CULTURA

Estreno de 'Criando ratas'

El cine quinqui como educación

Ramón Guerrero, protagonista,de 'Criando ratas' junto a Carlos Salado, su director. MANUEL LORENZO

Se estrena 'Criando ratas', una película homenaje al género que visibilizó la marginalidad en la España de la Transición

Cuando su amigo Carlos le dijo que iba a ser el protagonista de una película, Ramón pensó que era mentira. Ahora, seis años después, Guerrero y Salado pueden estar orgullosos de terminar Criando ratas, el regreso del cine quinqui que este lunes se presenta en Madrid.

La amistad entre ambos alicantinos empezó hace muchos años. Guerrero recuerda «que hacía sus cosicas, con su cámara de vídeo y su guitarra siempre estaba en los parques». Un año le enseñó un tráiler con los menores que aparecerían en la película y le convenció. Salado, que entonces tenía 24 años, estaba recién licenciado en cine. En su haber contaba con varios cortometrajes «que versaban sobre el mundo de la delincuencia, con actores profesionales y técnicas convencionales de grabación».

El cine de Eloy de la Iglesia y José Antonio de la Loma había marcado su juventud y películas como El Pico y Perros callejeros seguían siendo sus referentes. Así que acabó renegando de las cosas que había aprendido e intentó «rodar de manera hiperrealista». Para ello contaba con la gente de la calle que fue conociendo. Como Guerrero.

A su amigo lo recordaba como «un chiquillo con mucho carisma y talento, que siempre iba por las calles». Ya de mayor pensó en él de nuevo, «puede hacer una película que ni nos lo creemos». Guerrero sonríe al recordar su incredulidad inicial «tenía inseguridad porque no tenía estudios ni nada». Y Salado le motivó.

Tras seis años Salado ve el proyecto y cree «que ha merecido la pena» la espera. Ahora vive de la publicidad, dirigiendo campañas para el Atlético de Madrid o la Once, donde cuenta con decenas de ayudantes para hacer su trabajo «pero mi pasión es el cine y ningún proyecto se puede asemejar. Criando ratas es mi criatura».

Guerrero siempre tuvo fe en que el proyecto se terminaría. Incluso cuando en 2011 estuvo en lo que él llama «el hotel de cinco estrellas, Fontcalent». Se refiere al centro penitenciario donde ingresó para cumplir condena. Durante su pena, Salado le visitaba. Y eso fue lo que valoró Guerrero, «ha estado siempre conmigo en lo malo».

«Estaba escrito para él», dice Salado, «no concebía otro protagonista». Así que cambió el guion, hizo la historia más coral y esperó a que le dieran un permiso. Mientras, «preparaba el personaje conmigo todo los domingos. Una comunicación bestial». «Eran comunicaciones de 45 minutos», puntualiza risueño Guerrero. Cuando le concedieron cuatro días, se fueron juntos para rodar lo que faltaba.

«Como director quería reflejar esa problemática social y tratar de ver la delincuencia juvenil por una mirilla, como hizo antaño Eloy», cuenta Salado. Eso sí, desde un un planteamiento más objetivo ya que considera que aquellas eran «más moralistas». Y él cree que «para buscar solución ya están los políticos, educadores o los padres». Su misión es enseñarlo. Así lo harán, distribuyéndola gratuitamente en línea y haciendo pases en centros penitenciarios o de menores. «Me encantaría que un chaval de instituto de Albacete la consumiera desde un móvil en un parque», concluye, «queremos que sirva como arma de educación».

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