Los caprichosos y plácidos años veinte de Florine Stettheimer

  • La estadounidense Florine Stettheimer (1871-1944) pintó escenas de fiestas, espectáculos, soleados días de picnic, concursos de belleza, rascacielos...
  • A pesar de codearse con la intelectualidad del momento, no alcanzó la fama, principalmente por no plegarse a las exigencias comerciales.
  • Una muestra en Múnich reúne la obra de la poco conocida autora, que además de pintar y dibujar escribía poemas y realizó escenografías para teatro y ballet.
'Retrato de familia II', óleo de Florine Stettheimer incluido en la exposición
'Retrato de familia II', óleo de Florine Stettheimer incluido en la exposición
Florine Stettheimer - © 2014, The Museum of Modern Art, SCALA Florenz - © 2014 Estate of Florine Stettheimer
'Retrato de familia II', óleo de Florine Stettheimer incluido en la exposición

Concursos de belleza, rascacielos, Wall Street, la cultura de consumo... Coqueta y sofisticada, la artista estadounidense Florine Stettheimer (1871–1944) se adelantó en los años veinte al arte pop con escenas protagonizadas por personajes elegantes y alargados disfrutando en escenarios plácidos, en fiestas, espectáculos o soleados días de picnic.

Nacida en Rochester (Nueva York) y de familia de origen judío alemán, pasó su juventud en Europa y cuando en 1914 estalló la I Guerra Mundial volvió a su país natal. Allí comenzó a desarrollar su estilo de colores luminosos, riqueza de detalles y poder narrativo. Su lenguaje artístico de despreocupada belleza alcanzó su esplendor en los años veinte, una década dulce y próspera económicamente en los EE UU.

No disfrutó de un gran éxito en vida y cayó en el olvido no mucho después de su muerte. El artista Marcel Duchamp organizó en el MoMA de Nueva York una retrospectiva sobre ella, pero no fue hasta los años setenta cuando se la reivindicó, sin duda por influencia de Andy Warhol, que la veneraba. El museo Lenbachhaus de Múnich (Alemania) resalta que, aunque pasó buena parte de su vida en Europa, Stettheimer no es famosa en el Viejo Continente y la reivindica con la primera exposición de la autora en solitario organizada fuera de los EE UU.

Del vitalismo de los años veinte a la nostalgia de los treinta

Florine Stettheimer, en cartel en la pinacoteca alemana hasta el 4 de enero, presenta una selección de pinturas de la artista creadas después de 1915, el año en que empezó a esbozar su estilo. Las escenas representaron primero el vitalismo caprichoso de los años veinte estadounidenses, después, con el crack bursátil de 1929 y la posterior Gran Depresión que asoló los EE UU, introdujo en sus obras elementos de una irónica nostalgia.

Aunque conocida como pintora e ilustradora, también escribió poemas (en pequeños trozos de papel que enviaba a amigos y no pretendía publicar) y se dedicó a la escenografía: la muestra aporta ejemplos de la relación de Stettheimer con el teatro con dibujos, maquetas y figuras para un espectáculo de ballet y para la ópera Four Saints in Three Acts (Cuatro santos en tres actos), creada entre 1927 y 1928 por el compositor Virgil Thomson y con libreto de Gertrude Stein.

"Rococó subversivo"

Amiga de la intelectualidad de la época, junto a su madre y sus dos hermanas, organizó en la vivienda familiar, en Manhattan, reuniones a las que acudían figuras del modernismo estadounidense como la pintora Georgia O'Keeffe o el pintor y escritor Marsden Hartley. Diseñaba sus propios muebles y embellecía su estudio con papel de celofán y lazos, transformaba aquel salón en un escenario semejante a los que representaba en sus pinturas y abría sus puertas a quien tuviera un talento heterodoxo.

Las buenas conexiones no la ayudaron nunca sin embargo a ser demasiado famosa. El mundo del arte la marginó en buena parte por no plegarse a exigencias comerciales y siempre fue una artista de artistas a la que el público masivo pasaba por alto. Los organizadores de la exposición en Múnich señalan que la autora ha sido y es una fuente de inspiración para ilustradores y diseñadores y animan al espectador a descubrir la androginia, el humor y la sensualidad del estilo de Stettheimer, que la historiadora de arte Linda Nochlin describió con acierto como "rococó subversivo".

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