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Juan Carlos Pinzón: guerra y paz

El ahora Embajador de Colombia en Estados Unidos habló de su vida con la revista BOCAS.

Por: Jorge Quintero / Fotos: Pablo Salgado
El fusil luce como una pieza de museo. Está en una urna de cristal al fondo de la oficina del ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón. Es un AK 47 negro, que parece nuevo y que representa uno de los golpes más duros en la historia reciente en la lucha contra la guerrilla: la muerte en combate, el 4 de noviembre del 2011, de alias Alfonso Cano, máximo jefe de las Farc.
Es imposible no verlo, pese a que la oficina del ministro –de 15 x 7 metros– parece un pequeño museo militar. Está atiborrada de condecoraciones, reconocimientos, placas, escudos, y de soldados y caballos en miniatura que le han entregado durante los tres años y nueve meses que lleva como ministro de Defensa, el período más largo de un ministro civil con este cargo en el país.
El AK 47 se lo regaló uno de los hombres de las Fuerzas Especiales que participaron en la operación militar Odisea, que terminó con la muerte de Cano ese 4 de noviembre. Ese día Pinzón hizo su primera aparición en televisión como ministro. Pocas personas conocían a ese hombre de 40 años, de 1,85 metros, de contextura gruesa, que salió vestido como diplomático –de impecable traje y corbata– y peinado como militar.
Los cercanos al Gobierno sabían que se trataba del exsecretario privado de la Presidencia (agosto 2010 - septiembre 2011) y que había sido el viceministro de Defensa durante cinco años (2006 - 2010), casi los mismos que Santos fue ministro durante del gobierno de Uribe. Los militares lo habían visto con Santos en momentos claves de la lucha contra las Farc, como en julio de 2008 cuando se realizó la Operación Jaque, en la que liberaron a Íngrid Betancourt, a los tres contratistas norteamericanos y a otros 11 secuestrados; y lo vieron tras bambalinas cuando se dio la noticia de la muerte de alias Raúl Reyes, en marzo de 2008, y ahora lo veían en primera fila anunciando la muerte de Cano.
El joven ministro venía de una familia de clase media, pero con un legado militar que se extiende por más de 120 años. Pinzón es hijo del coronel en retiro Rafael Pinzón Rico y nieto de un héroe de guerra, el general Roberto Rico, que comandó las tropas colombianas en el conflicto con el Perú, a principios del siglo XX. Nació en el Hospital Militar de Bogotá y diez días después fue llevado al batallón de ingenieros Agustín Codazzi, de Palmira, donde su papá era teniente. Aprendió a caminar en la segunda brigada de Barranquilla, donde su padre tenía un cargo administrativo. Y aprendió inglés cuando tenía ocho años y su papá estudiaba en una escuela de ingenieros militares en Estados Unidos.
Jugó a ser soldado y se disfrazó de militar en muchas fiestas de Halloween. Se graduó como bachiller militar del Liceo Patria de Bogotá, en diciembre de 1989, con mención especial y como brigadier mayor del colegio. Soñaba con el día en que empezaría su carrera de oficial, pero cuando llegó la hora su padre se opuso y terminó estudiando economía.
Mientras estudiaba, en 1993, conoció a Juan Manuel Santos, que fue a dictar una charla en la Javeriana siendo ministro de Comercio. “Resultó que una de las personas que le ayudaban era un buen amigo mío y me lo presentó ahí en esa conferencia”, cuenta Pinzón quien, en 1994, se inscribió como voluntario de la Fundación Buen Gobierno, que acababa de fundar Santos.
En esa época estudió un máster en Economía en la Javeriana y en 1997 se casó con María del Pilar Lozano, también hija de militar y la mejor amiga de su única hermana, Mónica Pinzón. Ese año se ganó una beca para estudiar otro máster, en Políticas Públicas, en la Universidad de Princeton, en Nueva Jersey, Estados Unidos. Y, en 2000 volvió al país por una llamada de Santos, que lo eligió para ser su secretario privado en su período como ministro de Hacienda. Se puede decir que su vida profesional la ha hecho al lado de Santos, con excepción de la época en que trabajó en el Banco Mundial y cuando fue vicepresidente de Asobancaria y vicepresidente de la banca de inversión del Citigroup. Lo conoce hace más de 22 años y ha trabajado al menos 12 con él. Su relación, incluso, ha llegado al plano personal.
