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La extraña aparición en ‘SNL’ y otros hechos que sentencian el declive de Kanye West

El rapero, ahora autodenominado ‘Ye’, actuaba en el regreso del programa disfrazado de botella y pronunciando un discurso de defensa a Donald Trump (gorra ‘Make America Great Again’ incluida) que ha desatado abucheos y críticas entre sus propios fans.

Kanye West disfrazado de botella de agua cantando 'I Love It' en 'Saturday Night Life' (NBC).
Kanye West disfrazado de botella de agua cantando 'I Love It' en 'Saturday Night Life' (NBC).

«Soy uno de los mayores fans de Kanye del planeta. Me parto, pero no, esto no, jefe», escribía un usuario de Twitter tras la primera actuación de West en el estreno de la 44 temporada de Saturday Night Live (NBC). Disfrazado de botella de agua con gas Perrier y junto a Lil Pump, vestido de botella de Fiji, el rapero cantaba I Love It desatando la primera oleada de comentarios de descrédito de la noche en redes. Una nueva excentricidad que sumada a las otras dos cuestionadas actuaciones en el programa, la filtración del discurso defendiendo que Trump no es racista en pleno plató que no se emitió y fue abucheado por los presentes, su repentino cambio de nombre por ‘Ye’ horas antes y al anuncio en falso de que esa misma noche sacaría su disco Yandhi (señalado por contar con varias colaboraciones con artistas acusados de abuso sexual) crispan el ambiente. Que Kanye hace lo que le da la gana y le importa poco la repercusión no es novedad, pero la respuesta de fans, tuiteros y críticos es cada vez menos indulgente a sus salidas de tono. ¿Estamos asistiendo a la muerte del ídolo?

Tras denunciar que había sufrido bullying en los camerinos del programa por llevar la gorra roja (acusaciones sobre las que, por supuesto, Donald Trump se ha pronunciado), Kanye empezaba su perorata. «Los negros siempre quieren a los demócratas (…) Hay tantas veces que hablo con personas blancas sobre este tema y me dicen: ‘¿Cómo te puede gustar Trump? Es racista’. Bueno, si estuviera preocupado por el racismo me hubiera mudado de Estados Unidos hace mucho tiempo”, pronunciaba Kanye vistiendo la gorra roja con el lema ‘Make America Great Again’ de la campaña de Trump en el descanso publicitario tras cantar Ghost Town. Con todo el elenco del programa, del que Adam Driver ejerció como conductor, compartiendo escenario con él y presenciando el momento grabado y publicado por Chris Rock en Instagram Stories, los abucheos y las caras de desconcierto y negación de los allí presentes eran notables.

Aunque su apoyo al presidente, a quien él mismo denominó “amigo” y por el que ha decidido posponer su supuesta candidatura a la presidencia estadounidense hasta 2024, sorprende poco a estas alturas. Su continua propaganda en apariciones públicas, la última en su entrevista con Jimmy Kimmel, le distancian de la comunidad negra, a la que él mismo ha defendido a través de sus letras a lo largo de su carrera. Y de gran parte de su público, para el que negar su influencia dentro del hip hop y en el mundo de la moda es impensable. Ejemplo de ello es aquella vez durante la presidencia de Bush que lo tildó de racista en un telemaratón por el huracán Katrina, hecho que a pesar de las disculpas posteriores, el ex presidente describía como uno de los momentos más críticos de su mandato.

El infame episodio defendiendo que los 400 años de esclavitud habían sido “una elección” en su entrevista con TMZ y su posterior justificación supusieron un punto de inflexión en la imagen del cantante en mayo. Esta ya venía tocada de una convulsa semana en Twitter a finales abril en la que, entre otras cosas, anunció su candidatura a la presidencia del país, presumió de tener su gorra roja firmada por Trump, mostró su apoyo a Candance Owens (la conservadora afroamericana que considera al presidente un “salvador” y que se posiciona contra el movimiento Black Lives Matter) y fue llamado a la atención por John Legend, que mostraba su desacuerdo sobre el uso de su influencia que estaba haciendo apoyando a Donald Trump y sus acciones. Sucesión de hechos que no se tardó en contrastar por su coincidencia en el tiempo con el lanzamiento del clip This Is America, la lúcida y viral crítica a la brutalidad policial estadounidense contra la comunidad afroamericana de Childish Gambino (Donald Glover), para quien Kanye West había sido una señalada influencia.

