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Educación

«Para muchos padres, si el maestro no sigue el libro en el aula, hace algo extraño»

César Bona, el mejor profesor de España, apunta que hay colegios en los que se enseña inglés, lengua, sociales... como productos envasados «y eso no estimula el aprendizaje»

«Para muchos padres, si el maestro no sigue el libro en el aula, hace algo extraño»

laura peraita

César Bona (Zaragoza, 1972) se convirtió hace unos meses en el mejor maestro de España al dar a conocer sus proyectos educativos en el aula y ser seleccionado como uno de los 50 mejores maestros del mundo, según el Global Teacher Prize, conocido como Premio Nobel de los profesores.

—¿Por qué cuesta tanto que se conozcan los proyectos educativos que funcionan en nuestro país?

—Por la falta de confianza al compartir. También se ha tomado por norma valorar más lo que se hace en otros países. Hay muchos maestros españoles que hacen proyectos muy interesantes y si a ellos les sirven, también serán útiles para otros profesores. Pero son anónimos.

—¿De qué depende que se den a conocer?

—La administración debería apoyar la innovación educativa al igual que en la empresa privada es lo primero en lo que se invierte. Falta que estimulen proyectos interesantes. Tendrían que contar más con la opinión de los profesores e incentivar los proyectos que funcionen, pedirles consejo y construir a partir de las necesidades de alguien que está diariamente con los niños. Una opción es reunir a los docentes con proyectos que funcionan y darles un empujón para que tengan visibilidad y puedan aplicarse en otros colegios. Falta decisión. Muchas buenas prácticas quedan escondidas dentro del aula.

—¿Qué debe cambiar para que los alumnos tengan mejores resultados?

—La formación del profesorado. En su programa, por ejemplo, hay un cuatrimestre de sintaxis. Si se sustituyera por enseñar a los futuros maestros a hablar en público, estimular su creatividad o saber gestionar emociones sería mucho más provechoso para todos. También es un error el salto que hay entre Infantil, Primaria y Secundaria. Parecen mundos distintos. En Infantil los niños aprenden jugando, se mueven, hacen las asambleas, cantan. En Primaria están todos sentados, tienen que aprender a escribir, leer... En secundaria deben saber los pronombres, análisis de oraciones. En mi opinión, muchos profesores que dan clases en la universidad para preparar a los docentes deberían pasar también un tiempo en los colegios y analizar el día a día.

—¿Les cuesta a los padres asimilar fórmulas de aprendizaje distintas a las que ellos utilizaron en su época?

—El libro de texto es una herramienta clave, pero durante años ha sido la única. Podemos utilizarlo, pero no es la guía a seguir en exclusiva. Para muchos padres, si te sales de ahí, ya estás haciendo algo extraño. Hay estudios por proyectos maravillosos con los que los niños aprenden mucho sobre la vida y que no están en los libros. La educación se ha visto como un producto envasado en inglés, lengua... y eso no es la vida. Se le olvida a muchos padres y también a algunos maestros.

—¿Cómo debe ser la radiografía del profesor en la actualidad?

—Debe ser "oreja" para saber escuchar a los alumnos y a los padres. Es importante que conecte con los niños para saber cómo se sienten y viven en cada momento. También debe hacer de la escuela un lugar donde les apetezca ir porque si a un adulto no le gusta su trabajo se cambia a otro, pero los niños no tienen esa opción por ellos mismos. Si se sienten a gusto es más fácil que el conocimiento fluya.

—¿Se sigue dotando a la nota de excesiva importancia?

—La inercia es que prime más la evaluación y no que los niños aprendan. Es un grave error. Parece que la nota es lo único que prima, y es importante porque sino no sabemos si el alumno mejora o no, pero no puede servir como meta. Muchos padres dicen a sus hijos "has sacado un ocho y fulanito un 9". Lo que hay que hacer es educarles, no para ser mejor que el de al lado, sino mejor de lo que eran antes. Hay que enseñar a los niños a aprender, no para aprobar un examen.

—Entonces, ¿una de las claves es que los docentes motiven a los niños para aprender?

—Efectivamente. Es una de las cuestiones que se nos olvidan. Nuestro fin es invitarles a que aprendan y, sin embargo, nos empeñamos en no hacerlo. Si les estimulamos la curiosidad por las cosas serán máquinas de descubrir durante mucho tiempo. La gente no deja de aprender porque se haga mayor, sino porque deja de sentir curiosidad por lo que les rodea.

—¿Qué papel juega en todo esto la memorización de contenidos?

—No es un error, también es importante porque hay que saber usar la mente para guardar datos.

—¿Qué opina del papel de las tecnologías en el aula?

—Hay gente que piensa que usar la pizarra digital no es correcto. La tecnología es una herramienta más, e igual que el libro, hay que saber usarla y aprovecharla. Los niños están todo el día rodeados de tecnología. ¿Se la vamos a quitar? Se les puede estimular la curiosidad fomentando que investiguen en internet información y que sepan buscar fuentes. Lo importante es saber utilizarlas bien. De todas formas, insisto en que antes de que en los libros y tecnologías hay que fijarse en lo que los niños llevan dentro.

A veces parece que la escuela es una burbuja apartada de la vida real. Se sigue diciendo, por ejemplo, que hay que estudiar los determinantes, pero la expresión oral sigue, sin embargo, sin estimularse en los colegios.

—¿Es, entonces, una asignatura pendiente?

—Hay alumnos que, como yo cuando era pequeño, no se atreven ni a levantar la mano en clase para dar una respuesta que saben que es la correcta. Necesitan aprender a alejar la timidez, a expresar pensamientos, decir lo que les parece injusto. No entiendo cómo sigue sin estimularse. Yo, todas las tardes de los lunes, las dedico a que los alumnos hablen en público. Se suben a la mesa y tratan temas serios y otros surrealistas. El resultado en un año es impresionante. Imagina si se empezara a trabajar desde primero de Primaria.

—¿Y qué opinión tiene sobre mandar deberes a casa?

—Como cada profesor quiere que los alumnos aprendan su asignatura, mandan deberes de cada materia. Los alumnos llegan a casa, meriendan, hacen deberes, cenan y se van a dormir. ¡Hay que pensar que son niños! Yo a su edad, tiraba la mochila al llegar a casa y me iba a hacer cabañas en el río. Usaba la niñez, disfrutaba de mi infancia. Ahora no sucede. ¿Cómo va a ir un niño contento a la escuela si ha estado toda la tarde en la escuela, pero en casa? Debe tener tiempo para jugar. Y para aburrirse porque así empezará a descubrir cosas. Es básico que tengan tiempo para sentirse curiosos. En las clases se debe destinar un tiempo para que hagan sus deberes y si les queda algo que lo terminen en casa. Son niños, no lo podemos olvidar.

—¿Cómo debe ser la comunicación de padres y docentes?

—Debe ser muy fluida porque los padres desconocen lo que hay en la escuela. Es difícil que sea diaria, pero la agenda es un elemento esencial y los padres no le prestan mucha atención. Es importante que al profesor se le comunique, incluso, si el niño se siente mal o triste, no todo debe referirse a las materias, y así se podrá entender que si no rinde es por algún motivo. El canal debe estar siempre abierto. Vamos en el mismo camino, no podemos olvidar que debemos comunicarnos e ir juntos. Los padres también deben asumir que el maestro es un profesional y hay que seguir sus consejos. Nosotros también debemos escuchar a los padres y pueden aportar. A veces cuesta convencer a los padres que lo que hacemos es lo mejor para sus hijos.

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