El Ministerio de Defensa de Pinzón, aunque civil, ha estado marcado por hábitos y costumbres de militar: se levanta a las cinco de la mañana, corre siete kilómetros diarios, sus zapatos parecen de charol. Y se ha caracterizado por hablar fuerte contra las Farc, a las que, asegura, se les han dado fuertes golpes en los últimos cuatro años. Según sus estadísticas, las que pide mantener actualizadas de una manera estricta y meticulosa en listados de Excel, les ha quitado 53 cabecillas a las Farc y ha sacado de combate a 13.521 guerrilleros ‒3.916 desmovilizados, 8.511 capturados y 1.094 muertos en combate‒. Durante su ministerio, dice, también peleó por la aprobación de la reforma al fuero militar, para proteger judicialmente a los militares y policías. Creó un fondo de defensa judicial para pagar mejores abogados a los militares envueltos en casos judiciales por asuntos del servicio. E hizo inversiones para que Colombia quedara construyendo submarinos de guerra, aviones de combate, carros blindados y aviones no tripulados, juguetes que fueron su obsesión desde que era niño.
El 23 de junio le entregará el ministerio a Luis Carlos Villegas, quien deja la embajada de Estados Unidos para entregársela, a su vez, a Pinzón, en un inusual trueque. Se va en medio de atentados de las Farc, de las críticas de Uribe, que dice que bajó la guardia en seguridad, y en medio de los halagos de Santos, que en una ceremonia militar en Cali, dijo que Pinzón “dejó las Fuerzas Armadas más fuertes que nunca” y que “es un hombre leal, tal vez el más leal”.
De su oficina se llevará los objetos que él considera más preciados, entre ellos estará el casco de un soldado que tiene sobre una mesa de juntas, que era del teniente José Gerardo Maca, quien perdió una pierna al caer en una mina antipersona en la vereda Playa Rica, en La Macarena, Meta, el 25 de noviembre de 2013. Y, claro, se llevará el fusil del escolta de alias Alfonso Cano.
¿Celebró cuando mataron a Alfonso Cano?
Yo le quiero hablar con mucha sinceridad, yo nunca celebré la muerte de nadie, ni del peor terrorista.
¿Dónde estaba cuando le dieron la noticia?
Estaba en el centro de operaciones desde las seis de la mañana, pendiente. En esa operación se tomaron muchos riesgos, se puso en riesgo la vida de los pilotos, de las Fuerzas Especiales, de la gente de inteligencia. Ese fue un día muy importante en términos del gran esfuerzo que se hizo y del gran golpe que se dio.
La típica llamada del presidente al Pentágono, a la madrugada, de un teléfono secreto, que sale en las películas, ¿es común en la vida real?
Más común de lo que se cree, muchas veces me llamaron a la madrugada, pero sobre todo los generales para informarme de las operaciones, unas positivas, otras negativas, los teléfonos sonaron muchas veces a las tres y cuatro de la mañana.
¿Cuénteme una?
Cuando estábamos haciendo la operación Armagedón, donde cayeron 44 jefes de las Farc, incluidos seis jefes de frente, nos quedamos hasta las tres de la mañana despiertos. Yo me fui a dormir a las cuatro, y apenas empezaba a conciliar el sueño, me llamaron para decirme que las tropas ya estaban en el terreno y que todo indicaba que había un resultado positivo. Este golpe fue de la mayor importancia estratégica en todos estos años, pero poca gente lo reconoce, porque no cayeron los más famosos.
Fotos: Pablo Salgado
¿Solo tiene dos teléfonos?
Solo dos, pero sí hay unos teléfonos especiales, que son del sistema Falcon, que es a través del cual se comunica el presidente de la república. Es ese teléfono que está allá, ese negrito, tengo uno igual en mi casa, por él llama directamente el presidente. Si ese teléfono suena, hay que contestar, porque puede ser él para dar una orden. El Falcon utiliza códigos y frecuencias encriptados y se supone invulnerable.
¿Lo han chuzado?
No que yo sepa, pero no me sorprendería, no debe sorprender a nadie porque hoy en día cualquiera, con las tecnologías modernas, tiene la capacidad de chuzar. No tengo yo evidencia de eso, pero no lo descarto.
