La gente dice que están “solas”  porque no están casadas ni tienen una pareja. Pero, se tienen a sí mismas y a sus hijos... y eso es todo lo que necesitan. Además, entre amigos y familiares cercanos o lejanos, cuentan con círculos de apoyo que, aunque no necesariamente aligeren su carga, al menos mitigan algunas de sus preocupaciones  como la falta de asistencia económica y de tiempo para compartir con sus hijos, más allá de estudiar con ellos o darles de comer. Tiempo para labrar para ellos un futuro miles de veces mejor que el de ellas mismas.

Todos conocemos mujeres que, contra viento y marea, echan a sus hijos adelante. Lo que puede que no sepamos es cómo es su realidad cotidiana entre el trabajo, la casa y la educación de sus hijos. 

Más aún, a lo mejor tú eres una de ellas y, con tanta carga encima, puede que te sientas sola. Pero, créenos, no lo estás. Por eso, hoy te presentamos a otras que, como tú, luchan y se desviven por sus hijos. Mujeres que, al igual que tú, saben –como dijeron varias– que hacer lo que haces no es fácil… pero no es imposible. Porque, como dijo una de ellas, “mientras uno tiene vida, los sacrificios no duelen… porque es por ellos. Lo hacemos todo por ellos”.

(Por solicitud de las entrevistadas, varios nombres se han cambiado).

“Un hogar completo”

Erika Maldonado, de 55 años y residente de San Juan,  es, literalmente, hija del maltrato. Tristemente, su primer matrimonio –del cual nacieron tres hijos hoy de 33, 31 y 24 años– fracasó, pues el suyo “fue un hogar disfuncional, en donde se repitieron los patrones familiares en los que me crié”. 

De su segundo matrimonio nació su hijita Teresita, que hoy tiene 12 años. “Al nacer, le diagnosticaron Síndrome de Down, algo nuevo y desconocido para mí”.  Como Erika trabajaba y su ex esposo “no colaboraba con las citas, terapias ni situaciones relacionadas a las necesidades de la niña”, finalmente volvió a encontrarse sola. 

Sus días comienzan a las  5:00 de la mañana y terminan a las 11:30 de la noche. Debido a la carga que lleva, una de las principales dificultades que confronta “es que, a pesar del cansancio físico, mental y emocional, tengo que estar bien centrada para que mi hija sepa que estoy con ella”.  Sin embargo, aunque “al principio pensé que no podría, no dejo de sorprenderme porque mis fuerzas se renuevan cada mañana. Vivo contenta con lo que tengo,  no tengo que depender de que me den nada porque trabajo y me gano mi sustento con el sudor de mi frente. Aprendí que sin una figura masculina o paterna, mi hogar es un hogar completo”. 

Además, gracias a su hermana Teresa, quien es “mi apoyo emocional, económico y espiritual” y “la mejor tía del mundo”, Erika opina que “ninguna situación debe ser excusa o impedimento para crecer y desarrollarnos. Lo negativo podemos convertirlo en positivo”.

“Si volviera a nacer...”

Mari Pabón lleva cinco años   como jefa de familia en el hogar que conforma con su hijo de 19 años y sus dos nenas, una de 12 y la otra de seis añitos. A esta madre de 36 años, natural de Carolina, lo más que le preocupa de sus circunstancias es “faltarles a ellos. Yo soy la que mantengo el hogar. Aún enferma, me levanto a trabajar porque no tengo a nadie que sea por ellos”. 

Ella, como  muchas otras madres, carece de algunas cosas, pero, en su caso, “el tiempo es lo que más me hace falta”. Y, dada su situación particular, es más que comprensible porque el horario de trabajo de Mari es diametralmente opuesto al de sus hijos: “Ellos estudian de día y yo trabajo de noche. Cuando ellos están saliendo de la escuela, yo me voy a trabajar y cuando regreso, ellos están durmiendo”. Por ello, su principal preocupación es que “no tengo calidad en el tiempo que les dedico”. 

Por otro lado, Mari expresó: “Yo no vivo del Gobierno; no tengo ni la Reforma ni el PAN, vivo en una casa prestada, pero tengo que pagar agua y luz”. Encima de eso, ella es quien sufraga todos los gastos de la comida, medicinas, ropa y entretenimiento de sus hijos porque “el papá del nene nunca le ha pasado nada y el papá de las nenas solo les paga la escuela”. 

Y, a pesar de que, al igual que su mamá, Mari fue víctima de violencia doméstica, nos dijo: “Fui madre bien jovencita, pero no me arrepiento para nada. Ellos (sus hijos) me han enseñado fortaleza y perseverancia; ellos son mi motor para poder seguir. Si volviera a nacer, quisiera volver a ser su mamá”.

