La inteligencia artificial, según el cine y la televisión

Fotograma de A.I. inteligencia artificialLa ingeniería robótica está aún lejos de conseguir su objetivo más ambicioso en inteligencia artificial: el humanoide autónomo. Pero la ficción ya ha llegado allí. Ha imaginado al planeta arrasado y a la humanidad esclavizada por batallones de cíborgs en ‘Terminator’. Ha inventado androides tan semejantes a los humanos que (gracias a los logros que aún no ha conseguido la robótica cognitiva) son capaces de tener reacciones humanas. Incluso de amar.

Pero sobre todo ha puesto sobre la mesa las posibles consecuencias que puede tener en el futuro llegar a alcanzar ese culmen tecnológico y que humanos y humanoides establezcan todo tipo de vínculos. Y los dilemas éticos y morales que se plantearían con la llegada de una inteligencia artificial capaz de cuestionarse su propia identidad, al tiempo que pone al ser humano en la palestra y le sonroja.

¿A su imagen y semejanza?

Los sintéticos de la serie Humans, otro ejemplo de inteligencia artificial

La inteligencia artificial, vista desde la ficción, es un experimento sociológico. Sus tramas son un espejo en el que la humanidad se refleja y una oportunidad para bucear en nuestra psique. Lo hacen en ‘The Walking Dead’ relatando cómo los vivos se relacionan entre ellos frente un enemigo común: demostrando empatía y colaborando o pensando únicamente en la supervivencia individual.

Que el robot de ‘Futurama’ peque de vicioso, mal hablado y degenerado dice mucho del sentido del humor de Matt Groening imaginando que esa creación humana va a acabar por adquirir lo peor de él. Pero no es una idea tan descabellada. De hecho, es casi la clave de la robótica en la ficción: que hacerlos demasiado semejantes a nosotros no es una buena idea. Más bien, deberían darnos lecciones de cómo ser humanos, como en ese mítico discurso final de ‘Blade Runner’.

La relación que se establece con esa inteligencia artificial en estas historias de ficción es un reflejo de la naturaleza humana: cómo somos bajo la máscara social (según ‘Westworld’, auténticos asesinos), qué nos motiva o cómo nos relacionamos con seres que consideramos «inferiores”, a los que tratamos en la ficción como meros objetos (como en ‘Humans’) pese a dotarlos de emociones.

Sobre ese desarrollo tecnológico, la ficción se plantea muchas más cuestiones: ¿se puede decir que involucionamos en algunos aspectos? ¿Seremos capaces de estar a la altura de nuestra creación? ¿Se volverán peligrosos cuando superen intelectualmente al creador? ¿Qué tipo de vínculos crearemos con ellos?

¿Preparados para la IA más avanzada?

La ficción va un paso por delante y nos avisa, haciendo que nos preguntemos si realmente estamos preparados para la llegada de la inteligencia artificial más avanzada y para compartir el mundo con los humanoides.

Los japoneses lo están: los necesitan para compensar la ausencia de jóvenes en una sociedad cada vez más envejecida y con un índice de natalidad a la baja. Como sociedad, además, tienen una visión más amable de la robótica. Ellos, los mayores inversores en esta tecnología, quieren hacer de los humanoides los asistentes, enfermeros y cuidadores de sus mayores. Como hacen los sintéticos, «esclavos» o asistentes domésticos, por sus dueños en ‘Humans’ (puedes comprobarlo en Orange Series). Aunque también satisfacen otro tipo de necesidades.

El problema viene cuando se convierten en seres “conscientes” y empiezan a actuar por voluntad propia.

LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL DEL FUTURO que ya es ficción

Anthony Hopkins en una serie sobre inteligencia artificial

El mayor peligro que plantea la ficción es ser superados por nuestra propia creación; algo que tendría consecuencias nefastas para la humanidad. En algunos casos son los humanoides los más perjudicados; pero sea como sea, al final, nunca sale bien.

En la película de Steven Spielberg ‘A.I. inteligencia artificial’, por ejemplo, cometen un error al no medir las consecuencias de dotar a un niño-robot (un “meca”) de inteligencia emocional. Le conceden el don de sentir y de amar incondicionalmente. Pero precisamente por ello, también de experimentar anhelos, miedo a la pérdida y dolor por el abandono. ¿Está todo eso justificado cuando se trata de satisfacer una necesidad personal, como la de tener un hijo?

¿Es lícito programar a un niño-robot para quererte si no vas a poder ser responsable de él? Desde el punto de vista del humanoide, ‘A.I.’ es la trágica historia de un niño que ha perdido a su madre y ese amor para el que le han programado, una condena. Porque es su razón de ser y es incapaz de entender la vida sin ese amor.

