A más de dos años de su muerte, se cristaliza sueño de Nacho Padilla

A más de dos años de su muerte, se cristaliza sueño de Nacho Padilla
Por:
  • carlos_olivares_baro

Bajo el cuidado del escritor Jorge Volpi, acaba de aparecer la edición de Micropedia (Colofón/Páginas de Espuma, 2018), del narrador y ensayista Ignacio Padilla (Ciudad de México, 1968–Querétaro, 2016), conformada por cuatro cuadernos de cuentos: el libro póstumo Lo volátil y las fauces; así como por tres volúmenes más: Las antípodas y el siglo, El androide y las quimeras y Los reflejos y la escarcha, dados a conocer hace algunos años en España y México.

El dato: El estuche incluye textos de Rosa Beltrán, Alberto Chimal, Ana García Bergua, Santiago Gamboa y Fernando Iwasaki, entre otros.

Ignacio Padilla —destacado integrante de la llamada Generación del crack (Jorge Volpi, Eloy Urroz, Pedro Ángel Palou, Ricardo Chávez, Vicente Herrasti...)— alcanzó reconocimiento internacional por su obra ensayística y narrativa traducida a más de veinte lenguas. En el año 2000, Amphitryon se alza con el Premio Primavera Novela Espasa-Calpe; y tiempo después, La gruta de Toscano gana el Premio Mazatlán de Literatura 2006. Se desempeñó como agregado cultural de la embajada de México en Gran Bretaña (2000-2003); asimismo, ocupa el puesto de director de la Biblioteca Vasconcelos (2007) y, desde 2011, miembro de número de la Academia

Mexicana de la Lengua.

Micropedia, proyecto del autor de La catedral de los ahogados (1995) iniciado con la publicación en 2008 de Las antípodas y el siglo, el cual devela a un miniaturista-arquitecto de un imaginario muy personal con atracaderos en la Edad Media, y la Ciencia Ficción en bordados distópicos-ucrónicos desde los gestos de un nómada cosmopolita interesado por el doble, la máscara, el diablo, el monstruo y las quimeras. Peregrino asombrado en los azogues de espejos distorsionados: explorador de grutas habitadas por atmósferas de espectral catadura borgesiana.

“Yo creo que esta funda, esta caja —él quería ver sus cuentos reunidos en un estuche— tiene sobre todo, una jerarquía clave en el itinerario de un Ignacio Padilla en los terrenos como cuentista, aunque también fue novelista y ensayista notable; él mismo se definía como ‘físico cuéntico”’: estaba convencido, de que lo mejor que sabía hacer era escribir textos breves; con la publicación de este cofre se pueden apreciar sus cualidades de excelente relator”, comentó para La Razón, el escritor Jorge Volpi.

¿Qué escritores fueron determinantes en la labor creativa de Ignacio Padilla? Fue un narrador dueño de un mundo extravagante y personal. Tuvo escarceos con Rulfo y García Márquez en los inicios de su carrera. Es Cervantes el escritor que lo absorbe de manera total en una diatriba sin tregua. Se advierten reflejos de Shakespeare, Beckett y Borges. Pero, su imaginación delirante, creadora de insólitos esperpentos, es su mayor axioma.

¿Cómo ve usted al amigo ausente tras un fatídico accidente automovilístico? Un amigo como Nacho es un modelo con quien te embriagas y discrepas, te revelas y sonrojas, te estimulas y armonizas. Sin él, me resulta embarazoso reconocerme: saber en realidad quién soy. Seguimos siendo cómplices. Sus expresiones delirantes y perfectas me afrontaron, me siguen

retando, me vencen.

¿Por qué esta reunión de sus relatos? No es el afecto lo que me lleva a decir que Nacho es uno de los mayores cuentistas de la lengua española. En complicidad con Páginas de Espuma/Javier Casamayor reunimos de manera orgánica sus relatos por la gran trascendencia que cobran para la literatura hispanoamericana.

SANTA ELENA EN AYUNAS

REYES I, 1-15

Humeaban todavía las casas de Colonia cuando un soldado inglés halló en unas minas de carbón las reliquias de los Santos Reyes Magos. Días atrás los aviones de la Royal Air Force habían herido con catorce bombas incendiarias la catedral que custodiaba los sagrados huesos desde el siglo de Federico Barbarroja. Cuando al fin entraron en la ciudad, los aliados contemplaron su estropicio innecesario, maldijeron la chamusquina de las capillas y temieron que sus bombas hubiesen pulverizado el famoso relicario que guardaba los despojos de los tres monarcas bíblicos. Ignoraban que los fieles de Colonia, habituados a la maldición viajera de sus reliquias, las habían escondido antes del bombardeo en la mina de Westfalia donde fue a encontrarlas el soldado inglés. Días más tarde aquellos restos soberanos serían devueltos a su nicho templario junto al Rin.

Pocos saben hoy en día que las reliquias de este modo rescatadas no corresponden a los cuerpos de los Santos Reyes Magos. Los después de la guerra, en una reunión de veteranos, el soldado inglés declaró que los esqueletos que ahora reposaban en Colonia pertenecían en realidad a tres húsares caídos en Crimea y desterrados luego por las tropas aliadas en su urgencia por restañar las heridas hechas a los alemanes…

FRAGMENTO TOMADO DEL LIBRO LO VOLÁTIL

Y LAS FAUCES (PÁGINAS DE ESPUMA), DE IGNACIO PADILLA.