Con el mismo ahínco de la gestión para lograr una justa reestructuración de su deuda, y al mismo nivel del empeño por la recuperación de los daños dejados por el huracán María, Puerto Rico tiene que encaminarse, con pasos firmes y sin equívocos, por la ruta de un modelo de desarrollo económico que le haga honor a la productividad.
La obra inmensa que representa superar la ya prolongada etapa de la recuperación, para entrar de lleno a la de la reconstrucción, debe caracterizarse por un trabajo sin pausa y por el hecho de que cada jugador es consciente de que cada dólar y cada día cuentan a la hora de medir el resultado de los recursos invertidos en la misión de levantarnos como pueblo.
Ese nuevo modelo, sin embargo, tiene que partir de un plan de desarrollo económico que tenga como espina dorsal la productividad; y que sea la fiscalización rigurosa su sostén fundamental. Porque todo proyecto que involucre recursos públicos y que sea dejado a su suerte sin la rendición de cuentas, redundará en una inversión fallida, incapaz de cumplir su fin público, a la vez que queda impedido de ayudar a añadirle valor al desarrollo económico.
Sabemos que no será fácil -ni lo lograremos a corto plazo- liberarnos del pesado y desastroso lastre que cargamos a consecuencia de la crisis económica y fiscal y a partir del azote del huracán.
Pero si el camino lo emprendemos con unidad de propósito, con las capacidades dirigidas a lograr que las decisiones se tomen, no segregando sectores, sino pensando en el País, entonces Puerto Rico podrá alcanzar las metas de abrir más centros de producción y creación de empleos de calidad, que es lo que define una verdadera pujanza económica con calidad de vida y justicia social.
Estos son puntos fundamentales a la hora de delinear un plan y lanzarse a administrar la ejecución de una política de desarrollo económico. Es esto lo que garantiza la real sostenibilidad, en tanto y en cuanto sus resultados corren en forma más horizontal en beneficio del gobierno, del sector privado que crea los empleos, del trabajador, del sector comercial, debido a la calidad del consumo y de toda la población.
Cambiar los paradigmas, dejar atrás las improvisaciones, profundizar en la disciplina fiscal cortando lo innecesario y enfatizando en la inversión social, es lo que puede llevarnos al próximo nivel del desarrollo socioeconómico.
Este es un momento de reflexionar y de actuar en consecuencia.
Estos planteamientos se hacen, sin embargo, conscientes de lo que representa para el gobierno y el País manejar los casi 12 años de contracción económica, de enfrentarse a una situación de quiebra tras una deuda de más de $70,000 millones y de deficiencias cercanas a los $50,000 millones en sus sistemas gubernamentales de pensiones.
En medio de todo esto, el éxodo masivo se ha vuelto cotidiano y otros efectos sociales dicen presente en la vida diaria de nuestras comunidades.
Pero más que barreras insalvables, debemos asumir estos males como grandes desafíos.
Porque si bien son problemas grandes y complejos, debemos verle un tamaño menor que el de nuestras voluntades.
Abrazando un plan de desarrollo económico bien fiscalizado y enfocado en la productividad, pueden lograrse los cambios sustanciales que necesita el País.
Recibe más información sobre esta y otras noticias. Pulsa aquí si eres usuario de Android o de iPhone.