Leo: “Llevamos reportando desde 1998 los incendios en el país. Ni la NASA tiene nuestra tecnología para enviar imágenes, pero hace un mes nos cortaron el internet de alta velocidad”. Palabras del Dr. José Sarukhán coordinador de Conabio, en una entrevista para Enfoque Noticias. ¿Qué sucedió? Que el recorte presupuestal afectó las labores de una institución fundamental para el conocimiento, preservación y uso sustentable de la biodiversidad en el país.

El problema, sin embargo, es mayor y quizá no lo hemos dimensionado como es debido. Son centenas, quizá miles las dependencias estatales que han resentido en mayor o menor medida la disminución de sus presupuestos y las derivaciones de ello difícilmente las podemos evaluar hoy con claridad.

¿Alguien lleva la cuenta? ¿El propio gobierno tiene una idea de las afectaciones que está desencadenando? Solo dos botones de muestra: cierre de estancias infantiles y cese del financiamiento público a organizaciones civiles (salvo algunas directamente ligadas a la presente administración como los Cendis del PT).

Todo ello se ha presentado bajo el amparo de una aspiración incontestable: austeridad. La palabra tiene connotaciones positivas cuando alude al cese de gastos suntuarios, a la racionalización de los recursos o a la interrupción del despilfarro. Pero estamos aprendiendo que la noble austeridad también quiere decir despidos súbitos, reducciones de salarios arbitrarias, cancelación de programas importantes, rebajas severas que impiden a las instituciones cumplir con sus encomiendas.

Las instituciones y programas tienen una historia. Desde su gestación hasta el presente han pasado por distintas etapas, reclutado personal especializado, acumulado conocimiento y destrezas profesionales, afinando rutinas y por supuesto también cargan con taras e ineficiencias. Pero si los recortes se realizan sin diagnósticos previos, sin la necesaria exactitud en el análisis de aquello que funciona y aquello que no, sin priorizar ni jerarquizar, sin apreciar lo que significa el funcionariado que todos los días hace posible que se cumplan los encargos, sin reparar en la especificidad de cada dependencia, entonces las derivaciones pueden resultar perversas, porque lo que se deteriore o destruya no se podrá reconstruir de la noche a la mañana.

Desde el presupuesto se puede fortalecer, acotar, redimensionar e incluso clausurar programas y dependencias. Son muchas las necesidades y los recursos limitados. De tal suerte que reasignar en principio es una tarea necesaria y compleja. Pero castigar a rajatabla y sin previsiones mayores puede configurar situaciones irreversibles. Se pueden y se están erosionando capacidades institucionales que se construyeron a lo largo del tiempo y que no será sencillo recuperar. Lo que se está dejando de hacer, de atender y de prever puede dejar una estela de destrucción mayúscula.

¿La reducción del presupuesto a la Comisión Nacional Forestal tiene una correlación directa con la mayor incapacidad para atender los incendios? Hay quien afirma que no todos los libros de texto gratuito lograrán estar a tiempo, ¿es verdad y tiene ello que ver con los recortes presupuestales? 27 Centros Públicos de Investigación del Conacyt dieron a conocer una carta dirigida al Presidente, en la que señalan que los “recortes implicarían la suspensión e incluso cancelación de actividades sustantivas de investigación, desarrollo tecnológico, formación de recursos humanos, difusión y divulgación de la ciencia, lo que mermaría el potencial para coadyuvar a la transformación que tanto urge a México”.

El gobierno está empeñado en sacar adelante por lo menos tres grandes obras de infraestructura: el aeropuerto de Santa Lucía, el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas; además ha subrayado la centralidad que en su esquema tienen las transferencias económicas a los adultos mayores, jóvenes y estudiantes. Más allá de lo controvertible de cada proyecto, no sería bueno preguntarnos ¿a costa de qué y de quiénes?

Profesor de la UNAM

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