Uruguay: "Estar ahí y que te vean, te garantiza la vida" - Entrevista a Alicia Cadenas

25 agosto 2015

Alicia Cadenas y su compañero, Ariel Soto. ©João Pina

Alicia Cadenas tenía 25 años cuando fue detenida en Buenos Aires, en 1976. Había ido a vivir a la capital argentina huyendo de la persecución en Montevideo, su ciudad de origen, tras el golpe militar de 1973. Después de dos meses detenida en Argentina, fue trasladada a Uruguay junto a otros presos. Tras dos años en la cárcel, recibió la libertad condicional. En esa ocasión, logró huir con su compañero a Rio de Janeiro, Brasil, desde donde se exilió en Suecia, país donde vivió por 10 años hasta el fin del régimen militar en Uruguay. Hoy es jubilada y desarrolla proyectos ligados a movimientos comunitarios y sociales en la capital uruguaya.

¿En qué año fue presa? ¿Cómo sucedió?

Estaba exilada en Argentina desde 1973. El 14 de julio de 1976, estaba en la casa de una amiga cuando apareció un coche, fui obligada a subir y me condujeron a Automotores Orletti (un centro de detención clandestino). Allí, estuvimos diez días con un grupo de veinte personas.

El 24 de julio decidieron - no sabemos por qué todavía - traernos clandestinos en un avión privado, un avión de Pluna, pero a mando del Ejército de Uruguay. Nos trajeron a Uruguay en la noche y nos metieron en una casa que era en Punta Gorda.

Estuvimos detenidos en esa casa hasta el 24 de agosto, cuando nos cambiaron para otra casa, el Sótano, que tenía el Servicio de Inteligencia y Defensa (SID). La tenían abandonada en Bulevar Artigas y Palmares. Allí estuvimos hasta el 29 de noviembre, cuando nos trasladaron a mayoría de las mujeres al Penal de Punta de Rieles.

Era muy joven cuando estuviste en la cárcel, como muchas de las otras detenidas. ¿Cómo fue compartir una experiencia tan dura con otras mujeres? ¿Aún tiene contacto con ellas?

Sí, tanto con las compañeras de Punta de Rieles con las que estuve presa como las del exilio tenemos contacto todavía. Tuvimos un aprendizaje humano y de solidaridad con las compañeras, fue muy lindo. Fue una experiencia muy importante porque tuvimos que aprender a renunciar a cosas individuales y hacerlas colectivas, aprender a vivir solidarios a los demás.

Nosotras preparábamos cosas para ayudarnos, consolarnos; leíamos, discutíamos. O sea, todos los espacios que teníamos libre los utilizábamos para "confraternizar". Incluso te digo que éramos personas de diferentes partidos políticos, que podían haber tenido discrepancias, pero en este momento éramos presas políticas. Cuando una compañera estaba mal, a veces había compañeras que caían en depresión, entre todas tratábamos de ayudarlas. El apoyo de una a otra nos hizo solidarizarnos. Hoy en día, nos reunimos una vez al año y con unas yo tengo relación particular.

Estuvo más de 10 años en el exilio en Suecia. ¿En algún momento pensó que no volvería a su país, a Uruguay?

Cuando llegamos a Suecia, nosotros íbamos con la idea de regresar en cuanto pudiéramos, y cuando bajó la dictadura, en el año 86, nos volvimos. Pero en los primeros años había gente que decía "no se hagan ilusiones, no se vuelven nunca más".

No nos encerramos en el tema de Uruguay porque pensábamos que estábamos en Suecia y que teníamos que integrarnos a esa sociedad. Pero a su vez, estudiábamos la situacion de Uruguay, lo que se podía -en aquel momento no había internet, ni teléfono celular, ni nada- pero tratábamos de informarnos sobre lo que pasaba, nos reuníamos a discutir, teníamos un comité de solidaridad con Uruguay, trabajábamos también con la Cruz Roja Sueca en Gotemburgo, con la prensa... con ideas de volver.

Usted fue visitada por el CICR mientras estuvo detenida. ¿Qué recuerda de dicha visita?

Sí, fue una vez en el año 77. Por un lado, nos daba mucho gusto saber que en el exterior hubiera gente que se preocupara por nosotros. Nos daba un placer que quisieran saber e informar y que, en cierta medida, era un control para que no nos hicieran lo que querían en la cárcel.

Pero lo que nos pasaba frente a cada visita era que el día antes nos hacían limpiar, encerar... O sea, hacían un montaje, era un momento de nerviosismo, de órdenes, gritos y limpieza para que todo estuviera brillante para la visita.

En su opinión, ¿cómo contribuyen las visitas? ¿Qué es lo más importante que pueden ofrecer a una persona que esté en la cárcel?

Era muy importante porque se puede tener el ojo para ver además de lo superficial. Seguramente, una persona del CICR veía eso, podía intuir que atrás de eso (el orden, la limpieza) había otras cosas más que no se veían ahí en la visita.

Por eso era muy importante que el CICR fuera. Estar ahí y que te vean, te garantiza la vida.