Historias

Este catalán será el próximo Nobel español

Javier Nadales

Le apodan 'El Messi de la Física'. Es el ídolo de los estudiantes más listos de España. Y suena cada año para el Nobel.

Pasamos un día con Juan Ignacio Cirac, el cerebro del 'ordenador cuántico'. "En nuestro país falta dinero para la ciencia y también conciencia de sus beneficios", denuncia.

¡Por fin libertad!, por Susanna Griso

Da saltitos, se muerde los labios y enseña la foto en su móvil. Está feliz. Es su ídolo y se ha quedado sin palabras cuando al fin lo ha podido tocar. Pero ahí está ella, junto a él, en su teléfono. Acaba de terminar la actuación y en el escenario no han sonado baladas de amor. O quizá sí. Cientos de estudiantes de Físicas y Matemáticas han seguido la charla de Juan Ignacio Cirac (Manresa, 1965) sobre ordenadores cuánticos con miradas arrobadas.

Como la de Odette, estudiante de primero de Físicas y aficionada al oboe: la adolescente feliz que posa junto al físico teórico más importante de España, encargado de inaugurar el rehabilitado salón de grados de la Facultad de Físicas de la Universidad Complutense de Madrid. O la de su amigo Jaime: «Me encantaría que Cirac me dirigiera la tesis».

Ese sueño no se compra con dinero. Pero, claro, se trata de Jaime Redondo, dueño de la mejor nota de la Selectividad 2016: todo dieces. Él es uno de los 30 alumnos del doble grado de Física y Matemáticas, la carrera con nota de corte más alta de España. Para escuchar a Cirac, ambos se han saltado una clase de Química. Y sin remordimientos.

Al premio Wolf, premio Príncipe de Asturias y director del Instituto Max Planck de Óptica Cuántica en Alemania le gusta volver a su facultad. Fue allí donde estudió ese señor ya de 50, joven promesa de la Física, hoy ya consolidada. En sus pasilllos y aulas se licenció sin imaginarse como futuro candidato al Premio Nobel.

Entonces era sólo un jovencito que llegó a la Física fascinado por la fusión nuclear, los agujeros negros, las lecturas de Isaac Asimov... Los que le escuchan hoy son más de The Big Bang Theory, la serie televisiva que protagonizan tres amigos físicos y un ingeniero investigadores en CalTech. Lo confirmará Cirac luego, en una tranquila charla en un despacho: «Es un fenómeno mundial. En EEUU, se han duplicado las matriculaciones gracias a ella».

Ninguna campaña institucional que animara a estudiar carreras de ciencias y tecnología ha sido tan eficaz como esta serie. A los alumnos les gusta sentirse tan raros como Sheldon Cooper, el protagonista, que estudia la Teoría de Cuerdas. Investigación básica a largo plazo. Como la de Cirac.

Menuda caña ha dado en la conferencia a los medios de comunicación...
La cuestión es saber interpretar lo que dicen los periódicos. No puedes pensar que el cáncer se va a curar al día siguiente de un avance en ciencia básica. Son pequeños pasos.
Y esa ciencia básica, ¿la harán empresas como Google?
No, porque no miran a más de 10 años, con pequeñas excepciones y departamentos. Aunque Google se ha asociado con la Universidad de California en Santa Bárbara, y también Microsoft para investigar el ordenador cuántico... Pero será fundamentalmente ciencia aplicada.

Por eso habrá trabajo para muchos físicos y matemáticos. Aplicados. Como los que se agolpan en las puertas de este salón de actos original de los años 30. Aquellos años en los que Alemania, donde aprecian la valía de Cirac, se metía a fondo en lo que acabó revelándose como la última frontera: la Física Cuántica. Por ahora. «Te acostumbras a ella, pero no llegas a entenderla», dice uno de los alumnos, justo delante de dos que se comen un bocata de chorizo con camisetas de grupos heavies.

En la fila tercera consiguen sitio María del Carmen Sánchez Trujillo y su marido, los dos jubilados, pareja desde que coincidieron en la facultad. Tienen a un hijo físico y ella ha sido profesora aquí durante 40 años: «No creo que nunca haya visto así el salón de actos», dice mirando emocionada a los que se han quedado de pie. Ella es física experimental y bromea con lo raritos que se han sentido siempre los teóricos. Como Sheldon Cooper, quien al escuchar a su hermana decir que presume ante sus amigos de hermano científico espacial, responde: «Qué humillante. Científico espacial».

