30 de septiembre. El subrayado es nuestro). Un último elemento que cabe resaltar es el componente emotivo del discurso correísta. Junto a la apelación a los valores patrióticos y nacionalistas, y a la victimización de la revolución en manos de “los mismos de siempre”, se incorpora el recurso a la emotividad de la población. Esto apuntala el carácter de mártir del líder, elevándolo hasta el panteón de los héroes de la patria. Es él el único capacitado para llevar adelante el cambio, incluso hasta con la vida. Solo basta recordar el conocido episodio en que abriéndose la camisa ante una multitud de policías armados dijo: “si quieren matar al presidente, aquí está. Mátenlo si tienen valor” (Correa en el Regimiento Quito, 30 de septiembre de 2010, tomado de De la Torre, 2013). En la conmemoración de los eventos sucedidos el 30 de septiembre de 2010 el presidente recordó su disposición a morir de ser necesario: “Cómo hubiera querido quedar ahí en el hospital, dejar mi vida y que no se pierdan esas vidas valiosas.” (Rafael Correa. Discurso conmemorativo del 30 de septiembre. El subrayado es nuestro). Sin embargo, lo que se quiere señalar aquí es que esta discursiva del presidente ejemplifica claramente la relación planteada entre populismo y cultura política. El reforzamiento de la imagen del líder como el único habilitado para resolver los problemas de la nación, no afecta solamente a eventos generales que conmocionan la vida política, como el 30 de septiembre, sino que además promueven una desvirtualización de las instituciones políticas como mediadores legítimos de las demandas ciudadanas en lo cotidiano. De la Torre (2013, p. 39) señala que “el líder carismático no se siente atado a reglas o instituciones y personaliza al Estado. Cuando estalló una crisis Correa se sintió llamado a personalmente resolverla pues él encarna a la nación y al Estado.” Esto afecta profundamente el contenido de los valores sociales respecto a la cultura política, modelando una cultura de súbdito, donde las instituciones no sirven de mediación de los conflictos, y el líder es quien resuelve en su calidad de estar en un lugar superior a la población. Por otra parte, la escenificación del discurso, es decir, la puesta en escena (mediante publicidad masiva, o en los enlaces ciudadanos) elimina al interlocutor. No existe un debate entre interlocutores válidos y legítimos, sino que se cierra el espacio de comunicación argumentativa, y se traza una estrategia de ilegitimación del adversario (Saltos, 2009). Asimismo, en su carácter de conocedor e ilustrado, en los enlaces ciudadanos, “las cátedras magistrales del presidente son interrumpidas [únicamente] por el aplauso de los asistentes. […] De esta manera se escenifica claramente el poder: el presidente-catedrático de la nación está por encima de un público que lo aclama pero que no tiene la posibilidad de entablar un diálogo crítico con el primer mandatario” (De la Torre, 2013, p. 32). De esta manera, queda fuera del diálogo el contradictor, se niega al contrapoder, y se cierra la posibilidad del disenso (Saltos, 2009). Todos estos elementos permiten afirmar que lo que promueve desde el discurso de la revolución ciudadana es una cultura política de súbdito, cerrada al diálogo, y donde las instituciones políticas solo son reconocidas en su función administrativa (outputs). La participación está restringida a apoyar las propuestas que vengan de arriba hacia abajo (top-down) para movilizar a la población. Los constantes conflictos con los movimientos sociales en los últimos años son un ejemplo de lo señalado. La descalificación constante y el intento de asociarlos con “intereses oscuros”, o con los viejos líderes derrotados del pasado, dan cuenta que existe un vaciamiento de las luchas populares en el discurso de participación de la revolución ciudadana. De esta manera, se crean nuevos significantes, las oligarquías ahora son pelucones, los adversarios políticos son partidocracia, los movimientos ecologistas son infantiles, y los movimientos sociales son fundamentalistas tirapiedras. Es así que la lógica del discurso intenta ganar legitimidad y expulsar al otro, al enemigo. Existe un solo sujeto: el presidente, y la participación se convierte en opinión pública (Saltos, 2009). Conclusiones A lo largo de este texto se ha intentado describir las características principales del discurso de la revolución ciudadana en clave de los aportes de Almond y Verba (1992) acerca de la cultura política. Se sostiene que los elementos patrióticos, heroicos, emotivos y confrontativos de la retórica del discurso de Correa, implican la promoción de una cultura política de súbdito. Lo característico de este tipo de cultura política es la ausencia de participación ciudadana en la toma de decisiones políticas, a la vez que el reconocimiento del proceso administrativo del sistema político. Es decir, el reconocimiento de la autoridad, mas no la implicación en la