Este Búho no pudo evitar estremecerse y sentir tremenda pena y tristeza cuando recibió el sábado pasado una llamada del Hospital Almenara:

Cómo no iba a sorprenderme, cuando hace exactamente tres meses, el 15 de febrero último, estábamos sentados en la sala de su departamento en El Agustino haciéndole una entrevista. ¿Cómo iba a imaginar que sería la última? Durante tres décadas de mi carrera periodística había entrevistado al ‘Rey del huaylash’ en varias oportunidades. Casi todas en plan de estrella ganadora.

Eran los tiempos del épico enfrentamiento entre la versión del ‘Chato’ y la de Amanda Portales en la llamada ‘Guerra del Pío Pío’ en 1989. Ese año fue nuestro primer encuentro en su escuela de música en el jirón Azángaro. Además, era el productor de un grupo de jóvenes cantantes que la rompían, ‘Las Chicas Mañaneras’, donde saltó a la fama Sonia Morales, quien consideró siempre a Eusebio como su ‘maestro’. En ese tiempo estaba en su apogeo’.

‘El Pío Pío era el tema más popular del país, tenía un sintonizado programa radial y dos programas de TV. Pero lamentablemente me dediqué al trago’, nos confesó esa noche. Chato -lo interrogué-, ¿con cuál de tus colegas te has metido la borrachera más brava? ‘Con Pascualillo (legendario músico chichero). Fueron como cinco días seguidos en Buenos Aires. Pero eso sí, no planté ningún show’. Luego le dice a su sobrino: ‘Por favor, trae algo para brindar con los señores. Con Renzo Pariasca, el fotógrafo, y Teófilo, su padre y viejo amigo del músico, nos miramos con zozobra. ¿El ‘Chato’ recaído con la bebida? Pero nos miró con una sonrisa pícara: ‘No se alarmen, más bien perdón por brindar con Inca Kola, ya no tomo’.

Luego se puso melancólico. ‘Hoy me estoy muriendo. Hace tres años me detectaron cáncer a la médula ósea y sufro de insuficiencia renal pese a no ser diabético. Pero no se la voy a poner facil a la muerte. Felizmente, mi esposa Juanita Yarada Quispe aprendió a dializarme y aquí en mi departamento tengo las cajas de medicinas que llegan en montacargas’, nos dijo, mientras posaba para la foto con las bolsas de diálisis y su infaltable chalequito con el que realizaba sus legendarios zapateos. ‘Sin estas medicinas me muero’.

El hijo pródigo del pueblo minero de Atacocha, en Cerro de Pasco, tuvo una infancia dura y de jovencito ingresó a trabajar en la mina. Por protestar y pedir mejores condiciones de trabajo lo metieron preso. Su padre, un minero curtido, le aconsejó: ‘Hijo, no quiero que termines tus días en una mina y mueras con los pulmones destrozados. Tienes talento para la música, ándate a Lima y no regreses’. Lo demás es historia conocida.

Con más de 50 años de trayectoria artística, Eusebio fue embajador de la música folclórica por todo el mundo. Pero en el último año de su vida reclamamos para él reconocimientos oficiales del Ministerio de Educación, Cultura o el Congreso. Porque, como bien dijo el poeta Antonio Cisneros: ‘Para qué quiero reconocimientos póstumos, sino los voy a ver’.

Nunca olvidaré que antes de retirarnos de su casa, nos cantó una estrofa de un tema nuevo de su autoría: ‘Tan solo quiero, cuando me muera/junto a mi tumba esté mi guitarra/que mis canciones sean la plegaria de esta mi vida, errante y bohemia’. Premonitoria. Fuimos testigos de su último concierto y la voluntad final de una leyenda de la música popular del Perú.

Adiós, ‘Chato’, maestro, vaya a zapatearle a San Pedro. Y gracias por ese vino con su nombre en la etiqueta, que nos obsequió y que nunca abrí hasta que tecleé esta columna con la más sincera pena.

Apago el televisor.

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