Pero Cirac no es así. Esta templada mañana de invierno es el Messi de la Física haciendo regates delante de los canteranos del Barça. Pero no va de nada especial, no cultiva imagen de genio atolondrado, no huye de la gente. Lleva pantalón de pinzas, chaqueta y camisa Oxford azul. Solo una hebilla de cinturón un poco grande aspira a extravagancia. Todo acorde con el orden racionalista del aula Blas Cabrera, quien da nombre también al Premio Nacional de Física: otro más en la colección de galardones del investigador madrileño.

Fue Cabrera el físico más importante de la primera mitad del siglo XX en España y asistió en 1930 al sexto Congreso Solvay en Bruselas junto a Niels Bohr, Albert Einstein y Paul Dirac. Con las fotos de los tres inicia Cirac su conferencia. Ellos fueron los protagonistas de la primera revolución cuántica. Ahora, Cirac es un español con un papel principal en la segunda.

¿Cómo mantiene el foco de sus investigaciones? ¿O sucumbe a las ganas de empezar a investigar otras líneas?
Me voy adaptando. En la información cuántica queda mucho por hacer. Pero hay otros temas que me interesan, más fundamentales. Me gustaría describir sistemas complejos de átomos. Una persona es distinta a una sociedad. Queremos saber cómo funciona esa sociedad de átomos.

En la sociedad humana existen los vendehumos y, en su charla, Cirac los diferencia de los científicos serios, prudentes y humildes. Al ordenador cuántico -«la máquina infinita», como la bautizó la revista Time hace un par de años- no se le espera antes de una década. Por muchas ganas que tengamos los periodistas, aunque concede que no todo es fantasía en los titulares: además de Google o Microsoft, en la carrera también están los servicios de inteligencia mundiales. «En 1995, en un congreso en Maryland, nos dimos cuenta de que había por allí unos extraños. Eran de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA)», nos explica luego. Mucho antes de que todos, gracias a las filtraciones de Edward Snowden, supiéramos de su existencia.

En la charla, Cirac retrocede hasta esas fotos de Einstein, Bohr, Dirac, entre otros. Fueron ellos lo que profundizaron en la materia de la que está hecho el mundo. Se encontraron con paradojas y, sobre todo, con la dificultad de la persona común por entender aquello con una «visión macroscópica». Es difícil seguir a Cirac cuando se mete de lleno a explicar las «superposiciones cuánticas». Superposiciones se merecen los veinteañeros que se han quedado en camisetas de manga corta por el calor que se acumula en ese salón de actos. Y tendrán trabajo. En España o en el extranjero, como este firme aspirante al Nobel -etiqueta que adquieren los Premios Wolf de manera automática al recibirlo- que no vive la emigración como drama.

Viaja mucho a China, ¿cómo de punteros están en ciencia?
Le dedican más financiación a la investigación que cualquier otro país. Para tener propiedad intelectual han visto que es necesaria la investigación. En mi grupo hay cinco chinos. El Gobierno tiene un programa de retorno de mil científicos al año. Entre los científicos las cosas funcionan así.

Él no volverá a España. Las condiciones del sistema de investigación alemán no tienen parangón aquí: «Siempre cuento el pacto de Estado para invertir un 3% del PIB para investigación, y luego subir a un 5%, en plena crisis, cuando otros recortaban. Es un ambiente único. Alemania hace una apuesta a futuro. Buena parte de su economía es la tecnología y eso hace que valore los tres pilares: la ciencia, la tecnología y la educación». Eso sí, advierte de que tienen que ser las empresas las que se unan al esfuerzo.

Para ver la relación con la economía, ¿qué le debemos a la física cuántica que pueda apreciar el común de los mortales?
Toda la electrónica, la base de los ordenadores comunes, equipos de radio, televisión, etc, los láseres, los materiales superconductores, las centrales nucleares...
Pero no todo es cuestión de talonario...
Claro, no puedes decirle a una empresa que invierta en investigación sin que ella vea los beneficios a obtener. Hacen falta condiciones de contorno. En Alemania hay infraestructura y conciencia y eso falta en España, además del dinero, que también.
Y algunos cambios en la Universidad...
Tendrá que haberlos. Ha habido varios comités de expertos que han hecho informes para distintos ministerios y no se han tenido en cuenta. El de Rolf Tarrach, por ejemplo. Pero lo veo desde fuera y es fácil opinar. Hay que consultar con los expertos españoles que saben de eso.

