La fascinación de los artistas de París del XIX por los prostíbulos

  • Los museos d'Orsay y Van Gogh se alían en la gran exposición temática 'Esplendores y miserias: imágenes de la prostitución, 1850-1910'.
  • Edgar Degas, Henri de Toulouse-Lautrec, Édouard Manet, Edgar Degas o Vincent Van Gogh encontraron en los burdeles a muchas de sus modelos.
  • En el imaginario decadente milenarista, la prostituta y la mujer son una 'entidad indistinta y amenazadora, encarnación de todos los vicios', dicen los organizadores.
La 'Olympia' de Manet, posiblemente pintada con una prostituta como modelo
La 'Olympia' de Manet, posiblemente pintada  con una prostituta como modelo
Paris, Musée d’Orsay © Musée d'Orsay, Dist. RMN-Grand Palais / Patrice Schmidt
La 'Olympia' de Manet, posiblemente pintada con una prostituta como modelo

Es la primera vez que los burdeles y las prostitutas llegan a un museo como tema artístico. Splendeurs et misères: images de la prostitution, 1850-1910 (Esplendores y miserias: imágenes de la prostitución, 1850-1910), coorganizada por dos grandes pinacotecas europeas, el d'Orsay de París y el Van Gogh Museum de Ámsterdam, se adentra en la fascinación que las vanguardias de la segunda mitad del siglo XIX y la belle epoque padecieron por las mujeres públicas.

Para Charles Baudelaire, augur de lo audaz y el decadentismo, las prostitutas eran "un tema moderno por excelencia". Muchos artistas plásticos del rebosante ambiente creativo parisino de la época —la ciudad era la cuna de las vanguardias y el faro que marcaba el rumbo— siguieron la estela del escritor, para quien el arte y la prostitución estaban hermanados en la venta de paraísos artificiales y placeres fingidos. Aunque el sistema normativista pretendía ejercer un control estricto de la prostitución, entonces considerada como un "mal necesario", el prostíbulo fascinó a varias generaciones de pintores.

'Realidades y fantasías'

En cartel en el museo parisino entre el 22 de septiembre y el 17 de enero de 2016, Splendeurs et misères —que cuenta también con la colaboración de la Biblioteca Nacional de Francia, que ha cedido numerosa documentación gráfica y escrita— intenta reconstituir la forma en la que los artistas, tanto franceses como extranjeros, fascinados por las protagonistas y los escenarios de la realidad social del amor a crédito, "han buscado sin tregua nuevos medios pictóricos para representar sus realidades y fantasías", dicen los organizadores de la sugestiva muestra.

Omnipresente en la sociedad parisina desde la mitad del siglo XIX, la figura de la prostituta es no sólo mostrada por los artistas, sino también idealizada como "polimorfa e inasible". Entre el Segundo Imperio y la belle époque los pintores, fotógrafos, cineastas y otros creadores de varias generaciones se dejaron fascinar por el tema y representaron una vez y otra el ambiente y protagonistas del sexo por dinero en obras que, como apuntan desde el museo, "a menudo se aproximan más de la fantasía que a los hechos observados".

Las mujeres de Degas durante la higiene íntima

Constantin Guys —dibujante y grabador de explícitas escenas de conversación en los bares de los locales de alterne—, Edgar Degas —con sus mujeres en momentos de higiene íntima en palanganas, como Femme nue, accroupie, vue de dos (1876)—, Henri de Toulouse-Lautrec —que dibujó momentos reales como la inspección médica de una profesional de la prostitución— y Emile Bernard fueron pioneros en mostrar la atmósfera febril de los burdeles y la intimidad de prostitutas antes de las llegada de los clientes.

En la exposición también hay tempranas fotografías que componían en los estudios reconstrucciones de los salones y alcobas de los prostíbulos y utilizaban modelos reales para mostrar "lugares de sociabilidad masculina" presentados como "promesas de iniciación, voluptuosidad y transgresión".

'Juego de apariencias'

Lejos de limitarse a lugares específicos, la prostitución de la época, además, "invade el espacio público" de la capital francesa a lo largo de todo el siglo XIX. "En el bulevar, el teatro o la ópera, resulta a menudo difícil distinguir las mujeres honradas de las mujeres venales", porque estas últimas "mantienen la ambigüedad" en un "juego de apariencias" que nutre la imaginación de artistas como Jean Béraud, Louis Anquetin o Louis Valtat.

Menos regulados que los prostíbulos, siempre en peligro de ser visitados por la policía, los cafés, cervecerías y cafés-concierto son lugares en los que se desarrollan una nueva forma de prostitución, la de las mujeres que buscan clientela en espacios públicos que sirven para un primer contacto. Édouard Manet —de quien puede verse el bellísimo desnudo Olympia (1863)— y Vincent Van Gogh encontraron en estos establecimientos a modelos femeninas a las que mostraban como "víctimas de la embriaguez melancólica".

La 'alta prostitución'

En la cúspide del sistema, las cortesanas, las  "estrellas de la alta prostitución" encarnan un "éxito social" que manifiestan mediante el encargo y la difusión de retratos pintados, esculpidos o fotográficos. La sofisticación de sus trajes y las lujosas decoraciones de las mansiones que hacen construir o habilitar, "nublan las fronteras entre el mundo y el submundo". Se trata de mujeres que a menudo comienzan como estrellas de teatro o cabaret y que la alta sociedad observa como "prescriptoras en materia de moda y de gusto".

Estas "poderosas mujeres fatales" que "complican la dominación masculina" aparecen en las obras alegóricas de los simbolistas Félicien Rops y Gustav Adolf Mossa. Los responsables de la muestra recuerdan que "en el imaginario simbolista y decadente de finales de siglo, la prostituta y la mujer llegan a formar una entidad indistinta y amenazadora, encarnación de todos los vicios".

Lúgubre y coloreada

Con la llegada del siglo XX y sus promesas, las prostitutas aparecen en una "asombrosa variedad, a la vez lúgubre y coloreada" en pinturas modernas de Edvard Munch, Frantisek Kupka, Georges Rouault, Auguste Chabaud, Maurice de Vlaminck, Kees Van Dongen o Pablo Picasso, de quien se exhibe Buveuse d'absinthe (Bebedora de absenta, 1901)..

Como complemento a la exposición, el d'Orsay proyectará un ciclo de películas de óperas de la época, reconstruye el espacio de un cabaret —el Café Polisson— donde se celebrarán conciertos con canciones de éxito de los años febriles y organiza una serie de nueve conciertos.

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