A usted le tocó lidiar con varios escándalos, entre ellos uno por infiltraciones al Gobierno, como el caso Andrómeda…
Nos tocaron varios escándalos, unos por corrupción y otros que tienen que ver con inteligencia. Lo que siempre motivé fue un comportamiento ético, una actitud transparente y una toma de decisiones. Nunca me tembló la mano para tomar decisiones durísimas. Muchos miembros de las Fuerzas Armadas fueron retirados como consecuencia de esas investigaciones y como consecuencia de los resultados de las inspecciones de nuestras Fuerzas Militares o de Policía. De aquí se fue mucha gente.
¿Cuál fue el peor día de esos 1.385 que estuvo frente al ministerio?
Muchos. Días de rabia cuando uno ha visto ciertas muertes de civiles de manera bárbara e innecesaria. Esa historia de una niña que estaba en una casa y las Farc le tiraron un tatuco (un cilindro) y la mataron... yo fui a visitar esa familia y eso lo llena a uno de rabia, de sensación de impotencia de ver una familia en esa tragedia. Nunca pude acostumbrarme a ver un policía muerto o un soldado muerto o a ver a uno de estos muchachos que perdieran parte de su cuerpo. Todos los días, indistintamente si eran los más o menos mediáticos, cada vez que veo que muere un soldado o un policía siento dolor.
¿Qué tan cierto es eso de que el país bajó la guardia en seguridad?
No es verdad. Las cifras están ahí. Lo que pasa es que el tema de la seguridad ha dado un giro, y se ha convertido en un asunto local. Hoy el ciudadano de a pie tiene preocupaciones distintas a las de hace unos años, cuando vivía atemorizado con el terrorismo y otras acciones guerrilleras, y eso pasa porque las Fuerzas Armadas lograron neutralizar ese accionar. Ahora a la gente le preocupa la extorsión, el hurto, el microtráfico, el robo de celulares, fenómenos delincuenciales que el ciudadano, infortunadamente, siente más cercanos.
Pero la guerrilla sigue haciendo atentados, muchos en estos días...
Lamentablemente el terrorismo requiere solo de la mala fe y la mala obra de un individuo para ir y volar una torre de energía en medio de la selva y dejar un departamemto sin luz, pero aquí lo que hay que cuestionar realmente es de qué se trata lo que las Farc llaman en este caso ‘guerra’. Qué tiene que ver eso con la guerra, qué tiene que ver eso con una acción armada, eso es puro rampante terrorismo que va en contra de la ciudadanía, de los más pobres que dicen defender.
¿Por eso usted salía a decir frases tan fuertes como “ratas humanas” y que “las Farc tienen mentalidad de burros”, porque le hablaba tan duro a la guerrilla?
Yo siempre fui muy enfático con las acciones del terrorismo y la criminalidad en general, pero al mismo tiempo fui muy prudente con el proceso de paz, yo nunca me metí a opinar de asuntos del proceso de paz ni cosas por el estilo, por prudencia, precisamente.
Fotos: Pablo Salgado
¿Usted se ha visto con alguien de las Farc?
Con muchos, muchísimos, nosotros tenemos desmovilizaciones diarias y a muchos de esos desmovilizados los he entrevistado aquí en mi oficina, muchas veces me he sentado con ellos. Ellos allá (en la guerrilla) antes que todo son seres humanos y cuando se desmovilizan vienen angustiados, arrepentidos, preocupados de haber hecho sufrir a su familia, buscando protección y seguridad, buscando tener una nueva vida, porque vienen llenos de frustraciones. Me ha tocado hablar con guerrilleros rasos, con cabecillas de frentes, con jefes políticos de estructuras…
¿Ha hablado con alguien del rango de Timochenko?
No, no, porque esos obviamente han estado bajo persecución, pero con jefes de frente sí, este año se han desmovilizado tres y yo tuve la oportunidad de hablar con dos, eran de la seguridad del Bloque Oriental, uno de ellos fue el jefe de seguridad del Mono Jojoy, en su tiempo, y se desmovilizó con su señora y con varias personas más. Es muy interesante escuchar lo que se siente allá dentro, la sensación de frustración y claridad de que no hay opción de que un proyecto de esos llegue a triunfar.
¿Usted les cree a las Farc?
No les creo mucho a las Farc.
Pero ¿le cree al proceso?
Le creo al esfuerzo del presidente.
¿Al proceso no?
Mire, todas las guerras, y ahí sí lo digo por mi experiencia y mi estudio del tema, terminan en una mesa de negociación, y esta guerra se tiene que terminar igual.
¿Pero cree que se podrá hacer la paz con las Farc?
