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Bienvenidos al Silicon Valley nórdico: "Puedes hasta donar órganos por internet"
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estonia, el país con más 'startups' per cápita

Bienvenidos al Silicon Valley nórdico: "Puedes hasta donar órganos por internet"

En diciembre, Estonia se convertirá en el primer país en conceder la residencia digital. Con medio millón de habitantes, es la nación con más ‘startups’ per cápita

Foto: Estudiantes de primer grado aprenden un simple proceso de programación en un colegio de Tallin. (Reuters)
Estudiantes de primer grado aprenden un simple proceso de programación en un colegio de Tallin. (Reuters)

Cuando Karli Suvisild regresó a su Tallin natal (Estonia), tras siete años fuera, le pareció que viajaba al futuro. No porque antiguas fábricas soviéticas ahora fuesen labs parahispters (como la Telliskivi Factory, convertida en la Telliskivi Creative City), sino porque, de repente, se podía votar en las elecciones desde el propio móvil, un negocio se inscribía en la red en cuestión de minutos y se habían acabado las recetas en papel del médico.

No obstante, lo que más le fascinó fue que la declaración de la renta se hiciera “con cuatro clicks en internet y el dinero te lo devolvían ¡en cinco días!”. “Tuve que rellenar tantos papeles fuera que ni te imaginas… pero no te hablo de papeles hechos para humanos”, ironiza Suvisild, que actualmente trabaja como representante TIC del showroom de e-Estonia.com, en Tallin. Asegura que han ahorrado tiempo y dinero: “Ahora somos más eficientes”.

Adiós burocracia

Se podría decir que Estonia le dijo adiós a la burocracia el año en que se dio la bienvenida al nuevo siglo. Al menos, lo que se entiende por ella en el resto del mundo: del francésbureau (oficina) y del griego krátos (gobierno) y que, por lo general, se traduce en colas, tiempo y papeleo. El primer paso lo dio el Parlamento, al aprobar, en el año 2000, una Ley que concedía a la firma electrónica el mismo peso legal que las firmas tradicionales en papel y de la que presumen desde el Gobierno estonio de ser “uno de los sistemas de firma digital más avanzados del mundo”.

En diciembre, Estonia se convertirá en el primer país del mundo en conceder la residencia digital. Con menos de un millón y medio de habitantes, es la nación con más ‘startups’ per cápita del planeta

Un libro y el actual presidente del país, Toomas Hendrik Ilves, tienen parte de culpa en esta aventura. Ilves, entonces embajador de Estados Unidos en Estonia, ha contado en varias ocasiones que cuando emprendieron la andadura digital acababa de leer El final del trabajo, de Jeremy Rifkin. La obra sostenía básicamente que los ordenadores acabarían con el trabajo humano. Se citaba el caso de una fábrica de acero de Kentucky, donde la automatización obligó al despido de miles de empleados.

“Desde la perspectiva de Kentucky, esto era por supuesto terrible”, reconocía en agosto el presidente Ilves en una entrevista con la revista The Ripon Forum, “pero para Estonia era algo fascinante, porque nuestra angustia existencial fundamental está ligada a nuestra pequeñez (el país no llega al millón y medio de habitantes). Utilicé la lógica y dije que así era cómo podríamos aumentar nuestro tamaño funcional. En otras palabras, si 100 personas pueden hacer el trabajo de 12.000, mi país no tiene que sufrir la lógica imperante en ese momento de que el éxito económico requiere de una economía de escala. A partir de ahí, me di cuenta de que debíamos informatizar tanto como fuese posible”, argumentaba.

Desde entonces, en el 'Silicon Valley nórdico' han pasado muchas cosas: en el año 2000, el Gobierno declaró internet un derecho humano y, en 2007, Estonia se convirtió en el primer país que votaba online en unas elecciones generales. Actualmente, la declaración de la renta también se hace por internet, el aparcamiento se paga con el móvil y el registro sanitario se almacena en la nube; el siguiente paso se dará en diciembre de 2014, cuando se conceda la residencia digital a los extranjeros que lo soliciten.

“Supongo que para otros países en más difícil la transición de lo digital a lo analógico, pero nosotros empezábamos desde cero”, asegura Suvisild, quien recuerda que Estonia consiguió la independencia de la Unión Soviética en 1991, entró en la Unión Europea en 2004 y adoptó el euro en 2011.

“Solo hace falta un portátil”

Frente a una pantalla del showroom de e-Estonia.com, en Tallin, Siret Schutting, directora del espacio, hace una demostración: “Por ejemplo, cada vez más estonios usan el 'Digidoc', un sistema para almacenar, compartir y firmar documentos de manera digital que básicamente consiste en identificarse con el DNI o el número de teléfono, subir el documento, firmarlo con la firma digital y remitirlo a las otras partes para sus respectivas firmas”, explica. Otra posibilidad es el ‘e-Business Register’, “una herramienta que permite a los empresarios registrar su nuevo negocio online y, en cuestión de minutos, sin pasar por el notario”, agrega. Con menos de un millón y medio de habitantes, Estonia es el país con más startups per cápita del mundo.

