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sin bajar del autobús
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

“Perdóname si te amé, Ancelotti”

Juan Tallón
Carlo Ancelotti, durante una rueda de prensa.
Carlo Ancelotti, durante una rueda de prensa.ANDREA COMAS (REUTERS)

Contratar a un entrenador parece una empresa relativamente sencilla, pero también subir unas escaleras, o matar hormigas, y tuvo que escribir las instrucciones nada menos que Julio Cortázar para explicar cómo se hacía. Hasta la más simple acción implica un jeroglífico. Podemos imaginar la desazón del Real Madrid, a punto de fichar a un técnico nuevo, mientras se afana en encontrar una buena frase para despedir a Ancelotti, del tipo “querido, si te he amado, perdóname”. Y todo porque Carletto incurrió en el descuido de ganar la Champions a la primera. Empezó donde otros ni siquiera acaban. Quizá se dejó llevar, como esos matrimonios felices que se divorcian un mes después de la boda, y buscando la causa, el marido dice: “Cometimos el error de hacerlo demasiado bien desde el primer día, cariño”.

Era inevitable que, apartado de la final de Berlín, Florentino Pérez descubriese que ya no estaba enamorado de Ancelotti. Su presidencia está llena de historias que empiezan y no acaban. No tiene tiempo para eso. Por el medio, llega siempre el desencanto, en forma de viejo vicio. Hay pocas cosas seguras, sin embargo puedes apostar a que su enamoramiento será efímero. Te hace pensar en George Simenon, que arrojaba los manuscritos de sus novelas a la basura si tardaba más de diez días en escribirlas. Conocedor de su rapidez, una vez Alfred Hitchcock lo llamó por teléfono, y cuando le respondieron que el señor Simenon no podía ponerse porque acababa de empezar una novela, el cineasta respondió: “Bueno, espero".

Ancelotti, durante una rueda de prensa.
Ancelotti, durante una rueda de prensa.Zipi (EFE)

Ancelotti es afable, inteligente, flexible, y gana títulos. Demasiados defectos. El Madrid de Florentino busca otra cosa, aunque no sepa el qué; basta que llamee y te haga bailar. Tal vez a una Ava Gardner, de la que los magnates de la Metro aseguraban que “no sabe actuar, no sabe hablar, ¡pero es impresionante!”. Ni cuando se subía a una mesa en el local de Manolo Manzanilla, como le relató Perico Vidal a Marcos Ordóñez, y se levantaba las faldas y se ponía a mear, perdía una brizna de su clase.

Carletto es afable, inteligente, flexible, y gana títulos. Demasiados defectos

Es como si en el club blanco las cosas demasiado bien hechas condujesen al aburrimiento, y por eso inventaron la equipación rosa, o ahora el despido de Ancelotti. En el fondo, en la directiva hay una necesidad incesante de estrenar cosas, aunque sean camisetas. Uno de sus momentos preferidos del año es julio, coincidiendo con ese minuto en el que a la plantilla se le quita el plástico, y embriagado por el olor a nuevo, alguien dice: “Vamos a por el sextete, apártense”. Cuando el club se lanza a esa aventura vive sus instantes más placenteros. Pero enseguida amanecen los días tranquilos, el desaliento, los chasquidos de lengua, y a semejanza de esos escritores que en mitad de una novela quieren ya empezar otra, y matan a todos los personajes para acabar pronto, la directiva ordena contratar a otro entrenador para suplir al que hay, demasiado perfecto para ser bueno. Así que ahí está Florentino, haciendo un cuchillo con un instante de amor.

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