Un domingo en El Rastro en 1985

Tan lejos y tan cerca. En tiempo y espacio. El Rastro es un chorro de bajada con afluentes por la Ribera de Curtidores sin que la Historia apenas lo altere. Cada domingo y festivo, los puestos toman las aceras desde hace más de cuatro siglos en un rito que comenzó siguiendo el reguero de sangre de los animales sacrificados en el matadero. Las imágenes de Bernardo Pérez son un fresco de usos y costumbres normales hace años, pero prohibidas en gran parte por la ley hoy en día. Un corolario de cotidiano surrealismo, con todo en venta. Antigüedades, muebles, restos de mudanza, discos, revistas, radios, lámparas, cuadros: los azares del trueque y las necesidades a saldo. El Rastro de los años ochenta activa nuestra memoria. Contemplándolo nos damos cuenta de que hasta las costumbres mutan, de que lo que nos parece normal y cotidiano es hoy distinto aunque nuestras sensaciones al pasear por el lugar sean las mismas.

Fotos: Bernardo Pérez Texto: Jesús Ruiz Mantilla

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Este mercadillo emblemático de la ciudad tiene más de 400 años

20/10/1985 © EL PAÍS Reportaje en El Rastro, Madrid. BERNARDO PÉREZ

El hombre dirige los movimientos de la chimpancé. Asumimos que es hembra porque lleva una especie de vestido a rayas. Controla con una cadena cómo se exhibe montando un triciclo. Conserva tan sólo tres dedos en el pie derecho y una maqueada cara de tristeza. Verdaderamente, esta fotografía, nos lleva a hacernos la siguiente pregunta: ¿es válida la nostalgia o realmente nos alegramos de haber superado ciertos escalones en la evolución de las costumbres?

20/10/1985 © EL PAÍS Reportaje en El Rastro, Madrid. BERNARDO PÉREZ

La chavalería se aposta sobre las jaulas. Un pato parece querer salirse del cuadro. Las miradas van en sentido opuesto. Parecen habérselo dicho ya todo aquella mañana y sólo les entretiene la espera el rumor del radiocasete que tienen abajo, a la izquierda, pegado al cierre. Las jaulas blancas son consistentes, resisten el peso del muchacho animado. Nunca sabremos si el pato nota más cerca la amenaza del risueño o la desidia de los otros dos, a punto de morir de aburrimiento.

20/10/1985 © EL PAÍS Reportaje en El Rastro, Madrid. BERNARDO PÉREZ

El Rastro es juventud y tendencia. Aun así, los protagonistas de la fotografía visten atuendos que resisten las modas. Incluso los tres botones desabrochados del muchacho, entre acalorado y deseoso de mostrar un incipiente pecho lobo, no nos extrañarían hoy por los alrededores. Es el único pendiente de mirar a la cámara para que su imagen resulte impoluta. Los otros tres andan centrados en el perro, que se revela ahí como el puro centro de atención.

20/10/1985 © EL PAÍS Reportaje en El Rastro, Madrid. BERNARDO PÉREZ

Las palomas parecen dispuestas a amotinarse. Revolotean en sus celdas sin impresionar al guardián, que ni las observa, resignado e impasible. Las blancas mantienen cierta dignidad en su desgracia. Saben que lo único que puede salvarlas es la belleza. El carcelero mira el objetivo con una mano metida en el bolsillo. En cierto modo, retador. Sabe que al final del día sacará un pellizco razonable por sus conocimientos en ornitología.

20/10/1985 © EL PAÍS Reportaje en El Rastro, Madrid. BERNARDO PÉREZ

El hombre con el peto y la visera está a punto de hacer un negocio. Va a vender la jaula del canario a la señora que echa ya manos al bolso para buscar la cartera. La otra mujer, con el niño a cuchos, parece aprobar la compra, que se dará quizás después de algún regateo. El chiquillo también. Lo único que resulta un misterio en la fotografía es dónde anda metido en ese momento el pájaro.

20/10/1985 © EL PAÍS Reportaje en El Rastro, Madrid. BERNARDO PÉREZ

Los tirachinas son de diseño. Y el truhan que los vende en el puesto, también. Apoyado en la estructura metálica del chiringuito, apura un bote de Mahou que le alivia la jornada. Hoy lo retirarían de la vía por venta de armas. Los tirachinas fueron cruciales para las escaramuzas de barrio y el alivio de la rabia que producía la sensación de encierro. La rabia contenida de la represión y el aburrimiento. Hoy, toda esa agresividad, se conduce por otras vías. Pero es la misma. Las armas para desfogarla se venden en otros puestos.

20/10/1985 © EL PAÍS Reportaje en El Rastro, Madrid. BERNARDO PÉREZ

El hombre cabizbajo, ojea una revista y espera salir con suerte. Lo que vende, apenas tiene valor. Un cuadro que tiñe de oscuro los molinos de viento, quizás para dejar claro, que no le veremos envuelto en quijotadas. Lámparas y candelabros con que iluminar salones en penumbra. Lo que guardan las bolsas a su lado lo pondrá en venta más tarde, cuando haya colocado el material a la vista.