Lo crucial para que haya paz es que esa gente renuncie a la violencia y renuncie a la criminalidad, pero eso de dar unas “muestricas” de paz y seguir extorsionando, o eso de hacer una cosa, pero reincidir en otras, así es muy difícil.
¿Usted es malgeniado?
Sí, soy estricto y soy exigente.
Algunos están muy preocupados por este proceso y dicen que se le está entregando el país a la guerrilla...
Pues los resultados hablan por sí solos. A las Farc, para hablar de ese grupo, no se les habían dado tantos golpes en un período de tiempo como los que se les ha dado ahorita, han perdido a 53 de sus cabecillas. Fueron neutralizados 13.521 miembros de esta estructura (3.916 desmovilizados, 8.511 capturados y 1.094 abatidos en combate).
Sectores políticos temen que por el afán de firmar la paz se les va a entregar más de la cuenta…
Yo no creo que eso sea lo que esté pasando, ni creo que sea lo que se está negociando en La Habana. Ahí el presidente ha establecido unas líneas rojas que no se pueden pasar. Tal vez tenga que hacer un esfuerzo mayor de comunicación.
El 24 de junio usted será en propiedad el nuevo embajador de Colombia en Estados Unidos. ¿Cómo va a convencer a los estadounidenses de que aquí en Colombia se está haciendo un proceso de paz sensato y que merece el apoyo económico de Estados Unidos?
Colombia es un aliado estratégico en el hemisferio para Estados Unidos. Colombia ha sido la nación más colaboradora de la región en la lucha antidrogas, así lo afirmó el jefe de Operaciones de la DEA, James Soiles, hace unos días en la Cumbre Antidrogas que se celebró en Cartagena, que además exaltó la labor de Colombia en la lucha contra el consumo de drogas en la región. Creo que Colombia merece todo el apoyo posible de ese Gobierno desde todos los sectores.
¿Cuál cree que será su principal reto como embajador de Colombia en los Estados Unidos?
Para pronunciarme sobre este siguiente paso y responsabilidad, habrá tiempo; lo que a mí me corresponde en esto es recibir las instrucciones del presidente de la república sobre cómo quiere él manejar la política y la relación con Estados Unidos. Lo que no se puede desconocer, e incluso lo hemos tratado aquí, en esta cartera, es que la relación con Estados Unidos hoy es la más importante que tiene Colombia en el mundo; es nuestro principal aliado estratégico, tenemos una relación especial en muchos frentes y lo que hay que ver es cómo seguimos desarrollando y construyendo esa relación, que es tan importante para el país y para los colombianos.
¿El glifosato fue un sapo que le tocó tragarse?
Yo lo que creo y lo que he dicho es que no se puede debilitar la lucha contra el narcotráfico, porque el narcotráfico ha sido el mal que ha causado la violencia en Colombia, la criminalidad, la corrupción e incluso la descomposición de los valores sociales, por la plata fácil.
¿Qué opinión tiene del expresidente Uribe?
Fue un presidente muy importante.
¿Usted cree que hay gente haciéndoles mala prensa a las Fuerzas Militares?
Yo lo que digo es que no estoy de acuerdo con que se hago política con las Fuerzas Armadas, es el peor error que se pueda cometer. Hay sectores que son opuestos y todo lo que hagan las Fuerzas Armadas lo critican, y les dan madera; y hay otros sectores que quieren defender a las Fuerzas Militares, pero para defenderlas tratan de crear una realidad dramática. Yo creo que parte del éxito de Colombia y de sus Fuerzas Armadas es que han sido unas Fuerzas Armadas apolíticas.
¿Durante los tres años y nueve meses que estuvo en el ministerio se trazó como meta hacer de Colombia una potencia militar?
No, no potencia militar, pero sí una potencia media, como algunas naciones europeas, una potencia media es un país que tiene toda una posibilidad de influir en unos campos como la educación, el comercio, la industria.
¿Y logró hacer de Colombia una potencia media?
Yo me voy con la tranquilidad de que dejamos a Colombia construyendo simuladores de aviones, carros blindados, buques, aviones, software de simulación y aviones no tripulados. Hicimos un gran esfuerzo en materia institucional, fortalecimos el ministerio, creamos direcciones dedicadas a la planificación del largo plazo, a la logística, a la ciencia y la tecnología y ya se ven los frutos.
A propósito de buques y aviones de guerra ¿usted que desde niño se apasionó por la milicia, se ha dado gusto siendo ministro con esos juguetes tecnológicos?