Todos los colegios del país están conectados al portal e-school, una herramienta con la que los docentes evalúan el comportamiento de los estudiantes y con la que los padres se enteran de lo que pasa en la escuela

Dentro del propio Ejecutivo,se han digitalizado hasta las sesiones gubernamentales, mediante una herramienta denominada ‘e-Cabinet’ (una especie de Twitter) con información relevante organizada y actualizada en tiempo real que permite a los ministros revisar cada tema del programa y determinar su propia posición. La medida ha reducido las reuniones semanales de gabinete de 4 o 5 horas a entre 30 y 90 minutos.

Igualmente, con la “e-Prescription” se acabaron las recetas del médico. “Todas las farmacias y hospitales del país están conectados”, explica Suvisild, que bromea con que la mayoría de las gestiones en Estonia ya se hacen por internet, “hasta después de haber muerto”. “Por ejemplo, es posible donar órganos con unos cuantos clicks. Y la gente puede pensar que hace falta poner artilugios por todas partes para esto, pero mi única herramienta es un ordenador portátil”, puntualiza.

Entre los nostálgicos hay gente como Artjom, de treinta y pocos años, que aprueba “todo lo que signifique acabar con el papeleo”, pero a quien le sigue gustando votar como toda la vida. “Entrar en la caseta y rellenar la papeleta es una forma de sentir la democracia”, asegura.

Programación y robótica en el colegio

Sentada en el suelo de la clase y rodeada por pequeños robots, Birgy Lorenz, directora de desarrollo TIC en el colegio Pelgulinna Gymnasium de Tallin, asegura que “para los niños la tecnología es como jugar con un puzzle”. Una de las principales apuestas de Estonia dentro de su andadura tecnología es la educativa. En 2012, el Gobierno dio el salto en este campo, al empezar a enseñar programación en los colegios desde los siete años. En concreto, Estonia dio el salto del tigre, el nombre de la organización que puso en marcha estas clases: la Fundación Tiger Leap.

“Lo del salto del tigre simboliza el progreso alcanzado en economía por los cuatro tigres asiáticos”, explica la responsable del proyecto educativo, Mari-Liis Peets, denominado “Proge Tiger”, que recuerda que en 2012 “la Fundación Tiger Leap comenzó a capacitar a los docentes, a desarrollar materiales de aprendizaje y a traducir los cursos de programación de Codecademy.com”.

Además, todos los colegios del país están conectados al portal e-school, una herramienta con la que los docentes evalúan el comportamiento de los estudiantes y con la que los padres se enteran de lo que pasa en el colegio. “A través de esta página pueden ver las tareas, calificaciones, información de asistencia de sus hijos y las notas, así como comunicarse directamente con los profesores”, asevera Lorenz. En su escuela, desde los siete años, los niños aprenden a programar, 3D y robótica. Asegura que es “cosa de niños” porque “vienen al colegio aprender, a diferencia de los adultos, a los que les aterrorizan las cosas nuevas y se avergüenzan de no saber”.

¿Quieres ser e-Estonio? El primer país con residencia digital

El término ‘inmigrante digital’ de Prensky puede que en Estonia cobre otro significado a partir diciembre, cuando se convierta en el primer estado del mundo en conceder la residencia digital (‘e-residencia’). Un estatus que permitirá a los extranjeros acceder a todos los servicios electrónicos del país, “tanto de la Administración Pública como de sectores privados”, especifica Taavi Kotka, subsecretario general de Tecnología de Información del Ministerio de Asuntos económicos y comunicaciones de Estonia, en una entrevista por Skype –programa que, por cierto, se gestó aquí–. “La e-residencia se puede solicitar, desde ya, por internet y tiene un coste de 50 euros”, añade.

En un principio, “los mayores benefactores serán las empresas que tienen alguna relación con Estonia”, aseguran desde el Gobierno, en nota de prensa, donde dicen se ahorrarán tiempo y dinero. “Sólo solicitar el poder legal para que un miembro de la junta participe en la asamblea de accionistas nos costó 1.000 euros y tres semanas”, asegura Indrek Kasela, socio del fondo de capital privado Ámbar Fideicomiso, que se refiere a un reciente negocio con el fabricante de alimentos Preemia.

En números, eso significa que hay unas 7.600 empresas en Estonia con mayoría de capital extranjero, lo que representa el 60% de las exportaciones y el 36% del empleo, y “todas ellas necesitan celebrar reuniones, juntas de accionistas, firmar documentos, etcétera”, recuerda Kotka, que dice que con poco más de un millón de habitantes, “nuestro objetivo es atraer y facilitar la inversión”. En la web oficial bromean con que Estonia cuenta con “un buen clima para hacer negocios”.

Cuando Karli Suvisild regresó a su Tallin natal (Estonia), tras siete años fuera, le pareció que viajaba al futuro. No porque antiguas fábricas soviéticas ahora fuesen labs parahispters (como la Telliskivi Factory, convertida en la Telliskivi Creative City), sino porque, de repente, se podía votar en las elecciones desde el propio móvil, un negocio se inscribía en la red en cuestión de minutos y se habían acabado las recetas en papel del médico.

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