Águilas y leones: el derbi lisboeta

El paradigma del enfrentamiento entre familias vecinas y rivales fue inmortalizado por William Shakespeare cuando convirtió la ciudad de Verona en el escenario de las desavenencias entre Capuletos y Montescos. Cuatrocientos años después, dos familias impulsadas por antiguas divergencias, hicieron que se desencadenasen nuevas discrepancias en la desembocadura del río Tajo.

Todo comenzó a principios del siglo XX, cuando algunos de los antiguos alumnos de la Casa Pia, una institución pública centrada en la educación de jóvenes, decidieron crear un equipo de fútbol. Se llamaría Sport Lisboa, vestirían de color rojo y su emblema sería un águila imperial. Al poco tiempo de su fundación, y por no contar con un poder financiero importante, muchos de los jugadores decidieron marchar al otro equipo de la ciudad, el también recién fundado Sporting Clube de Lisboa, cuyo escudo estaba dominado por un león rampante y la casaca se componía de rayas horizontales blancas y verdes. Esto provocó los primeros roces entre ambos. El Benfica propiamente dicho era un club de ciclismo, al que se fusionó en 1908 el Sport Lisboa para hacer frente a los progresos de su vecino y rival. Este es el motivo por el cual en el escudo del Benfica aparece una rueda de bicicleta sujetada por las garras del águila.

 

El primer partido entre ellos data del 1 de diciembre de 1907 y tuvo todos los ingredientes de un derbi: señores bien vestidos, de cabello repeinado, bigote recortado y la más fina flor en la solapa, sentados en bancos de madera para ver a veintidós jóvenes corriendo detrás de uma pelota. Se adelantó el Sporting por medio de Cândido Rodrigues, uno de los tránsfugas, y luego Álvaro Corga puso el empate en el marcador, antes de que la lluvia apareciera con gran fuerza. El encuentro se restauró después de convencer a los jugadores del Sporting, que habían abandonado el campo, mientras que los del Benfica resistieron la lluvia impávidos y serenos. El marcador final fue de dos goles a uno para los leones gracias a un gol en propia puerta del benfiquista Cosme Damião, uno de los padres del club.

No fue hasta 1934 cuando empezó a disputarse la Primeira Liga. En las décadas de 1940 y 1950, el Sporting fue el equipo más laureado, conquistando diez campeonatos. Una situación que se revirtió en las dos décadas siguientes, cuando el Benfica vivió su período de máximo esplendor. Ganó catorce ligas por solo cuatro del vecino. Y no solo empezó a coronarse en Portugal, sino que extendió sus redes a toda Europa y, por ende, al mundo entero. Entre 1961 y 1968 llegó a cinco finales de Copa de Europa, de las cuales ganó dos consecutivas: en la temporada 1960/61, la primera que no ganaba el Real Madrid, y en la 1961/62, ya con el mítico Eusébio en sus filas.

Con la “pantera negra” llegó una de las anécdotas que abrirían más brecha entre Sporting y Benfica. Eusébio nació en Lourenço Marques, la capital de la antigua colonia lusa Mozambique, hoy Maputo, y desde niño destacó con un balón en los pies, lo que le sirvió para entrar a formar parte del Sporting Lourenço Marques, filial africano de su homónimo en Lisboa. En el equipo franjiverde anotó 77 goles en 42 partidos, números que pronto llevaron los cazatalentos a la capital de la metrópoli. Curiosamente sería el Benfica, cuyo filial africano había rechazado al jugador años antes, quien se haría con sus servicios tras una dura pugna legal. Con los águilas, Eusébio se convirtió en un mito del fútbol y conquistó nada más y nada menos que once ligas, cinco copas y la ya mencionada Copa de Europa. También fue siete veces el máximo goleador del campeonato doméstico, tres veces de la Copa de Europa y del Mundial de 1966, donde ayudó a Portugal a conseguir el tercer puesto, el mejor hasta ahora en una Copa del Mundo.

 

Durante la etapa de Eusebio en el Benfica, la hegemonía fue claramente bermellona en Lisboa. Pero la derrota más abultada que sufrió fue en su propio estadio y en un derbi. El Sporting se impuso por dos goles a cuatro, con un póker de goles del delantero João Lourenço incluido. La victoria se produjo de tal manera que hubo quienes juraron que el Sporting no volvería a ganar tan claramente en casa de su rival. Verdadero o falso, pronóstico o maldición, lo cierto es que los leones no lo volvieron a hacer hasta 1987.

Solo un año antes el Sporting le había endosado al Benfica la mayor goleada vista en la historia de los derbis (7-1), algo que tuvo respuesta unos años más tardes (1993/94) con un 3-6 favorable a los águilas. Y si eso no bastaba, en la penúltima jornada de la liga en la temporada 1999/2000, con el Sporting a punto de ganar la liga 18 años después, recibía a un Benfica que estaba acabando un año difícil y lejos de la cabeza. Un gol del egipcio Sabry puso el 0-1 que, aunque no sirvió para que el Sporting perdiera el campeonato, sí mantuvo a la afición rival durante toda una semana en vilo esperando cantar tan ansiado alirón.

Cual historia de amor, como la de Romeo y Julieta, el Sporting y el Benfica aman Lisboa pero la tienen dividida en verde e vermelho. Solo una avenida de apenas tres kilómetros, ahora avenida Eusébio, separan los estádios José Alvalade y Da Luz. Durante décadas, la historia de los clubes más importantes de Lisboa fue la historia de los dos clubes principales de Portugal, hasta la irrupción brutal del Oporto. Pero que nos perdonen los dragones porque hoy no es su día, hoy es el día del águila imperial y el león rampante.

Jesús Gil

Químico de Barbate en la capital del Reino, Redactor en 'El fútbol es injusto' y 'Toda una amalgama', Autor de 'Radical Barbatilo' y CIBAthletic.blogspot.com, Bonapartista y ¡MADRIDISTA a muerte! Genial, no?

4 comentarios en “Águilas y leones: el derbi lisboeta

  1. Es una bonita historia que ningún amante del fútbol y de la rebotica del mismo debe dejar de leer. Impresionante y apasionante el continente y contenido de la misma. Enhorabuena

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