La piscicultura para cuidar el bosque: la alternativa cofán

Iván Ulchur-Rota

Roberto Aguinda conocía bien al paiche (Arapaima gigas) cuando lo pescaba hace años en las pequeñas lagunas cercanas a su comunidad cofán en la provincia de Sucumbíos. Es un animal legendario. Su tamaño –de hasta casi tres metros de largo– así como su cara de gruñón le han ganado para algunos el nombre de  “monstruo de la Amazonía”. Hace unos días, durante “Degusta Diversidad” –un evento organizado en Quito para promover la producción agroecológica de la Amazonía y Sierra ecuatorianas– le pregunté sobre este apodo y Roberto rió. Para él, el paiche es todo lo contrario a un monstruo: es el pez de escama más grande de la cuenca amazónica, y su carne es cada vez más apreciada por chefs nacionales e internacionales por su alto porcentaje de nutrientes y el dinamismo de su sabor.

“En tema de conservación de bosques, el trabajo con el paiche está disminuyendo la caza de antes”, dijo Roberto durante su presentación para el evento organizado por Espai-Epicur, Canopy Bridge, el Programa de Pequeñas Donaciones de la ONU y el Ministerio de Agriculturas, Ganadería, Acuacultura y Pesca (MAGAP). A su lado estaban sentados Kamilla Seidler, chef del restaurante Gustu en Bolivia —reconocida como la mejor chef mujer en América Latina— y Mauricio Acuña, chef del restaurante Patria de Quito, que lidera el movimiento de comida local e innovación gastronómica en el Ecuador.  

Aunque los peces nativos han sido desde tiempos ancestrales esenciales en la dieta de poblaciones indígenas en la Amazonía, un auge en la pesca comercial afectó seriamente a muchas especies, incluyendo el paiche. Es una de las razones por las que Roberto dejó la pesca para criar paiche en piscinas. Estos días, la piscicultura ya parece cambiar el panorama económico de su comunidad. “En las piscinas crecen casi un kilo al mes”, me cuenta. “Crecen y se aumentan con mucha facilidad”. Como el paiche es una especie nativa, su comercialización no solo empieza a reconocerse como una alternativa económica sostenible con el entorno de estas comunidades sino que está siendo descubierto como un ingrediente de lujo por chefs como Acuña. Durante el festival gastronómico “Latitud Cero”, el más grande del Ecuador, en Cuenca, Mauricio Acuña preparó ceviche con paiche. Meses después, en “Degusta Diversidad”, el paiche fue nuevamente una estrella.

El pueblo cofán sin duda sabe de monstruos. Cuando en 2009 se organizaron –con cuatro otras nacionalidades indígenas en el noroccidente de la Amazonía—  para demandar a la gigantesca empresa Texaco por la contaminación que su actividad petrolera había generado en su territorio entre 1964 y 1990, el mundo empezó a poner atención a su lucha histórica por proteger su forma de vida. Era un enfrentamiento contra un monstruo enorme que había depredado hectáreas de selva y fragmentado la cohesión de las comunidades que la habitan.

La actividad extractivista dejó rezagos de todo tipo en las comunidades de este pueblo, tradicionalmente conocido como de “los guardianes del bosque”. Su salud, cohesión social y su entorno se vio seriamente afectado por la apertura de carreteras en áreas de bosque donde solían cazar y recolectar plantas medicinales y otros alimentos. La presión sobre el bosque puso en peligro a especies que antes existían en abundancia, dificultando la caza y la pesca. A medida que su territorio ancestral era reducido, los cofanes se replegaron a otras zonas.

De millones de hectáreas que cruzaban el borde entre Ecuador y Colombia, para mediados de 1980s, el territorio Cofán había sido reducido a pueblos aislados entre si. Durante las últimas décadas el pueblo cofán ha recuperado lentamente territorio, siendo ahora reconocidos como guardianas de más de 400,000 hectáreas de tierras ancestrales en algunas de las zonas más diversas del planeta –desde la niebla andina hasta las cuencas amazónicas del paiche.

El trabajo en piscicultura por eso ha sido una forma de lucha, de revitalización y preservación.  Con el apoyo de The Nature Conservancy y  Conservación Internacional, Roberto y otros colaboradores como William Lucitante han participado de varios intercambios indígenas sobre piscicultura. “La Amazonía ecuatoriana no tiene lagunas grandes, entonces hemos aprendido de comunidades peruanas donde crían paiche en lagunas pequeñas o piscinas”. El trabajo se ha extendido a otras comunidades como, por ejemplo, el Cuyabeno, donde según Roberto también estaban acostumbrados a pescar y no a cultivar. Ahora, la cosa es distinta.

La criatura que tantos han descrito como “monstruo” ha experimentado un makeover. Mientras que hace un año la Amazonía era invisible en restaurantes de Quito, el paiche ahora parece recibir toda la atención de los chefs más innovadores de Quito. Ahora seis restaurantes reciben y sirven paiche de manera consistente. Siete más están mostrando interés. Esta es una excelente noticia para la conservación en la Amazonía y para la forma de vida de las comunidades que la protegen. “Con esto nos sostenemos para pagar lo básico”, explica Roberto sobre su filosofía de comercialización.  No se trata de lucrar o de acumular —sino de utilizar el comercio como estrategia de preservación, dándole más valor a lo local. Con la ayuda de Conservación Internacional y The Nature Conservancy, las comunidades cofanes involucradas en iniciativas de piscicultura continúan su trabajo de difusión en Quito y otras ciudades del Ecuador. Su presencia en Latitud Cero, el festival gastronómico más grande del Ecuador, evidenció todo ese esfuerzo. 

La extensión del territorio cofán llega hasta 400 mil hectáreas de las cuales una gran mayoría son áreas protegidas. Las comunidades están organizadas con guardaparques comunitarios y constante capacitación interna y entre comunidades. “Aprendemos mucho de otros pueblos”, dice Roberto, orgulloso de un proceso definitivamente en clave con su reputación como “guardianes de la naturaleza”.

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