Eso sí, añade que los científicos españoles con los que se topa en el extranjero, en grupos de investigación, son muy buenos. En la charla deja claro a los alumnos lo orgulloso que está de haber salido de la Complutense. Se trata de un campus universitario único: La Moncloa está en él, a poco más de un kilómetro, pero no hay grabaciones de Mariano Rajoy hablando de física cuántica. Sí la hay de Justin Trudeau, primer ministro canadiense, que explicó en rueda de prensa el salto enorme que supondría un ordenador cuántico capaz de procesar la información prescindiendo del sistema binario.

Quejarse de la poca valoración social a la ciencia en España es un clásico, pero no lo parece en ese salón de actos. Son la élite. La casta complutense. La materia gris que estudia la materia. Los alumnos más brillantes, interesados cuando Cirac dice que está «muy implicado con los iones atrapados». Porque, explica, «atrapar iones no es tan sencillo». No lo dudamos.

A continuación, se atreve con las profecías prudentes. Es cierto que en breve, quizá dos años, habrá ordenadores cuánticos que harán cálculos que ahora no pueden hacer los clásicos. «Pero ese algo que conseguirán será inútil, no resolverá problemas», añade a modo de agua fría futurista.

En el turno de preguntas, contesta que para meterse en la investigación cuántica «hace falta ser aplicadillo en Física, pero esto no es la Teoría de Cuerdas». Menos mal. Si quieren atisbar de lo que habla, prueben a seguir a Enrique de Borja, autor del blog Cuentos Cuánticos, uno de los favoritos de los alumnos del doble grado que abarrotan la sala. Aquí hay adolescentes con referentes como Pablo Jarillos, físico valenciano del MIT. Quizás sean algo más que «aplicadillos». «Han venido hasta de primero de carrera. Era como si yo estuviera allí hace 33 años», comenta Cirac, encantado de la abultada convocatoria.

Luego recuerda cómo era el ambiente en su casa: «Mi madre era profesora de instituto y mi padre trabajaba en el Ministerio de Educación y había sido profesor también. Lo más importante para ellos era la educación. Es un perfil habitual entre investigadores que me he encontrado».

Por su edad, él y los investigadores de los que habla no pueden ser productos de experimentos pedagógicos. Simplemente, se sentó en un pupitre y escuchó clases de profesores. «Yo no tengo ninguna queja de aquello, pero no sé decir si otro sistema educativo sería mejor». Habla de la separación que hacen en Alemania a los 10 años entre niños que irán a la universidad y los que no. De lo duro, de sus ventajas y de sus inconvenientes. Pero no quiere opinar más de sistemas educativos: «No es blanco y negro». Tampoco se moja al preguntarle qué equipo, de qué universidad será el primero en redondear el ordenador cuántico. Mucho menos si se le pregunta qué le parecen las peleas del nacionalismo político cuando se observan leyes del Universo: «No comento esos asuntos».

Después de una comida con las autoridades académicas, pone rumbo a la sede la Fundación de Teléfonica, para conocer Open Future. Acaba de estar en Barcelona, en el cuartel general de I+D de la multinacional española, y habla de lo «espectacular» que le pareció. Desde hace unos meses es consejero de la empresa. Fue una apuesta de José María Álvarez Pallete al sustituir a César Alierta en la presidencia. No era un apellido de toda la vida de consejo. No era un ex político. Tampoco un financiero. Si Telefónica quería acentuar su perfil tecnológico, la apuesta clara era por el hombre que ahora está explorando cómo funciona la sociedad subatómica. Seguro que en el consejo no habla de conceptos cuánticos como los qbits, pero sí que puede concienciar de la importancia de invertir en universos nuevos.

