Venezuela Retrógrada
Luisana Solano Oct 10, 2014 | Actualizado hace 10 años
Venezuela Retrógrada

Bandera-de-Venezuela

 

Los venezolanos recibieron esta semana otra noticia convulsionante. A la lista de estudiantes del exterior se les notificó que estaban revocadas todas las solicitudes para obtener nuevas divisas al favorable cambio SICAD I, y que a partir de ahora comenzaban a depender del “flujo de caja del BCV”. Una muestra más de que el control de cambios no puede funcionar si el presupuesto de operación es el subsidio a la irrealidad. Un aviso de que este socialismo esta fracturado y que no hay forma de remendarlo. Y que sin importar cuánto se invierta en demagogia, no hay chequera petrolera que resista.

Mantener un esquema de control cambiario que ofrece todo y no da nada es una muestra de la patética realidad de este socialismo que quiere aferrarse a ser su propia propaganda. El populismo que no toma en cuenta costos y precios termina en estos desengaños. La verdad es que el país, embaucado en las premisas del Plan de la Patria, no puede ofrecer dólares por debajo de los cincuenta bolívares, so pena de desbancar las reservas mediante la práctica perversa de “hacer buenos negocios” manoseando los tipos de cambio. Lo sorprendente es que el equipo económico insista aun sabiendo que están provocando esta sismicidad que hace temblar los bolsillos vacíos de los venezolanos.

Esta misma semana el régimen ha producido dos leyes. La primera de ellas es la del “primer empleo” y la otra que crea la Universidad de la salud. Ambas son una muestra palmaria de la disonancia cognoscitiva en la que viven los que dirigen el régimen. A cualquiera se le puede ocurrir que es muy difícil generar empleos si las empresas están cerrando porque no sienten que están dadas las mínimas condiciones para seguir operando. Y por más que el gobierno se afane de decretar, amenazar, e incluso ofrecer, lo cierto es que lo que hacen con las manos lo destrozan con los pies. No hay ni habrá empleo sin empresas productivas, y ellos han hecho todo lo posible para que el sector privado desaparezca y surja en su sustitución esas entelequias fraudulentas de “empresas de capital social”, “empresas comunales” o simplemente “empresas del estado”. Cambian pepitas de oro por baratijas. Truecan realidades por verborragia. Pero empleo productivo, ni uno más. Las estadísticas oficiales muestran un estancamiento feroz en la creación de nuevos empleos, y una indigestión de empleos públicos que tarde o temprano presionaran la emisión inorgánica de dinero, para pagar nóminas y otros beneficios.

La Universidad de la Salud es un delirio que sin embargo no esconde la grave crisis financiera en la que se encuentran las universidades autónomas. Y lo que es peor, la inmensa estafa que han  significado las universidades bolivarianas. Aquí también se nota la insuficiencia de los decretos-ley para transformar la realidad. Ellos pretenden sustituir conocimiento técnico por ideología. Intentan que el fervor socialista sustituya el aprendizaje de anatomía, neuroquímica, fisiología, histología, psiquiatría y medicina tropical. Y el resultado está a la vista en la calidad y confiabilidad de los médicos comunitarios. Tampoco en este ámbito funciona la demagogia, que tarde o temprano pasa factura. Aquí también insisten en preferir lo malo en desmedro de lo bueno. Buenos médicos, globalmente competitivos, sustituidos por esa mezcla inconexa de bajas competencias y pocas aptitudes.

Pero esta decisión encubre un error aun más garrafal. Y es que el esfuerzo debe hacerse en la base de la pirámide educativa y no en el tope. En Venezuela el 62,5% de los niños entre los 0 y 6 años no tienen acceso a ningún programa educativo. Las escuelas públicas tienen una infraestructura arruinada. Necesitamos construir al menos cinco mil nuevos liceos. En el 40% de los casos los niños no reciben clases de física, matemáticas, biología, química e inglés. Se mantiene una deserción escolar de unos 600 mil niños cuando rondan los trece años, y como corolario de todo esto, el promedio de escolaridad nacional en el mejor de los casos llega a ocho años promedio: La mayoría no supera el noveno grado, y por eso mismo estamos condenados a la ignorancia y a la entrega de nuestras libertades a cuanto caudillo con buena labia nos pase por delante.

Recientemente estuve paseándome por la programación de la televisión oficialista. En una de ellas, que ocupa el espacio de la expoliada RCTV, en horario matutino estaba una señora leyendo las cartas del tarot. Esa es la calidad de una señal que prometió ser “de servicio público”. Nada más distante de la realidad. Rápidamente se han convertido en instrumentos para la propaganda, la ideología y el insulto sin derecho a réplica. Todas ellas funcionan como una eficiente maquinaria para presentar la versión del gobierno y demoler la reputación de los adversarios del régimen. Y en momentos de receso, entre una embestida y otra, se dedican a la magia y la astrología. Que lo hagan los canales privados no es la escusa. Ellos prometieron ser la alternativa.

Y como si fuera poco, también esta semana hemos visto como son los resultados de esa mezcla entre el partido de gobierno, sus bases sociales y las instituciones gubernamentales. Colectivos que confiesan controlar territorios para poner orden donde no llega la autoridad, y cuerpos policiales que persiguen a esos colectivos por sus actividades criminales. Y en el medio, el alto gobierno, ambiguo, indeciso, incapaz de tomar partido por el derecho, la justicia y la institucionalidad republicana, administrando precariamente las múltiples facetas de esta revolución, pagando favores aquí y allá, y demostrando que han permitido casi cualquier cosa para resguardar el proceso de cualquier peligro democrático. Venimos de la república hacia las tribus, seguimos en retroceso, vamos hacia la involución, gracias a ese estilacho con el que dirigen el país y administran la renta pública.

Venezuela está retrógrada no solamente porque ha sido confiscada por una ideología vieja y sin sentido. También porque esa ideología es el punto de partida para el retroceso que estamos experimentando. Vamos en sentido contrario a la felicidad, la prosperidad y el desarrollo. Ahora tenemos una política empeñada en la desunión y el desconcierto. Una economía concentrada en la destrucción de la productividad. Un sistema educativo arruinado y descalificado que produce ficciones y no oportunidades de movilidad social, desarrollo tecnológico y resolución de problemas. Un sistema de medios públicos que envilece a su audiencia, miente con descaro y viola cualquier concepción del derecho a la libertad. Un plan de seguridad que nos tiene entre los países más peligrosos del mundo. Y en general una forma de gobernar que nos ha empeorado en todos los órdenes de la vida social. Pero por lo menos deberíamos saber las causas. No es el imperio. No hay una confabulación de “la derecha”. La explicación es más sencilla. Esto es el socialismo del siglo XXI y sus únicos resultados posibles. Este es el “invalorable” legado del galáctico.

Víctor Maldonado C

@vjmc

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