20/10/1985 © EL PAÍS Reportaje en El Rastro, Madrid. BERNARDO PÉREZ

Pese al reclamo de tienda de fotografía con la marca Agfa color, típica de los tiempos analógicos, la chica del bocata vende de todo. Vírgenes, radios para el coche, discos, telas, mantas, cajitas para joyas. Faltaría saber si también el abrigo colgado en la pared nos lo podemos llevar. Su oferta es pura estampa del rastro. Un saldo completo de objetos usados sin importar género ni procedencia. Un híbrido ajeno a toda especialización que no sea la lucha por la vida.

20/10/1985 © EL PAÍS Reportaje en El Rastro, Madrid. BERNARDO PÉREZ

El mendigo es un artista. La negrura de sus manos proviene de la cera. Hace frío porque al calor de su barba ha añadido ropa de abrigo y gorros de piel. Debe ser navidad porque traza un Belén negro, con la sagrada familia fija en la cuna del niño Dios. Tiene todo el derecho a prescindir de luz y color en el cuadro. Debe saldar cuentas por su propia desgracia. También vende zapatos usados y palas de ping pong.

20/10/1985 © EL PAÍS Reportaje en El Rastro, Madrid. BERNARDO PÉREZ

Los brazos en cruz quedan dispuestos al sacrificio que exige la calderilla. ¿La escena refleja una humillación o una absurda prueba de resistencia? La rígida espalda de este Cristo dominguero resiste el peso de su compañero trompetista. Otros dos muchachos acompañan la serenata con una trompeta más y algún tambor. La mujer pasa la gorra ante un público asombrado. La música no parece suficiente. Deben aplicar técnicas de faquir. Un extra con que hacer buena caja.

20/10/1985 © EL PAÍS Reportaje en El Rastro, Madrid. BERNARDO PÉREZ

El artista se toma un descanso y se fuma un cigarro. Ha dejado su sagrada familia a buen recaudo. Una escoba asoma a mitad de la imagen, pendiente de lo que queda por barrer cuando cierren los puestos. Prosigue la anarquía y el amontonamiento desordenado. Esa invitación constante a revolver que es parte innegociable del Rastro. Dos paisanos matan la mañana más entretenidos con mirar alrededor que comprando. Otro huye en la ensimismada prisa que le imprime su cigarro.

20/10/1985 © EL PAÍS Reportaje en El Rastro, Madrid. BERNARDO PÉREZ

El hombre de la perilla observa las radios y los tocadiscos haciendo un alto en el camino. Quizás porque hasta entonces no había hallado en otros puestos tanto orden y coherencia. En mitad del batiburrillo, a veces relaja encontrar algo sencillo. Cada aparato tiene puesto un vinilo. De 45 revoluciones, la mayor parte. Arriba, un cartel anuncia: Todo funcionando. Los aparatos de sonido que en aquel tiempo nos parecían tecnología punta. Son hoy a nuestros ojos, piezas de museo.

20/10/1985 © EL PAÍS Reportaje en El Rastro, Madrid. BERNARDO PÉREZ

Una maleta de emigrante de posguerra contrasta con la caja para el reparto de mercancías de plástico amarillo. Un cartel que anuncia compras, no ventas. De objetos tan valiosos como tebeos, novelas y cuentos antiguos y modernos. De pronto, ese antiguos y modernos nos suspende en un tiempo indefinido, como la espera del hombre que lee sentado en esa sillita campestre, abierto a recibir sus tesoros. Confiado en que algo caerá, más allá del sol frío que le protege del invierno.

20/10/1985 © EL PAÍS Reportaje en El Rastro, Madrid. BERNARDO PÉREZ

Pese al gentío, lo que capta la atención aquí es la niña vendedora que empieza a disfrutar de su oficio ambulante. No debe hacerlo mal. El hombre de la visera sonríe complacido mientras ella parece mostrar el producto al posible cliente que ojea. Un muchacho pasa en dirección contraria a su mirada. Va sucio y desarrapado, en contraste con la elegancia y la finura de trato que desvela la encargada del negocio. ¿Cuál habrá sido el destino de ambos?

20/10/1985 © EL PAÍS Reportaje en El Rastro, Madrid. BERNARDO PÉREZ

El centro de la fotografía está tomado por unos peluches. Dos perros y un animal indeterminado. Una guitarra, apoyada en la pared, despista. Si miramos al suelo, definitivamente comprobamos que es una juguetería. Trenes, coches con grúas, camiones y un bingo de juguete, de esos que servían para ventilar las tardes de domingo en la mesa camilla, cuando el juego era ilegal pero ciertos atropellos, legítimos. Nadie parece vigilar la mercancía.

