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La historia de ficción se hizo acompañando a los actores en su crecimiento real de vida: los niños crecen y los padres envejecen.

Este es el título de una película muy particular, y no precisamente porque haya tardado doce años en hacerse, que ya sería un rasgo significativo para diferenciarla de cualquier otra película, que por lo regular se hacen en uno, dos o hasta tres años.

Boyhood tampoco es una película documental de esas que se hacen siguiendo un sujeto o tema durante años, y que terminan siendo un registro fidedigno de una realidad social, cultural o ambiental.

Hablamos de una película argumental, con un guión, actores, locaciones, que narra con humor e inteligencia la vida de un una familia americana, en Houston y sus alrededores y, particularmente, la vida del joven protagonista desde que tiene seis años hasta los 18, cuando ingresa a la universidad.

El detalle diferenciador de Boyhood es que la película se fue haciendo progresivamente en el tiempo, cada año se filmaban algunas escenas, luego se detenía el rodaje para continuar al año siguiente y así se fue construyendo el film durante doce años.

Por lo tanto al final tenemos que la historia de ficción que se narra se hizo acompañando a los actores en su crecimiento real de vida: los niños crecen, los padres envejecen de verdad, etcétera.

Es una sensación muy particular la que se siente viendo este film que, como hemos dicho al inicio, no es un documental experimental. No, aquí hay una historia con diálogos y líneas dramáticas. Ficción y realidad se cruzan de una manera que nunca antes se había visto en el cine. Y esto no parece ser un detalle menor, por el contrario, luego de más de cien años de historia cinematográfica es muy difícil hoy día innovar, más allá de lo que permite el mundo de la tecnología, pantallas 3D, asientos movibles, etcétera. Por lo que no queda duda de que el norteamericano Richard Linklater, director y guionista, es un innovador.

Imaginó un proyecto para filmarlo durante doce años. Entendemos que se la jugó al tomar su elenco y decirle «bueno, vamos a repartir los 40 días de filmación en los que se rueda una película normalmente, durante los doce años que nos va a llevar hacer ésta». Desde cualquier punto de vista de producción es una jugada riesgosa, contar con todos los actores que componen la familia por tanto tiempo es ya un handicap enorme para lograrla. Y lo hace. No es su primera experiencia en desarrollar historias en el tiempo —recordemos la trilogía Antes del amanecer, Antes del atardecer, Antes de medianoche— pero nunca como ésta. Dejando a un lado la proeza de producción que implica, Boyhood también es una historia conmovedora que se adentra en las relaciones de familia con crudeza y sobre todo con comprensión de esa épica individual y universal que es crecer y hacerse hombre. El Festival de Berlín de este año le otorgó el premio a la mejor dirección. Tuvimos la suerte de verla recientemente y esperamos que muy pronto llegue a nuestras pantallas.

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