bañera

¿Hay que tener costumbres extrañas para ser un genio? Los rituales de trabajo de los escritores son de lo más variopintos. Hay quienes necesitan escribir de noche, quienes lo hacen en cama o quienes  lo hacen de pie. También hay escritores con extrañas rutinas de trabajo, como Friedrich Schiller y su obsesión con las manzanas podridas (necesitaba una caja para que el mal olor le inspirase), y quienes beben tanto café que baten records. Escribir es un trabajo complicado y la inspiración se busca de las formas más extrañas. A todos ellos pueden sumarse estos 9 escritores con hábito de trabajo sorprendentes.

John Steinbeck era fiel al lápiz

El escritor estadounidense solo escribía usando un lápiz. Para acabar el manuscrito de Las uvas de la ira se dejó 500.

Victor Hugo escribía desnudo

El escritor francés escribió desnudo dos de sus obras más conocidas (Los Miserables y El jorobado de Notre Dame) para así no sentir la tentación de salir de casa. Como estaba sin vestirse, casi mejor quedarse escribiendo. Su ayuda de cámara tenía que esconder su ropa para que no pudiese encontrarla y caer en la tentación.

Edgar Allan Poe tenía muchas cosas

La lista de cosas raras que Poe hacía para poder escribir es bastante larga. Escribía en trozos de papel que iba pegando entre ellos para que fuesen un papel casi infinito (inventó el scroll que nunca se acaba antes que Pinterest, ahí es nada). Todo esto se sumaba a su punto lúgrebe y al hecho de que su gata, Catterina, se sentaba en sus hombros mientras él trabajaba (sí, un loro habría sido más práctico).

Agatha Christie escribía en la bañera

Christie no contaba con una zona exacta para trabajar porque decía que no era necesaria. De hecho solía trabajar en la cocina de su casa, porque lo único que necesitaba era una superficie sobre la que poner su máquina de escribir. Pero no era el único lugar en el que trabajaba. A veces también lo hacía mientras se bañaba y comía manzanas.

Stephen King se prohibe los adverbios

Si sois de los que estáis hartos de que todo acabe en mente posiblemente tendréis en King a vuestro ídolo: el escritor trabaja todos los días, produce muchas páginas y se ha prohibido usar adverbios.

Charles Dickens se peinaba

El escritor tenía siempre un peine cerca para poder peinarse y repeinarse y tener siempre un aspecto impoluto. Podía hacerlo cientos de veces al día (si tenemos en cuenta que uno de los trucos de belleza de las damas victorianas era cepillarse cien veces antes de ir a dormir, quizás tenía un muy buen pelo), ya que no soportaba el desorden. Además caminaba largas distancias (unas 20 millas) para aclararse la mente y despejarse.

James Joyce se vestía de blanco

En este caso este hábito tenía una explicación. El escritor se fue quedando progresivamente ciego, por lo que se vestía en blanco para que la luz se reflejase en su ropa y le costase menos ver lo que escribía. Además usaba tintas de colores porque eran más fáciles de distinguir.

William Wordsworth confiaba en su perro

¿No es el perro el mejor amigo del hombre? Para William Wordsworth era además el mejor crítico. El poeta le recitaba su obra a su perro mientras paseaban. Si ladraba es que algo había hecho mal.

Alexandre Dumas y sus reglas del color

Dumas era un autor muy prolífico y quizás por ello aplicaba esta sorprendente norma. Cada tipo de producción literaria se escribía en un tipo de papel diferente. La poesía se escribía sobre papel amarillo, los artículos en papel rosa y las novelas en papel azul.

Fuentes: 1, 2, 3, 4

 Foto David DeHetre