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La arquitectura llega a los cementerios
Ábaton

Lo de visitar cementerios como atracciones turísticas no es algo nuevo: ahí está el Père Lachaise, el cementerio más famoso de París, que no solo recibe visitantes foráneos sino que son los propios parisinos los que pasean sus hileras de tumbas, y no solo porque allí estén enterrados muchos famosos como Edith Piaf o Jim Morrison. Simplemente, porque es una belleza.

También son famosos el cementerio judío de Praga, o los de Old Calton y Greyfriars, en Edimburgo, de hecho existe una ruta de cementerios europeos, auspiciada por el Consejo de Europa en la que se incluyen otros como el de San Nicolás y Santa María, de Berlín o, ya en España, el de Montjuic en Barcelona.

En Madrid tenemos el cementerio más grande de Europa occidental, La Almudena, en su día conocido como Necrópolis del Este, donde están enterrados, entre otros, Lola Flores, Tierno Galván, Enrique Urquijo (de Los Secretos), Fernando Martín o Di Stefano. El camposanto ocupa 120 hectáreas de terreno y, aunque en España no tenemos tanta tradición de pasear por estos lugares, sí se nota cada vez un mayor interés por hacerlo, como si de cualquier otro enclave se tratase, con las consabidas diferencias, evidentemente.

La belleza de estos lugares puede venir de su emplazamiento pero también, de cómo están diseñados y por supuesto, de las tumbas y los panteones. Porque aunque en vida, al hombre le puede interesar el diseño de su vivienda, con la muerte también hay quien desea dejar un recuerdo físico, una especie de homenaje, de lo que fue su historia.

Y eso es lo que ha hecho el estudio de arquitectura Ábaton con el diseño de un panteón en un cementerio del norte de Madrid: se trata de su primer proyecto de carácter espiritual concebido como “un lugar para recordar momentos de felicidad y mitigar el dolor de una perdida, donde poder encontrarse con el paso del tiempo, de una manera tranquila y serena”, dice el estudio, que también ha sido el responsable de levantar el edificio de viviendas de madera más alto de la capital. 

“Entendemos que la arquitectura siempre debe narrar una historia, mantener un significado y destilar coherencia. En un proyecto como éste, este aspecto conceptual cobra más protagonismo. Centrado en el significado y el sentido último, es un proyecto muy diferente. A diferencia de espacios donde ser, estar y desarrollarse como son las viviendas. En todos los casos se parte de un análisis y la búsqueda de un sentido”.

Para respetar esta idea, el estudio ha elegido materiales naturales que embellecen con el paso del tiempo, como la madera de castaño, el hormigón y el granito. “En el diseño hemos huido de artificios y tendemos a líneas puras. Existe un banco frente al columbario, que invita al recogimiento del visitante en un espacio abierto, que conecta con la naturaleza y su simbolismo: un olivo, árbol de larguísima vida y bello envejecimiento, asociado a la paz y un ciprés, plantado en la parte posterior coincidiendo con la cruz troquelada en el hormigón”.

Al panteón, con un diseño muy armónico y que está diseñado para nichos y féretros, se accede por una pieza exenta de granito. ¿Por qué una obra de este tipo? “Por lo interesante de un trabajo que se relaciona con la trascendencia y lo eterno y porque teníamos una relación afectiva con el cliente, con el que ya habíamos trabajado con anterioridad”, comentan en el estudio.

Es algo novedoso en España no así en otros países: los arquitectos suecos Erik Gunnar y Sigurd Lewerentz diseñaron en su día “un cementerio en el que hay panteones y capillas realmente increíbles”. Ábaton ya cuenta con más de 250 viviendas y más de 200 reformas en su haber.

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