TURQUÍA Las víctimas inocentes

Corán, mentiras y vídeos de decapitaciones

  • Así lavan el cerebro a los niños los miembros del Estado Islámico

  • Se les proyectan vídeos de decapitaciones y se les promete una buena vida en el Califato

  • Hay alumnos tunecinos, egipcios, libaneses e incluso chinos y estadounidenses

Mistefa Sehin, uno de los niños que huyeron del Estado Islámico.

Mistefa Sehin, uno de los niños que huyeron del Estado Islámico. MUNDO

Mistefa Sehin sacó sobresaliente en los tres exámenes de religión ("con preguntas de rellenar, no tipo test") que les hizo el Estado Islámico (IS) durante su secuestro. "Con un 98 sobre 100 te garantizaban la libertad. De hecho, los primeros que liberaron eran quienes tuvieron mejor nota". Pero cualquier error, hasta el más nimio, era castigado a golpes. En las plantas de los pies, desnudos, con un cable eléctrico.

Tras su liberación reciente Mistefa y su amigo Hemed, ambos de 15 años, cuentan a EL MUNDO el proyecto de lavado de cerebro al que el IS los sometió. Los yihadistas los capturaron, junto a docenas de jóvenes kurdos, el 29 de mayo pasado. Volvían a Kobane (Siria) después tomar sus exámenes de 9º grado en Alepo. Soltaron a las chicas y encerraron a los 153 chicos en una escuela de Manbij, a 30 Km de la frontera turca.

El plan para convertirlos en extremistas empezó desde el primer día de cautiverio. "A las cuatro de la madrugada nos despertaron y llevaron a una mezquita", relata Hemed que, todavía aturdido, recita monosílabos. "Yo no sabía ni rezar. Pero nos enseñaron". A renglón seguido cayeron las clases y los reglazos por no saberse la nueva y monotemática lección. "De rezo, de trato con 'infieles', de credo...", desmenuza Mistefa.

De acuerdo con los entrevistados, entre los 'profesores' del Estado Islámico había tunecinos -la mayoría- egipcios y saudíes. Pero también más 'exóticos' como chinos, alemanes y estadounidenses. Una de las técnicas de propaganda empleadas era obligarlos a ver, en una gran pantalla, vídeos de decapitaciones del IS. "Nos decían que, cuando tomasen Kobane, viviríamos bien todos con nuestras familias en el califato", dice Hemed.

Mientras tanto, en Kobane, las familias encajaban con amargura la noticia del secuestro. Pero Amine y Faime, madre y abuela de Hemed, no se resignaron. "Fuimos a Manbij a por él. Encontramos la escuela y vimos a uno de los niños, el cual pidió permiso al emir - responsable - para ver a Hemed. Nos dejó hablar con él sólo cinco minutos y en árabe. No quiso soltarlo alegando los kurdos también tenían rehenes suyos", explica Faime.

Fueron a por Hemed dos veces más. En la segunda los emires las ahuyentaron entre amenazas de golpear a todos los chavales de volverlas a ver por ahí. Desesperada, Amine se coló una tercera vez, en secreto, dentro del colegio. Con sigilo y pegada a los muros, para que los del IS no la vieran por la ventana, consiguió tres minutos cerca de su hijo que le supieron a cielo, pero no logró llevárselo.

Mistefa también quiso probar la libertad a cinco días del fin del ayuno del Ramadán. "Un amigo me dijo que había decidido escaparse. Yo me sumé. Al final fuimos trece". A las siete de la mañana, corrieron en tromba hacia el muro, lo saltaron y se dispersaron en la huida. Algunos se escondieron en casas de conocidos, otros llegaron a Alepo. Todos acabaron en Kobane. Menos Mistefa y dos colegas, que tomaron la peor decisión.

"Caminamos hasta Jarabulus -junto a la frontera con Turquía- muchos kilómetros. En la ciudad, mientras buscábamos un teléfono para llamar a Kobane, el emir de la escuela llegó por un chivatazo. No pudimos escapar de tan exhaustos que estábamos. Nos cogió". Mistefa sufrió palizas ininterrumpidas durante seis horas. "Pasamos cinco días encerrados en un cuarto oscuro insoportable".

En aquella misma habitación Hemed también estuvo recluido por pelearse con otro compañero durante un partido de fútbol. "El hedor era insoportable. Hacía tanto calor que tuve que quitarme la ropa", musita avergonzado. "Me ahogaba. A las cinco horas pedí ayuda a gritos a mis amigos. Uno de ellos me escuchó y fue a pedir que me abriesen la puerta. Al poco volvió. Dijo que el emir había ordenado que 'siga allí hasta que muera'".

El Estado Islámico probó toda suerte de estratagemas para ganarse a los chicos. Desde asegurarles que el exjugador del Real Madrid Lass Diarra se había unido a ellos -rumor que atajó en abril pasado el propio jugador- hasta prometerles puestos de poder cuando, en el futuro, conquistaran Kobane. "Nos recomendaban dejarnos la barba", asegura Hemed, al que ni siquiera desborda la pelusilla por la comisura de los labios.

"Yo paso de lo que me contaron", insiste Mistefa. "Yo llegué a creerme lo bueno que me contaban", confiesa Hemed, que dice haber comprobado a posteriori que muchos de los 'hadices' -enseñanzas religiosas atribuidas a Mahoma- que el IS les inculcó como modelos a seguir "estaban manipulados". Ambos chicos reciben atención psicológica en Turquía. Ahora son libres del IS, pero cautivos del mastodóntico y eterno drama de los refugiados sirios.

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