Caldereta de langosta

El plato más emblemático de la cocina actual es esta caldereta hecha con las sabrosas langostas de Menorca. A pesar de su fama, la utilización de langostas en las calderetas es relativamente moderna, puesto que un siglo atrás apenas se usaba. Los pescadores la inventaron y cocineros locales, además de restaurantes con solera como los de Fornells, se encargaron de mejorar la receta hasta el punto que es casi obligado probar una caldereta de langosta si se visita la isla.


El nombre alude al recipiente de preparación, si bien se elabora en un recipiente de barro cocido o tià de terra, con un buen sofrito de verduras de la tierra, unos 500 gramos de langosta por persona y unas rebanadas muy finas de pan tostado. Los menorquines son amantes de las calderetas, aunque su degustación se reserva para fiestas y días señalados. Cabe apuntar también que muchos disfrutan igual o incluso más con una caldereta de pescado o marisco variado que con una de langosta.
Pero si la cocina menorquina se pudiera resumir en un plato, muy probablemente sería el oliaigua (se pronuncia 'oliaigo'), una sopa de origen payés, muy humilde en comparación con la caldereta pero con una tradición que pervive hoy en día y supera a la otra en cuanto a uso doméstico. Rara es la familia que no come un oliaigua en pleno verano, cuando las hortalizas de la isla están en su esplendor, acompañado una vez más por tostadas de pan duro y el gusto dulzón y refrescante de los higos. El más básico es el que se hace con tomates, cebolla, ajo, pimiento verde, aceite y agua (oli i aigua: oliaigua), pero en los recetarios se encuentra una amplia variedad: oliaigua broix (sin tomate, con los ingredientes mínimos), con col, blanco (con leche), con huevo, con espárragos...

 
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