Ante la marea de críticas, Kim Kardashian se lanzaba a Twitter para defenderlo de quienes achacaban sus arrebatos tuiteros a su estado de salud mental, por el que había estado ingresado durante un tiempo en 2016. “Es un pensador libre, ¿no está eso permitido en Estados Unidos? ¿Que algunas de sus ideas difieren de las tuyas tiene que tacharse de salud mental? No es justo”. Con su último trabajo, Ye (como su nuevo nombre artístico) que publicaba en junio, él mismo aborda el tema de su bipolaridad que también discutió en el programa de Kimmel. En él contó además que, previo a su ingreso, cuando había comenzado a hacer públicas sus ideas sobre Trump, había sido advertido de que su carrera se acabaría si seguía defendiéndolo porque, según sus palabras, «si eres músico y afroamericano en Hollywood se supone que tienes que tener un pensamiento monolítico, solo puedes ser demócrata». Y reconoció que, para él, seguir defendiendo al republicano representa “vencer el miedo y hacer lo que sientes sin importar lo que nadie diga (…) De hecho, me gusta mucho cuando la gente se enfada conmigo por determinadas cosas”, retaba.

Otro gesto objeto de controversia tuvo lugar hace apenas unos días, cuando acudía a las oficinas neoyorquinas de The Fader para hablar de su nuevo disco, Yandhi, ese que finalmente no ha visto la luz -quién sabe si como otra de sus extrañas estrategias de marketing-. Vistiendo de nuevo la famosa gorra roja y con una camiseta con el nombre de Colin Kaepernick, protagonista de la exitosa campaña antirracismo de Nike y activista al que, precisamente los seguidores de Trump, han demonizado con la quema de sus zapatillas de la firma deportiva a modo de protesta. Una incompatibilidad de ideas de la que West no ha dado explicación y a la que nadie se la encuentra que parece más bien uno de los troleos del artista. Pero no fue lo único a comentar de esta aparición: confirmaba que este álbum cuenta con la colaboración del recientemente asesinado XXXTentacion, acusado de haber agredido físicamente a su novia embarazada, y de 6ix9ine, acusado por abusar sexualmente de una menor de 13 años. Un suma y sigue en su historial de defensa de abusadores sexuales que incluye la también reciente declaración de que hubiera preferido que Louis C. K. se encargara de presentar el programa en vez de Driver, el escenario y el tema compartidos con Lil Pump, cuyo vídeo golpeando a una mujer se filtró o el tuit en mayúsculas y mucha exclamación con el que, antes de que salieran condena y sentencia, el rapero gritaba «Bill Cosby inocente”.

Ante este escenario, las críticas a su individualismo que bebe de su posición privilegiada para después banalizar las opresiones sufridas por toda una comunidad. Las palabras del crítico Van Lathan tras sus comentarios sobre la esclavitud ya apuntaba la dirección que muchos han tomado después hacia el rapero: «Hay consecuencias en el mundo real, en la vida real, detrás de todo lo que acabas de decir. Y mientras estás haciendo música y siendo un artista, viviendo la vida que has ganado siendo un genio, el resto de nosotros en la sociedad tenemos que lidiar con estas amenazas en nuestras vidas. Tenemos que lidiar con la marginación consecuente de los 400 años de esclavitud que dijiste. Francamente, estoy decepcionado, estoy consternado y, hermano, estoy increíblemente herido por el hecho de que te hayas transformado en algo, que para mí, ya no es real«. Titulares como «¿Está Kanye West en realidad intentando destrozar su vida?«, «¿Importa lo que Kanye West piense?» o «¿Por qué Kanye West se está precipitando a la irrelevancia?» proliferan por la red en los últimos días señalando, como dice Adam White en The Telegraph, que aunque siempre ha sido provocador y su carrera parecía «intocable», los últimos arrebatos «tienen menos peso: controversia por el bien de la controversia, como si fuera todo lo que le queda por ofrecer«.

El discurso de West parece cada vez más alienado y alejado de la realidad. Un tiempo especialmente mal escogido para lanzar estos mensajes en el que el compromiso social, como demuestran otras estrellas y también las marcas, es necesario por el complejo momento que atraviesa su país a causa del racismo y la misoginia estructurales que se alimentan desde el despacho oval, y también lo más conveniente en cuestión de réditos de imagen. Aunque lo cierto es que con su fortuna casi billonaria y su entrada en los números unos de Billboard con Ye (la quinta mejor de un álbum en 2018) no parece que el imperio del creador de Yeezy esté en peligro de extinción, será cuestión de tiempo ver el calado definitivo de sus desvaríos sobre su imagen.

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