Charles Dickens

Charles Dickens era uno de los escritores más famosos de su época, un autor superventas que vendía mucho y que todo el mundo quería leer. Hoy es uno de esos autores clásicos que todos acabamos leyendo y disfrutando, pero para llegar a ello tuvo que trabajar muy duramente. Dickens era un escritor muy disciplinado y uno que escribía de forma constante, como se puede descubrir visitando su casa museo en Londres.

Dickens seguía una rutina de trabajo muy estricta. Tenía un horario de trabajo que repartía lo que hacía a lo largo de ciertas horas y no permitía que nada lo distrajese de su trabajo (y, teniendo en cuenta que tuvo muchos hijos, una no puede dejar de pensar en lo que Catherine Dickens, su esposa, tuvo que hacer para conseguirlo).

Cada día, Charles Dickens trabajaba entre el desayuno y la hora de la comida. Según los testimonios de sus amigos, que en el propio museo entrecomillan para explicar cómo era Dickens a la hora de trabajar, el escritor era muy metódico y había establecido unas reglas de trabajo de las que rara vez se separaba.

Tras comer, Dickens pasaba algo de tiempo en su club (como bien saben los lectores de novelas históricas, los caballeros británicos tenían sus clubs en los que pasaban horas). También podía dedicar tiempo a sus actividades de beneficencia o salir a dar un largo paseo. Aunque, a tenor de lo que cuentan, los paseos de Dickens eran trabajo: durante ellos buscaba inspiración para sus historias, fijándose en el entorno o en las personas que se cruzaban con él en su camino.

A todo esto, hay que sumar que Dickens tenía ciertas rarezas a la hora de trabajar. Le encantaba visitar morgues y era un fanático del orden, lo que hacía que las cosas en su despacho tuviesen que estar colocadas de cierta manera para que él pudiese trabajar tranquilo.