EDUCACIÓN

Educación y estrategia de progreso

Hace ya muchos años que los datos nos muestran tozudamente la relevancia del capital humano en el desarrollo económico y el progreso social. Los avances educativos tienen consecuencias muy importantes, tanto para los individuos como para la sociedad, sobre el crecimiento, los ingresos, el nivel de empleo, la competitividad y la capacidad de adaptación a un entorno cambiante. Una buena parte de la inversión en capital humano se realiza a través de la educación, entendida no sólo como la formación reglada, sino como adquisición de habilidades personales y sociales.

En los últimos 50 años, España ha conocido un progreso espectacular en la educación formal de sus ciudadanos. Los años medios de estudio de la población española se han duplicado, al tiempo que las importantes diferencias existentes entre las regiones se han reducido. Se trata de un fenómeno de gran trascendencia, dada la importancia de la educación en la explicación de las diferencias de desarrollo entre países y regiones. Hay sólida evidencia de que las personas con mayores niveles de capital humano tienen rentas más altas, mayores niveles de empleo y mejores condiciones de trabajo.

Pero esta panorámica general debe ser matizada para que podamos comprender el impacto que la crisis ha tenido en nuestro país sobre el empleo y pensar cómo tratar de evitarlo en un futuro. Hay tres consideraciones que conviene tener muy presente.

La primera, que "la normalidad" ha cambiado en estos años: los países de nuestro entorno también han progresado sustancialmente, de modo que hay que mirar no sólo a nuestro pasado, sino a nuestros vecinos, para poder interpretar adecuadamente los datos de escolarización. Nos hemos acercado a la media de la OCDE en años de estudio, pero todavía estamos por debajo.

La segunda, que el número de años de escolarización es una variable de cantidad, que nada nos dice de la calidad. Sabemos que la calidad de la educación es un componente clave del capital humano.

Si hacemos un ajuste de los años medios de estudio por la calidad de los mismos, tomando en cuenta por ejemplo los resultados del informe PISA, veremos que nuestros logros son bastante menos espectaculares. El crecimiento en la cantidad de educación no ha visto progresar de forma similar la calidad de la misma (de nuevo, en el contexto de los países de nuestro entorno). El informe Pisa muestra que nuestro sistema educativo obligatorio no es muy brillante.

La tercera, que hay que tener en cuenta el papel del mercado de trabajo en la puesta en valor del capital humano. Los aspectos institucionales de nuestro mercado laboral -en particular, su fuerte segmentación y la escasa articulación de la formación en la empresa- tienen importantes consecuencias: la precariedad del empleo juvenil, los altos niveles de desempleo de este colectivo, la gran proporción de jóvenes que ni estudian ni trabajan, la extensión del fenómeno de la sobrecualificación, la ausencia de un proceso estructurado en incorporación al mercado de trabajo, etcétera.

La mera extensión de los años de escolarización ha dejado de ser una estrategia adecuada de progreso. Hace falta aumentar la calidad, mejorar la igualdad de oportunidades y articular mejor el vínculo entre educación y empleo de los jóvenes. De otro modo estaremos dilapidando buena parte de la inversión educativa, además de incurrir en altísimos costes personales y sociales.

*Antonio Villar es catedrático de Análisis Económico de la Universidad Pablo de Olavide e investigador del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (Ivie).

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