Alerta de noticias demasiado buenas por irreales, pero su charla se ha convertido en una experiencia buena y tangible. Un salón de actos a rebosar, unos jóvenes que tienen de ídolo a un físico teórico y que se carcajean con los diálogos de los protagonistas de The Big Bang Theory. Hay cambios sociológicos que, a veces, pasan tan desapercibidos como los qbits. «He estado hablando con el mejor expediente de Selectividad del año pasado, del doble grado, y su sueño es que le dirija la tesis», consigo decirle a Ignacio Cirac casi al final de nuestro encuentro. «Vienen muchos alumnos españoles en estancias de tres meses...», responde él.

El científico es generoso y humilde, como dijeron de él en la presentación de la charla. Un señor normal, camino de Gran Vía desde la Complutense, antes de tomar su avión rumbo a Alemania. De donde no va a volver salvo cuando se jubile. Si es que alguien que caza iones se jubila.

66 Comentarios

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@K626 #41 kerido mio, tu q defiendes? Q te hace pensar q yo digo eso... Yo me estoy riendo del titulo...me rio d tdos los inutiles d este pais, q siempre llegan lejos. En spaña los ingenieros huyen d su pais comente ese hecho. Ahora dira q es mentira y q pueden trabajar en el mc donald ? Spaña politica le importa poco el pueblo solo la familia de los apoderados, siempre ha sido asi, gente mas bien cortita hasta q revienten las cosas tb eso es sabido esperemos q todo esto sea mas pronto que tarde.

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@eldelfondo #64 Desconozco si los datos que usted da son o no totalmente correos, no entro en ello. En lo que sí entro es en lo que usted obvia: el 70% de los españoles se declara cristiano (no contando el número de bautizados sino encuestas personales) porcentage muy similar al total de la UE. Ante esta cuestión, los poderes públicos tienen la obligacion de atender a las demandas de la poblacion. Finalmente, como opinión personal, creo que en la vida uno se forma tanto o más con la metafisica​/religion que con lo que ven y miden nuestros limitados sentidos (ciencia). Un saludo

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@K626 #44 le doy datos y fuentes al final.Falso porqué? Teniendo en cuenta que cree en dioses sin tener una explicación lógica porque no decir que miento sin dar argumentos. Que pobreza intelectual.Se paga con dinero público a profesores de religión elegidos a dedo por la conferencia episcopal.Unos 500 millones ​/año. Calcule usted (el gobierno no da cifras) Hay 15.000 colegios dependientes de arcas públicas x 35.000¤ al año de sueldo medio x 1 profesor mínimo por colegio = más de 500 millones. fuentes: http://www.mecd.gob.es ​/servicios-al-ciudadano-mecd ​/dms ​/mecd ​/servicios-al-ciudadano-mecd ​/estadisticas ​/educacion ​/indicadores-publicaciones-sintesis ​/datos-cifras ​/Datosycifras1516.pdf https://www.elmundo.es ​/espana ​/2014 ​/09 ​/09 ​/540ed0ac268e3e1b7e8b457b.html y este (aunque no del todo fiable) http://www.nuevatribuna.es ​/articulo ​/sociedad ​/cruz-aulas ​/20151123131633122700.html Un cordial saludo.

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@nucaranmail #54 Ya, pero Manresa está en España, igual que Cataluña, por mucho que los independentistas, que no la mayoría de los catalanes, quieran deformar la historia para favorecer sus intereses.

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Otro defraudador como me$$i?

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Escriba aquí su comentario @cesar_mira #53 Nada es gratis; el dinero de la investigación sale de impuestos de los españoles, incluidos aquellos que están pasandolo muy mal. Por dedicarse a la ciencia no todo lo que se hace es útil, hay que demostrarlo. El dinero para financiar la investigación debe ser muy bien controlado y el presupuesto nacional subiría cuando los votantes exigieran a los políticos algo en este sentido, y no cuatro ridículos gestos feministas, pro matrimonio homosexual o en defensa de la tauromaquia. En el fondo, la estupidez del ciudadano medio tiene la culpa, así como un periodismo muy mejorable.

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Pues he tenido la suerte de jugar al fútbol sala con el y es BUENÍSIMO

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@moshulu #55 Entonces, el que hace unas tartas muy ricas es un genio, y el que es muy bueno como electricista es un genio ... No confundamos ser un muy buen profesional con la genialidad; para esto último, además de una calidad contrastada, hace falta un desempeño ligado a una categoría profesional elevada, como el arte o la ciencia; no puede existir un genio de la zapatería, con todos mis respetos a tan noble oficio.