“Lo mejor de mí”

Desde antes de dar a luz a su bebé,  ya Joan Rivera, de Corozal, se encontraba sola, pues “el padre del nene (que ahora tiene tres años y nueve meses) y yo nunca llegamos a convivir. Yo no quise (vivir con él), por una serie de factores, y cuando el nene tenía como cuatro meses, me enteré que, de todos modos, él me era infiel. ¡Tanto que sufrí y lloré por cuenta de nuestra relación, para enterarme de que él llevaba año y pico con otra persona! Siempre soñé con darle la familia a mi hijo que él se merecía”, añadió Joan, “y esa frustración la cargué durante mucho tiempo, pero Dios sabe por qué pasan las cosas”. 

Eso dicho, para ella, lo más importante es seguir “hacia adelante con mi hijo. Hemos tenido apoyo y amor de muchas partes, pero ahora mis papás se van a vivir a Estados Unidos y me voy a quedar sola; su apoyo central no va a estar”. 

Por otro lado, si hay algo que Joan lamenta de sus circunstancias es que su hijito “desde los dos meses, ha estado en cuido. Yo no hubiera querido, pero las obligaciones de la vida…”. 

Por eso, a sus 33 años, Joan lucha para que, en un futuro, su nene “sea un hombre de bien”. Y que conste, aunque enfrentar la vida sola con su hijito es duro, ella  no cambiaría su vida por nada. “Todo ha sido difícil, pero nada ha sido imposible”, afirmó.

“Completamente mío”

Como madre, el caso de Elena López, de San Juan,  se sale por completo de la norma. “Tengo 51 años y hace 10 años decidí tener a mi niño in vitro, con donante. Me motivó el deseo de ser mamá”, continuó explicando. “Yo había trabajado como trabajadora social en agencias de adopción y sabía lo difícil, lo cuesta arriba que era   adoptar para las madres solteras. ¡Y ya yo tenía 41 años y estaba divorciada!”, dijo. 

Elena también relató por qué esperó para tener su hijo. “Primero, estaba estudiando y haciendo mi maestría. Luego de que empecé a trabajar, mi esposo estuvo haciendo su maestría. Vivíamos en un apartamento bien pequeño, la estabilidad económica no estaba ahí”. 

Por fin, “cuando yo estaba preparada, económica, física, mental y emocionalmente –nos piden una evaluación sicológica–, tomé la decisión, pero llevaba años considerándolo”, recalcó.  

Así, con la ayuda de una especialista en este tipo de proceso, Elena escogió un donante. “No fue fácil porque yo era soltera. Fui a tres doctores hasta que conseguí a la doctora (que me ayudó)”. 

Sobre su embarazo, Elena dijo: “Fue un embarazo feliz, no tuve ni tan siquiera náuseas. Ha sido la época más linda de mi vida, lo mejor que me ha podido pasar”.

 Hoy, 10 años más tarde, Elena –quien trabaja por su cuenta y recibió el pleno respaldo de sus padres– asegura sobre su hijito: “Lo más satisfactorio de toda la situación es verlo cómo crece. Para mí, él es lo más importante. Y no tengo la preocupación de visitas de fines de semana ni de que el padre no pague una pensión. El haber tenido a un hombre no me iba garantizar nada. Mi nene es mi nene”, acotó. “Y es completamente mío”. 

“¡Se puede!”

“En estos momentos, estoy un poquito apretada,  económicamente”, confiesa Waleska Nieves, de 37 años y natural de Carolina. Y es que, además de tener dos niñas, una de 12 y otra de 14 años, Waleska está por dar a luz a su tercer hijo. Desde hace nueve años, ella es jefa de familia y ahora, a sus gastos regulares, se suman “las cosas del bebé. Además, por ahora, tuve que dejar  de trabajar. Y  trabajo por servicios profesionales prestados, de manera que si no trabajo, no cobro. Además, el papá del bebé no está cooperando”. 

Por eso, por el momento, Waleska se está bandeando “con lo que he ahorrado”. Y, por lo menos, los gastos de las nenas se cubren “con la pensión que reciben de su papá. 

Para Waleska, lo más difícil de su situación “es  lo emocional, el no saber si lo estoy haciendo (la crianza de sus hijos) bien”. Eso dicho, como es especialista en terapia física, procura conseguir trabajos en los que “pueda hacer mi horario para poder estar en todas sus actividades.  ¡Hasta hubo un tiempo que tenía dos trabajos y estudiaba por las noches!”.

Vale mencionar que Waleska está muy satisfecha con lo que ha logrado.  Por eso,  para otras mujeres como ella, aconseja: “Uno tiene que ser feliz uno solo; uno no puede esperar que alguien lo haga feliz. Busquen la felicidad en ustedes mismas. Sean fuertes. Se puede. Si  lo hice con dos nenas y dos trabajos, ¡se puede!”.