Historias que nadie conoce. La isla de Bougainville

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¿Son todos los seres humanos iguales? Al pensar en Papúa Nueva Guinea (PNG) desde un sofá lejano, muchos pueden creer que todo el mundo es igual allí, que todos lucen el mismo aspecto. Desde el sofá, se suele caer en la trampa de la generalización, la misma generalización que confunde a los chinos con los japoneses o todo lo que venga de Asia, la misma generalización de los que piensan que un irlandés y un inglés es lo mismo o que el español es clavadito al italiano. Eso es lo que se suele creer desde los sofás lejanos.

Dar unas cuantas vueltas por el mundo, ayuda a descubrir eso de la diversidad dentro de la diversidad, a indagar en los detalles, en los matices, las pequeñas y grandes diferencias. Compruebas que el ser humano es lo mismo, pero no es lo mismo. En África aprendes que no es lo mismo un ghanés que un keniata o un nigeriano. En PNG ocurre algo similar. Cuando empiezas a hacer tu vida en este país del Pacífico, descubres que de vez en cuando das con personas con una piel mucho más oscura que la media. Es cuando empiezas a escuchar el nombre de la isla de Bougainville. Lo escuchas con la boca pequeña, como si el papú medio no quisiese hablar mucho al respecto. ¿Qué pasa con Bougainville?

Entonces te enteras que hace unos años, no hace mucho, estalló una guerra civil en Bougainville, en PNG. Te enteras que todo el follón estalló alrededor de una mina. Una mina de nombre Panguna, que durante muchos años fue explotada por la Bougainville Copper Limited (BCL), una subsidiaria de Rio Tinto esa compañía que empezó siendo española y ahora es totalmente anglosajona. Panguna escondía un tesoro y una desgracia.

Era difícil calificar a esta mina que podía salvar y desgraciar a una isla que ya había nacido de manera torcida. Nombrada en honor al explorador francés Louis de Bougainville que apenas puso pie en la ínsula, Bougainville se empezó a quebrar desde sus inicios. Ocurrió cuando en los albores de la descolonización, la segunda guerra mundial y otros acontecimientos, Bougainville quedó anexada a PNG.

Como si a un cántabro le dicen de repente que es lo mismo que un sueco, porque unos países lejanos y extranjeros lo han decidido así.

A partir de ahí, Bougainville se despereza de manera desvertebrada, respira en tierra de nadie, obligada a ser parte de una nación y un todo con el que no se identifica, con el que no se halla, con el que no se reconoce. Pero Panguna, ay Panguna, podía ser la salvación porque guardaba el tesoro. Un tesoro de nombre Cobre. Una desgracia de nombre Cobre. Y el hombre blanco, por supuesto, lo sabe. Así que un día la BCL llegó por Panguna y prometió a los lugareños una vida cómoda y abundante si le dejaban explotar la mina. “Todos tendrán un empleo asegurado en la mina y la aldea se enriquecerá”.

Un discurso que resulta familiar, ¿verdad? La gente de Panguna comienza a trabajar en la mina con ilusión, esperando alimentar a sus familias, darles educación, asegurarles un futuro. Pero al cabo de unos meses, de unos años, lo único que parece crecer es un hoyo que se ha hecho muy grande. Un agujero enorme que es cada vez más grande y más grande. Toneladas de cobre se exportan de la mina de Panguna, PNG ve como sus sufridos cofres se llenan de pronto con un dineral proveniente de la mina que sólo aciertan a palpar unos pocos.

Todo mejora excepto las condiciones de los habitantes de Panguna, que ven que todo sigue igual o peor para ellos. Los habitantes de la aldea comienzan entonces a reclamar lo que es suyo. Pero siguen pasando las semanas, los meses y lo que ven es como el agujero sigue haciéndose más grande. Y más grande. La gente de Panguna empieza a perder la paciencia. Entre las voces discordantes, destaca la de Francis Ona, trabajador de la mina que se desespera. Los descontentos se empiezan a organizar, vuelven a reclamar lo que es suyo. La BCL les promete una cosa y la otra, pero nada ocurre, sólo el tamaño del agujero que se hace todavía más grande. Francis Ona no aguanta más.

Al poco, Ona y sus seguidores se plantan en la mina y revientan sus instalaciones. La BCL huye despavorida y pide socorro a PNG que organiza su ejército para combatir al BRA, el grupo armado que ha montado Francis Ona y los suyos. Se empiezan a escuchar tiros, aparecen las ametralladoras, muere gente. En un principio, parece que los enemigos estaban claramente delimitados.

Por un lado, los rebeldes, en frente el Gobierno de Papúa Nueva Guinea. Pero el asunto era más complejo. Bougainville, al igual que PNG y todo el Pacifico, está compuesto por diferentes tribus, clanes, donde ese afán tan humano de poder, de dominar, es notorio. De manera que estalla también una guerra tribal, una guerra de clanes, una guerra civil dentro de otra guerra civil, un desastre, “the crisis”, como todo el mundo la llama por estos lares. La isla de Bougainville se transforma en una carnicería.

El Gobierno de PNG trata de aprovechar los conflictos tribales para ganar la guerra y seguir explotando la mina que le estaba reportando prácticamente la mitad de su PIB. Bougainville ve así cortada sus comunicaciones, sus suministros. Pero el BRA y otros grupos se defienden como gato panza arriba, haciendo gala de una determinación e inteligencia asombrosas.

Los rebeldes conocen tan bien la naturaleza, las propiedades de la tierra, que consiguen obtener todo lo que les hace falta de ella. Llegan por ejemplo a utilizar el aceite de palma como combustible. El conflicto finalizará después de que el primer ministro de PNG por aquel entonces, Julius Chan contratase a un puñado de mercenarios africanos para que sembrasen el terror en Bougainville.

Conscientes de la matanza que se avecinaba, sabedores de lo insoportable  que sería convivir con este lastre para toda la vida, el líder de los militares del ejército de PNG, Jerry Singirok  se rebela contra la participación de los mercenarios. Se monta un revuelo en el Gobierno, Port Moresby explota, se suceden los motines, las amenazas de golpes de estado, hasta que por fin los mercenarios son obligados a abandonar PNG.

Es el llamado Sandline affair que llevará a continuación a firmar la paz con Bougainville a la que se le dotará de un grado de autonomía, así como la posibilidad de votar por su futuro en un referéndum, que incluiría la posibilidad de la independencia. Francis Ona moriría de malaria según la versión oficial, aunque los detalles exactos de la defunción siguen sin estar del todo claros.

Unos cuantos años después, muchas heridas continúan sin cicatrizar. Bougainville trata de recuperarse desde entonces, de reconciliarse, de encontrarse, de buscar una identidad, un futuro y también un presente.

¿Y tú lector? ¿Alguna vez has estado en Bougainville o en un lugar con conflictos similares?

El autor
Carlos Battaglini

Lo dejé todo para escribir Samantha, Otras hogueras y Me voy de aquí.

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