Una de las frases más recordadas del malogrado José Francisco Ruiz Massieu se refiere a la participación de los jóvenes en la vida partidista.

“En política, el que apuesta por los jóvenes nunca se equivoca”, solía decir. Y no le faltaba razón. En política y en todas las actividades sociales la mejor apuesta es precisamente por los jóvenes.

Lo curioso es que el PRI del nuevo siglo parece no hacer caso a esa apuesta —por lo menos en su nueva presidencia—, mientras que en los partidos de la izquierda y la derecha parece que la salida a sus respectivas crisis y renovación de dirigencias está encaminada a la alternativa juvenil.

En el PRD —por ejemplo—, su presidente, Carlos Navarrete, declinó en medio de la peor crisis de la historia del partido amarillo a favor de un liderazgo joven y fresco, capaz de cambiar la imagen del partido y reorientar el destino del partido. Y muchos de los ojos del perredismo están puestos en el joven Fernando Belaunzarán, uno de los más acabados productos de la juventud amarilla.

A su vez, en el caso del PAN es un hecho que el nuevo presidente será el joven Ricardo Anaya, que el domingo venidero derrotará por amplio margen a Javier Corral. El “joven maravilla” —como lo motejan sus amigos—, es en realidad un político inexperto, pero ambicioso, que trata de seguir el camino de Felipe Calderón; el ejemplo del joven presidente del partido que luego se convierte en candidato presidencial y, en presidente.

Sin embargo, Anaya está lejos del talento, el talante, el arrojo y las luces de Felipe Calderón. Y es que si bien Calderón creció al amparo del “establo político” de Carlos Castillo Peraza, también es cierto que en el momento decisivo Calderón mató políticamente a su mentor y siguió su propio camino, hasta llegar a la cúspide del poder: la Presidencia de la República.

En cambio, Ricardo Anaya no ha podido y —en el corto tiempo no podrá— sacudirse la tutela del Gustavo Madero, a quien debe todo y quien lo llevó de la mano desde el humilde secretario particular, hasta colocarlo en la presidencia del PAN como interino y meses después, en el puesto de presidente estatutario a partir de la elección del domingo venidero.

Y la primera señal de que Gustavo Madero será el “mandamás” en el PAN de Ricardo Anaya, es que el “joven maravilla” nombrará a Madero como coordinador parlamentario de la Cámara de Diputados, en donde Madero seguirá en el centro de las decisiones de poder con sus pares de siempre: César Camacho, el coordinador de los diputados del PRI, y Jesús Zambrano, líder de los diputados del PRD. Los mismos que hicieron posible el Pacto con el que arrancó el gobierno de Peña Nieto.

Pero, además, son muchos los que aseguran que la disputa entre Ricardo Anaya y Javier Corral en realidad es una grosera pelea arreglada que —como en el box mexicano y de todo el mundo—, se engañará al respetable con la verdad. Es decir, todos verán la pelea, pero pocos saben que uno de los adversarios se tirará a la lona en un round pactado.

Y hasta es posible que a partir del lunes se escuche entre la gradería panista el grito indignado de “¡tongo!”, “¡tongo!”, “¡tongo!”, en repudio a lo que parece un montaje para preservar en el poder del PAN a los mismos que ya hicieron su plan de vuelo para 2018.

Y en esa lógica el premio a Javier Corral sería la codiciada coordinación parlamentaria del Senado de la República.

En pocas palabras, el PAN recurrió a la alternativa joven. Lo que pocos saben es que Ricardo Anaya es un joven viejo. Al tiempo.

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