20/10/1985 © EL PAÍS Reportaje en El Rastro, Madrid. BERNARDO PÉREZ

La mujer cuenta las pesetas que le han caído de alguna venta en su puesto de muebles, adornos y muñecas. Lo hace atenta, consciente de que cada moneda es un triunfo en su lucha por la vida. Un hombre observa la oferta y parece tomar nota de los diferentes gestos que le envían esos duendes y hadas de plástico y porcelana. Cada figura ocupa una silla propia, un lugar que le otorga categoría y distinción. Todos llevan ya una historia a cuestas que ha confluido en un domingo de Rastro y volverá a tomar rumbo propio en cuanto alguien se lo quiera llevar a casa.

20/10/1985 © EL PAÍS Reportaje en El Rastro, Madrid. BERNARDO PÉREZ

Lo difícil debe ser encontrar el par adecuado en ese guirigay de zapatos sin orden ni concierto. En esa sima de pasos mal medidos, en ese batiburrillo de huellas en busca de pies que quieran proseguir su mismo camino. Se acumulan de manera tan violenta, tan desesperada, que el objetivo no atina a enfocar de una vez y parte la fotografía entre lo que queda dentro de un efecto borroso -por tanto más barato- y diáfano, o sea, más caro.

20/10/1985 © EL PAÍS Reportaje en El Rastro, Madrid. BERNARDO PÉREZ

La muchachada pendiente a la vez del objetivo y su cachorro, no cae en que la portada de EL PAÍS de ese día tiene al psiquiatra Juan Antonio Vallejo-Nájera como protagonista. Fue figura ilustrada en medio de la ordenada catarsis colectiva de la Transición. Esa que probó que las teorías delirantes de su padre, el también psiquiatra de cabecera del régimen, Antonio Vallejo-Nájera, eran un disparate que le valieron el sobrenombre de Menguele del franquismo.

20/10/1985 © EL PAÍS Reportaje en El Rastro, Madrid. BERNARDO PÉREZ

Mientras el hombre tranquilo del sombrero escolta su puesto de cerámicas esparcidas por el suelo, la mujer del pelo recogido parece echar un cante. Puede que también le reproche algo a la cara. En todo caso, lo hace con una pose muy flamenca, mientras la mujer del pelo suelto vestida de blanco disfruta de la mañana con un tentempié. En los aledaños con jardines del Rastro, todo parece más esparcido, menos agobiante.

20/10/1985 © EL PAÍS Reportaje en El Rastro, Madrid. BERNARDO PÉREZ

Los relojes miden la dualidad del tiempo en un arte como la fotografía. Uno marca la hora exacta en que fue tomada y el otro aquella, cualquiera, en que será vista. Ayer y hoy. El espejo abunda en la idea de duplicidad. Incluye, como en una atmósfera velazqueña, a un inquietante personaje que está dentro y fuera del plano a la vez. Los billetes que sujeta el vendedor son lo único cierto en esta escena.

20/10/1985 © EL PAÍS Reportaje en El Rastro, Madrid. BERNARDO PÉREZ

Las tres señoras conservan su dignidad con una sonrisa. Deben poner en venta los restos de la casa pero no hay nada más agradable que capear el temporal así, con una tertulia en torno a las joyas de la tatarabuela, las lupas, la cubertería, las vinagreras, los relojes, la cubertería de plata, los rosarios, las cantimploras y los abalorios. Tantos recuerdos… Restos de adorno, señales de antiguos esplendores perdidos que quedan pegados ahora al resto de la memoria y se evaporarán en gastos corrientes recauden lo que recauden por ello.

20/10/1985 © EL PAÍS Reportaje en El Rastro, Madrid. BERNARDO PÉREZ

La elegancia de los colegiales contrasta con la pordiosería de algunos puestos. Impolutos, encorbatados, con escudo en la americana, sonríen al ritmo de sus pasos, quizás porque en la bolsa verde que transporta el primero llevan un botín. Su sensación de triunfo ante el paisaje de todos esos desamparados es evidente. Llevan en el gesto la marca del triunfador. Pero todavía no saben que cualquier paso en falso puede conducirles al desastre.

20/10/1985 © EL PAÍS Reportaje en El Rastro, Madrid. BERNARDO PÉREZ

El plano picado acierta con la geometría de los objetos sobre la manta. Más allá del cogote de quien mira adivinamos su cálculo al elegir, incluso lo que puede estar llamándole la atención: los transistores, los mecheros, las carteras, algunas piezas de porcelana, las fundas de gafas, algunas armas en miniatura… Este despliegue minimal es el mejor cierre a la galería de glorias y de saldos hacia la que a menudo nos conducen las imágenes del pasado.

20/10/1985 © EL PAÍS Reportaje en El Rastro, Madrid. BERNARDO PÉREZ

Al martirio de la chimpancé, añadimos equilibrismo de la cabra, con sus cuatro patas adheridas a un fino pedestal del que no debe despeñarse. Seguro que el pobre animal prefiere la inestabilidad rocosa de los precipicios a la sensación de ridículo que debe pasar junto a su compañera en desgracias de la mona Chita. Los músicos animan el show y los curiosos azuzan el cruel arte de la supervivencia de todos ellos con alguna moneda al aire.

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