Ese conocimiento acumulado, el que tenía desde niño, me ha servido para tener un buen diálogo y un buen debate interno con los militares. Esa información me permitía entender ciertos temas, me imagino que a más de uno tampoco le gustaba que yo supiera tanto.
¿Cuénteme una experiencia que le haya impactado, relacionada con las armas y esos equipos?
Tuve la oportunidad de aterrizar en el portaaviones Ronald Reagan –el más grande del mundo– y la verdad ese día sí que me impactó. Ese es quizá el equipo militar más sofisticado que hay en el planeta, con los últimos aviones de combate. Fue hace un año largo, en Hawái, yo iba a acompañar un ejercicio al que habían invitado a nuestras Fuerzas Armadas: Llegué a Hawái y me montaron en un avión, y me aterrizaron en el portaaviones, y tuve la oportunidad de estar ahí varias horas. Yo le quiero decir que hay que estar ahí para poder sentir ese impacto, es la sensación de poder militar más grande que yo haya visto en mi vida.
¿Cuándo aprendió a hablar inglés?
Yo aprendí a hablar inglés desde niño, como desde los ocho años. Lo que ocurrió es que mi papá fue alumno de la escuela de ingenieros militares de los Estados Unidos, entonces estuvimos un año viviendo allá, y en ese año me dediqué a aprender el idioma. Hablo inglés desde los nueve años.
¿Cómo es su papá, el coronel Rafael Arturo Pinzón?
Mi papá es un hombre supremamente firme, supremamente estricto. Siempre fue un hombre muy serio, pero con el paso de los años cada vez está más afable.
¿Qué le aprendió?
El trato con sus subalternos, siempre lo vi muy firme en sus principios y posiciones, pero también muy humano y muy generoso.
Además de su papá, todo su árbol genealógico está lleno de militares…
Cuando me pongo a mirar antepasados llego hasta 130 años atrás y encuentro siempre miembros de mi familia que estuvieron en la milicia. Mi padre es nieto de un general, del general Roberto Rico, que fue un hombre muy importante en la época en que tuvimos el conflicto amazónico (la guerra con Perú). Él fue realmente quien dio la victoria que tuvimos allí en el combate de Guapi, él comandó las tropas colombianas. Siempre ha habido en mi familia una tradición de militares centenaria. Y yo empecé a recorrer el país como hijo de militar a los diez días de nacido. Yo nací en Bogotá y a los diez días me llevaron a una guarnición militar en Palmira. Como hijo de oficial activo recorrí muchas guarniciones: Bogotá, Armenia, Santa Marta, Riohacha, Puerto Berrío y Palmira, y en el exterior vivimos en Estados Unidos y en Chile. Así fue toda mi vida.
Y se crio en casas fiscales, en bases militares, entre soldados. ¿Eso fue duro o tiene buenos recuerdos de esa época?
Yo tuve una infancia muy feliz en las guarniciones militares donde vivimos; ahí se vivía en comunidad, montábamos en bicicleta, iba a la piscina, jugaba tenis y jugaba a ser soldado todo el tiempo. En varios Halloween me vestía de soldado. Todo eso yo creo que fue útil, todo eso me dio una visión para mi vida.
Y estudió en el Patria, un colegio militar…
Claro, mi colegio, allá prestábamos servicio militar en cuarto, quinto y sexto y ya en sexto era brigadier mayor de una de las compañías, yo ya estaba en esa época convencido y apersonado de la vida militar.
¿Y por qué no fue soldado, si toda la vida se preparó para eso?
Yo toda la vida quise, pero cuando llegó la hora, entre la oposición de mi papá y las reflexiones de último momento, terminé por declinar.
¿Su papá no quería que usted fuera militar?
No, siempre se opuso. Nunca estuvo de acuerdo en que yo fuera militar, nunca. Tenía muchos argumentos, pero hoy el análisis que hago es que le preocupaba la vida tan dura que les toca a los militares, le preocupaba pensar la vida que me iba a tocar a mí. Y fíjese que la vida que les ha tocado a los militares de mi generación ha sido muy dura, porque ha sido la de guerra todo el tiempo.
¿Tiene amigos de esa época?
Mantengo mi grupo de amigos del colegio, mi grupo de amigos de la vida son esos con los que compartí mis épocas de colegio.
¿Son de la vida pública?
No, ellos no tienen casi exposición pública ninguna. Son gente muy comprometida con el país, pero desde la distancia de sus actividades privadas.