El miedo al progreso

En la sociedad del futuro que plantea Spielberg, se sienten amenazados por el progreso. Los orgánicos odian a los mecánicos, porque saben que sobrevivirán a los humanos, por eso se divierten a su costa o los esclavizan como objetos sexuales. Como en ‘Humans’, están al servicio del hombre, sus deseos e intereses.

También en ‘Black Mirror’ (Netflix) creen que los humanoides pueden llegar a satisfacer al humano en el plano emocional y reemplazar a un ser querido. Pero no tienen en cuenta la frustración de ambos cuando esa relación no es posible. Porque no es natural.

Como resultado de estas nuevas relaciones, Spielberg y Brooker suponen que, llegado el momento, nuestro egoísmo nos lleva a no tener en cuenta sus emociones, porque prevalece el interés del humano. Sin embargo, en ‘A.I.’, como en otras muchas historias de ciencia-ficción y robots, ellos acaban cuestionando nuestra propia humanidad. Les concedemos sentimientos para nuestra propia conveniencia pero no nos preocupamos cuando sufren. Paradójicamente, una actitud poco humana.

«Creía que este lugar era solo para satisfacer los instintos básicos. Ahora lo entiendo. No revela tu yo más mezquino, sino el más profundo. Te muestra quién eres de verdad». William, ‘Westworld’

Hacer sufrir a las máquinas

Peor aún: no nos importa hacerles sufrir. ‘Westworld’ (HBO) es uno de los ejemplos más evidentes. Los anfitriones (los humanoides) son solo objetos con los que los humanos dan rienda suelta a sus instintos más bajos. El hombre hace sufrir a las mismas máquinas a las que ha programado para sentir porque quiere experimentar sensaciones reales.

Todo está justificado con la excusa de la reprogramación. Pero lo cierto es que hasta que borran su memoria, aman, sufren, les duele y si les cortas, sangran. Que si se les somete a una vida de esclavitud al mismo tiempo que se les concede la capacidad de amar la vida, lo lógico es que luchen por su libertad.

Cuando todo sale mal

Asimov pensaba que tres leyes serían suficientes para ejercer el control sobre la inteligencia artificial. Pero la ficción las ha puesto en tela de juicio. Ya sea porque acaban teniendo una inteligencia superior al ser humano o porque no es posible controlar todos los aspectos de su capacidad cognitiva, todas sus reacciones y conductas, los robots terminan convirtiéndose en un arma letal.

Charlie Brooker también ha jugado con esta idea en la desigual tercera temporada de ‘Black Mirror’. Con un capítulo solemne, con apenas diálogos y una atmósfera agobiante, nos plantea otro futuro distópico en el que unos robots asesinos (los Metalhead) toman el control, siguiendo órdenes precisas de aniquilar a cualquier ser humano.

La robótica quiere máquinas autónomas, capaces de tomar decisiones por sí mismas. Un gran poder, teniendo en cuenta las limitaciones que presenta esa inteligencia artificial del futuro, según la ficción: no aceptan los matices, no entienden los dobles sentidos. Están programados para realizar una serie de acciones pero no siempre para lidiar con preguntas complejas, con las consecuencias de cada acción.

En ‘2001: una odisea del espacio’ HAL 9000 se convierte en una amenaza para la tripulación cuando se le presenta un dilema que pone en peligro la misión de la nave, de la que él es máximo responsable. Su lucha interna por resolverlo acaba provocando un fallo interno.

Y todo porque sus creadores no calcularon cómo podían afectar los sentimientos (si finalmente los tenía) a su funcionamiento. Ni midieron las consecuencias para los humanos que dependían de él.

muchas incógnitas por despejar

Volviendo al mundo real, aún no hay nada por lo que preocuparse, porque aún queda mucho camino por recorrer. Y eso que ya hace décadas que estamos asistiendo a la incorporación de la robótica en cada vez más aspectos de nuestras vidas. Incluso como una extensión del cirujano en la mesa de operaciones, realizando intervenciones con una precisión que el ser humano jamás conseguirá. Estamos en el inicio de una carrera que será especialmente intensa en las cuatro próximas décadas.

Lo que pase cuando sean algo más que una mano robótica teledirigida es aún una incógnita. Cómo cambiará a las generaciones futuras, qué implicaciones tendrá para nosotros. Sin embargo, la ficción ya ha hecho mucho más que imaginarlo. Nos ha dado un toque de advertencia sobre algunos aspectos a tener en cuenta que —quién sabe—quizás la comunidad científica del futuro tenga que discutir.

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Imágenes | IMDb/A.I. inteligencia artificialIMDb/Humans Photo by Colin Hutton/Kudos/CH4/AMC – © 2016 Kudos/CH4/AMC Film Holdings LLC., IMDb/Westworld

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