participación. Algunos elementos permitieron identificar una relación entre populismo y cultura política. En este sentido, De la Torre (2013), sostenía que el populismo es una forma maniquea de alcanzar el poder, mediante el impulso de un líder carismático. Tal y como sostenía Weber (1977), el dominio carismático se puede ver en este tipo de regímenes en los que, aunque con ciertos matices, sigue funcionando la relación entre poder, legitimidad y dominación. Asimismo, los elementos discursivos de la revolución ciudadana refuerzan la idea de Laclau y Mouffe (1985) acerca de que la lógica del populismo es la lógica de las identidades. Se apela en el discurso a los elementos patrióticos, resaltando siempre la figura de un enemigo, externo o interno, al que hay que combatir. En este sentido, las prácticas simbólicas del lenguaje dan forma a un discurso que modela la realidad: “la Patria Nueva”. Tal como afirma Sierra (2013), en su fase fundacional, este discurso interpelaba a una población huérfana de realidad política institucional: “salir de la larga noche neoliberal”. El punto nodal (Bourdieu, 1985), Revolución Ciudadana, generaba cadenas de significantes que daban sentido al entramado discursivo de Correa, a la vez que podían ser llenados con el contenido que fuere necesario para los otros significantes, a modo de significante vacío (Laclau y Mouffe, 1985). Es así que, con la retórica del retorno del estado, el cambio profundo y rápido de la sociedad, y la idea de que nada de esto es posible sin el liderazgo y la participación de Correa, queda ausente la posibilidad de procesamiento institucional de las demandas sociales. El líder es el intérprete legítimo (y único) de la voluntad del pueblo. Todo lo hace “con infinito amor” en nombre de la Patria, a costa del sacrificio personal. De esta manera, se consolida una orientación política hacia el líder y no hacia las instituciones políticas, características claves de una cultura política de súbdito. Finalmente sería interesante dejar planteada la pregunta justamente sobre el componente emotivo del presidente Correa. Nuevas perspectivas en estudios políticos sugieren una estrecha relación entre aspectos emocionales y conducta política. Estos elementos emocionales que se tratan de plasmar en el discurso de Correa abren un campo para nuevas preguntas y análisis sobre la potencia de su discurso, y la capacidad interpelativa de la revolución ciudadana, así como dudas acerca de su capacidad para mantener la tónica. Tal como advierte De la Torre (2013), “la visión antipartidos políticos y el no sentirse atado por las instituciones dificultarán que Correa rutinice su carisma. Sin instituciones partidistas estará sometido a la volatilidad de la voluntad popular sin que medien lealtades a partidos o instituciones.” Bibliografía Almond, Gabriel, y Verba, Sydney. The Civic Culture. Political Attitudes and Democracy in Five Nations, Sage Publications, Estados Unidos, 1989, Capítulo1 “An approach to political culture”, pp. 1-45 Bourdieu, Pierre, ¿Qué significa hablar?, Ediciones Akal, España, 1985, Sección II: “Lenguaje y poder simbólico”, Capítulos 1, 2, y 4 Conaghan, Catherine, “Ecuador: Rafael Correa and the Citizens Revolution”, en Steven Levitsky y Kenneth Roberts (editors) The Resurgence of the Latin American Left, The John Jopkins University Press, Maryland, USA, 2011, pp. 260-283 De la Torre, Carlos, “El tecnopopulismo de Rafael Correa. ¿Es compatible el carisma con la tecnocracia?”, en Latin American Research Review, Vol. 48, No 1, pp. 24-43 Laclau, Ernesto, y Mouffe, Chantall, “Más allá de la positividad de lo social”, en Laclau Ernesto y Chantal Mouffe, Hegemonía y estrategias socialistas, FCE, México, 1985, pp. 129-189. Levistky, Steven, y Roberts, Kenneth, “Introduction: Latin America’s ‘Left Turn’: A Framework for Analysis”, en Steven Levitsky y Kennet Roberts (editors) The Resurgence of the Latin American Left, The John Jopkins University Press, Maryland, USA, 2011, pp. 1-28 Saltos, N. (2009). El relevo: los dispositivos del poder. (Cap.) En: Villavicencio, F., Saltos, N., Zurita, C. & Arauz, L. (2009) El Discreto Encanto de la Revolución Ciudadana. Universidad Central del Ecuador. Quito. Sierra, N. (2013). Las falsas promesas de la Revolución Ciudadana: excluyendo el contenido comunista de la revolución socialista. (Cap.) En: Varios Autores (2013). El correísmo al desnudo. Ed. Arcoiris. Quito. Verba, Sidney, “On Revisiting the Civic Culture: A Personal Postcript”, en Gabriel Almond y Sidney Verba, (edits), The Civic Culture Revisited, Sage Publications, California, 1989 Weber, Max. 1977 Economía y Sociedad.Bogotá: Fondo de Cultura Económica. Zepeda, Beatriz, “Construyendo la nación en el siglo XXI: la ‘Patria’ en el discurso del presidente Correa”. En Transiciones y rupturas. El Ecuador en la segunda mitad del siglo XX, Felipe Burbano de Lara (Coord.): 159-196. Quito: FLACSO-Ecuador, Ministerio de Cultura. 11