El silencio como aliado para conocerse a sí mismo

El silencio como aliado para conocerse a sí mismo

Decía Ernst Hemmingway: “Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar”. ¡Cuánto nos cuesta permanecer en silencio!

Cuando estamos en compañía nos sentimos incómodos cuando haya un espacio largo de silencio sin que nadie dice nada. Creemos que es “de mala educación” no decir nada. Muchas veces nos forzamos a hablar únicamente para romper este silencio. Sacamos cualquier tema … palabras que en realidad sobran. Decía Jorge Luis Borges, con mucha razón, "No hables a menos que puedas mejorar el silencio".

Y luego nos da miedo estar en silencio cuando estamos solos. Ponemos rápidamente la radio o música para evitar el silencio. ¿Será porque nos da miedo encontrarnos con nosotros mismos?

El silencio como aliado para conocerse a si mismo

La verdad es que el silencio es nuestro gran aliado para conocerse a sí mismo y para mirar hacia dentro. En nuestro entrenamiento de mindfulness para adultos y niños enseñamos diferentes técnicas que sirven para tener un primer contacto con este silencio profundo donde nos podemos encontrar con nosotros mismos, allí donde hay una zona de paz y donde podemos recargar nuestras pilas y donde se encuentra nuestra sabiduría interna. Por ejemplo, es maravillosa la experiencia de "disfrutar de una comida o cena en silencio" estando plenamente presente y consciente.

En las empresas el silencio y la atención plena bien aplicada también puede ser muy útil. Por ejemplo, aplicando la comunicación consciente (escucha activa, no interrumpir a los demás, etc) o generando un aumento de concentración y de la  creatividad.  

Cuento Zen sobre lo difícil que es mantener el silencio

Los estudiantes de la escuela Tendai solían practicar la meditación mucho antes de que el Zen llegase al Japón. Cuatro de estos estudiantes, amigos íntimos, se prometieron el uno al otro en cierta ocasión observar siete días de absoluto silencio.

Durante el primer día, todos permanecieron callados. Su meditación había empezado con buen pie. Pero al caer la noche, como fuera que la luz de las lámparas de aceite había empezado a palidecer, uno de los estudiantes no pudo evitar decir a un sirviente:

– Recarga esas lámparas.

Un segundo estudiante se quedó estupefacto al oír hablar el primero.

– Se suponía que no ibamos a decir una palabra – observó.

Entonces, el tercero dijo:

– Sois los dos unos estúpidos.

– ¿Por qué habéis hablado?

Y el cuarto estudiante concluyó:

– Yo soy el único que no digo nada.

Si quieres saber más sobre el entrenamiento de atención y mindfulness para adultos y niños o en empresas, visítanos en sloyu.com.

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