¿Salen mucho?
Hoy en día, en estos años, una de las cosas que más lamento es que perdí mucho tiempo de acceso a la familia y mucho tiempo de acceso a los amigos de la vida. Cuando salimos lo hacemos en familia, es decir, solo mis hijos y mi señora. Uno se entera es por las fotos y por internet, vemos todo lo que ha pasado en estos años con nuestros amigos y todo lo que nos perdimos.
Fotos: Pablo Salgado
¿Cómo termina de economista?
Lo que ocurrió es que yo siempre pensé en ser soldado, eso era lo único que tenía en mente en mis épocas de juventud, siempre lo tuve claro, hasta un mes antes de salir del colegio. Y a última hora tomé la decisión de que iba a hacer una carrera y le confieso que yo estaba tan desubicado cuando decidí hacer una carrera civil que me presenté a ingeniería de sistemas, medicina y economía, y dije: “Voy a estudiar en lo que pase”, y pasé en las tres. Terminé eligiendo economía porque en ese tiempo nos hicieron unos exámenes de orientación profesional, y según esos exámenes yo podía ser militar, político o economista, entonces me fui por la economía.
Fue economista por accidente…
Sí, eso es verdad, pero debo decirle que no había terminado el primer semestre de economía cuando me enamoré de mi carrera.
Viendo su hoja de vida, usted iba más para el lado de Hacienda que del de Defensa…
Es verdad y siempre me imaginé en ese escenario, ni más faltaba, sin duda mi vida iba por ese camino, pero nunca dejé a un lado mi interés por las Fuerzas Armadas, conocía todos los asuntos relacionados con equipos y armamento y leí mucha historia militar, siempre tuve mucho interés por esos temas, por muchos años fue como un hobbie. La gente que me conoce sabe que yo me preparé desde niño para ser soldado, no lo fui, pero después seguí cultivando ese interés. Yo pienso que la mezcla de tener una carrera como economista en temas financieros respecto de tener este bagaje y esa experiencia en el tema militar, pues se convirtió también en un paquete que resultó razonable, por lo menos.
¿Cómo es su relación con el presidente Santos?
Tengo la mejor relación personal, el mayor afecto y el mayor aprecio. El presidente Santos siempre ha sido muy generoso, a veces sé que, realmente, me ve como si fuera un hijo más, una persona que lo ha acompañado toda su vida y yo le tengo un afecto personal enorme y creo que en ese sentido hemos podido desarrollar no solo una buena relación personal, sino también una vida profesional al lado.
¿Cómo lo conoció?
Al presidente lo conocí en una conferencia que dio en la Universidad Javeriana, yo era entonces, en el año 1993, un estudiante, y él era ministro de Comercio. Resultó que una de las personas que les ayudaba era un buen amigo mío y él me lo presentó ahí en esa conferencia. Ahí lo conocí y luego me invitaron a su fundación (Buen Gobierno) y en esa fundación tuve más tiempo de verlo, de saludarlo, de interactuar más con él.
¿Pero cómo se hicieron amigos?
Pues hombre yo creo que a través de esas visitas y de acompañamiento a su fundación, de acompañamiento a su proyecto político, fue, básicamente, gracias al trabajo. Él me dio la oportunidad de ser su secretario privado en el Ministerio de Hacienda, y luego fui su viceministro de Defensa, durante su Ministerio de Defensa, desde el 2006 hasta el 2010, luego fui el primer funcionario que se posesionó en el gobierno Santos, como secretario general de la Presidencia, ahí estuve 13 meses y luego llegué aquí, al Ministerio de Defensa, donde duré 45 meses. Y ahora me da el gran honor de ser su embajador en Washington.
¿Se va satisfecho con su ministerio?
Desde el punto de vista de la gestión de estos años de ministerio, sí, me voy con la satisfacción de dejar las Fuerzas Militares más fuertes y mejor dotadas de los últimos 40 años. Con la alegría de haber hecho la inversion más importante en el bienestar de nuestros hombres y sus familias que, si bien es cierto aún es insuficiente para lo que merecen y para el rezago que había, creo que ahí se va a sentir un impacto por años, por décadas.
¿Le gustaría ser presidente?
Quería ser militar y quise ser ministro de Defensa. No he decidido ser presidente. Es algo que seguramente en estos años muchos me han dicho, pero yo no sé si estoy para eso.
JORGE QUINTERO
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