El fotógrafo callejero Meyerowitz y su tránsito hacia el color

  • Una galería de Londres presenta el trabajo previo al color del fotógrafo al que se considera el 'eslabón perdido' del cromatismo moderno.
  • Meyerowitz dejó un trabajo como creativo publicitario en 1958, cuando asistió a una sesión callejera en Nueva York del maestro Robert Frank.
  • Dejó el blanco y negro porque el color es 'más exigente' y obliga al fotógrafo a 'leer' con mayor atención lo que transmite la lente de la cámara.
Una mujer retratada en Nueva York en 1973 por Joel Meyerowitz
Una mujer retratada en Nueva York en 1973 por Joel Meyerowitz
© Joel Meyerowitz courtesy Beetles + Huxley
Una mujer retratada en Nueva York en 1973 por Joel Meyerowitz

Una nueva exposición del trabajo del fotógrafo estadounidense Joel Meyerowitz (1938), uno de los grandes rastreadores callejeros de la segunda mitad del siglo XX, presentará en Londres cómo transitó del blanco y negro al color, convencido de que esta opción permite concentrar en las imágenes un mayor poder evocativo y "atesorar mejor los recuerdos".

Joel Meyerowitz: Towards Color, 1962-1978 (Joel Meyerowitz: Hacia el color, 1962-1978), en la galería Beetles + Huxley del 23 de mayo al 24 de junio, incluye imágenes poco difundidas de los primeros años de ejercicio de quien está considerado uno de los grandes referentes de la foto callejera, que empezó a practicar en Nueva York a principios de los años sesenta.

Era tal su pasión que abandonó un trabajo bien remunerado como director creativo de una agencia de publicidad para dedicarse a la búsqueda las sorpresas imprevistas en el bullicioso y rico devenir diario de la ciudad, donde coincidió con otro pionero del género, Garry Winogrand.

Meyerowitz tomó la decisión de dejarlo todo para hacer fotos en 1958, tras asistir a una sesión en la calle del gran Robert Frank a la fue enviado por la agencia. Ha recordado así el momento crucial: "Yo tenía 20 años y mi jefe me encargó que asistiese porque se trataba de fotos sobre una plaquette cuyo diseño gráfico era  nuestro. Las modelos eran chicas muy jóvenes y el fotógrafo era Robert Frank, al que yo no conocía ni tenía idea de quién era".

La forma de afrontar el trabajo del maestro embaucó al joven: "Cuando le vi hacer fotos me quedé fascinado: se movía constantemente en torno a las modelos, como bailando. Cada vez que se escuchaba el chasquido del disparador de su Leica tenías la completa seguridad de que la foto era la mejor, la exacta. Cuando regresé a la agencia yo era una persona distinta. Lo único que deseaba era salir a las calles de Nueva York y hacer fotos".

Irreflexivo y psicológico a la vez

Influido por la inspiración de Frank, los dictados sobre el momento decisivo de Henri Cartier-Bresson y la pureza de Eugène Atget, Meyerowitz se vinculó al estilo documental casi irreflexivo de Winogrand y al acercamiento más psicológico de Diane Arbus. Recorría las frenéticas calles neoyorquinas recogiendo instantes absurdos como el de un hombre cargando en brazos a un perro que parece un bebé.

La exposición exhibe los cuerpos de trabajo de Meyerowitz desde sus primeros días en las calles de Nueva York hasta la publicación de su primer libro, Cape Light, una colección de fotos serenas y contemplativas realizadas a color, de cuyo uso se convirtió en uno de los grandes adalides pese a que en la época era considerado "demasiado comercial". El fotógrafo llevaba encima por entonces dos cámaras, una cargada con película en blanco y negro y otra en color, y comparar los resultados.

'Describir lo que está enfrente'

"Cuando leí un texto de John Szarkowski en el que decía que una fotografía simplemente describe lo que está en frente de la cámara, la sencillez y verdad de la frase me llevaron a usar solamente color, porque atesora mejor lo que pretendes mostrar y los recuerdos que contiene lo que muestras", ha declarado.

Con el color, añade,"la información es más rica", mientras que el blanco y negro "muestra el mundo reducido a tonos de gris". También considera que la imagen a color es "más exigente" y obliga al fotógrafo a "leer más estrechamente lo que ve a través del visor de la cámara".

Para Meyerowitz, que se ha convertido en un maestro de la expresión cromática, los colores implican una "respuesta a un vocabulario". A menudo se le ha considerado como el eslabón perdido que permite entender la transición final del blanco y negro al color en la fotografía a partir de la segunda mitad del siglo XX.

'Fotografías de campo'

Este período fue vital para Meyerowitz cuando empezó a cuestionar el medio de la fotografía en sí, emprendiendo una exploración estética, tanto en la forma como en la composición. Se alejó de lo que él describe como el "momento atrapado" para buscar una "imagen no jerárquica" que lo contenga todo, también la emoción, y que él llama "fotografías de campo".

Junto con las obras de William Eggleston, el otro padre del color moderno, las fotos de Meyerowitz basadas en esta teoría marcaron un "cambio sísmico" en la historia de la fotografía. Para Meyerowitz, que se ha convertido en un maestro de la expresión cromática, los colores implican una "respuesta a un vocabulario".

Meyerowitz fue el único fotógrafo que trabajó tras los ataques del 11-S entre los escombros de la zona cero —declarado por las autoridades como "escena de un crimen" y, por tanto, vedada a cámaras y ajenas a la investigación—.

Las fotos que hizo del desescombro y la búsqueda de restos humanos en le escenario calcinado fueron publicadas en el libro Aftermath (Secuelas), una colección de 400 imágenes con retratos de crudo realismo y no menos elevada dignidad que condensaban el trabajo de desmadejar el caos. La publicación es uno de los fotoensayos más vendidos de todos los tiempos.

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