Cada día los trabajadores del Servicio Provincial de Neurocirugía del Hospital General Docente Roberto Rodríguez, de Morón, combaten tres de las primeras causas de muerte más comunes en el país.
Mientras un trabajador común planea levantar una pared, escribir informes, despachar productos o reparar equipos, ellos alistan los escalpelos nada más y nada menos que para introducirse en el cerebro de personas que quizás sean albañiles, economistas, dependientes o ingenieras. No se juegan solo la supervivencia del paciente, sino su habilidad para poner bloques, hacer cálculos, redactar, entender mecanismos electrónicos, conocer a sus hijos, caminar, bailar, pensar y sentir.
Y cuentan todo eso con una tranquilidad sorprendente, en lo que la reportera hiperventila con el susto de quien es mejor contando historias de neurocirujanos exitosos que reparando pensamientos.
Pero la ecuanimidad les abandona cuando hablan de algo que para ellos es más difícil que una cirugía estereotáctica: encontrarse muchas veces entre las más arraigadas esperanzas de una persona.
Esa humana percepción del riesgo compromete al personal de la Sala de Neurocirugía (más de 15, si se cuentan especialistas, enfermeros, residentes y auxiliares de la limpieza) a hacer con sus manos el mayor esfuerzo para los más de 60 avileños que atienden por semana.
A un ritmo acelerado se vive cada día detrás de las puertas de esa sala, a pesar de lo cual la lista de pendientes se engrosa y el trabajo no cesa, algo lógico si se tiene en cuenta que las enfermedades cerebrovasculares, los tumores malignos y los accidentes están entre las cinco primeras causas de muerte en el país y la provincia.
Números contra números
Para combatir estadísticas espeluznantes se alza en el segundo piso del Hospital General Docente Roberto Rodríguez, de Morón, el Servicio Provincial de Neurocirugía, donde desde hace más de dos décadas se atiende a personas de todo Ciego de Ávila con patologías neurológicas y traumas craneales o espinales. De buena tinta llega cuando lo dice Ángel Lacerda Gallardo, que se distingue por la experiencia de quienes ya llevan “unos añitos” dedicándose a esa especialidad.
Así lo respaldan los resultados que ilustra Sandro Pérez Leal, especialista de la sala que apoya el trabajo del Jefe de servicios. Con una disponibilidad de 18 camas, se programan cirugías dos veces por semana, y se atiende en consulta a 12 pacientes por día. El 40 por ciento de las enfermedades que tratan constituyen casos de tumores malignos, mientras que el resto lo componen principalmente las enfermedades cerebrovasculares y las cirugías espinales, dedicadas a las afecciones en la columna vertebral.
Respecto al traumatismo craneoencefálico, exhiben resultados alentadores, pues su tasa de mortalidad del 36 por ciento se ubica entre las más bajas de país. El crecimiento del índice respecto a años anteriores se debe a la gravedad y frecuencia de los accidentes automovilísticos y a la falta de disponibilidad de camas en servicios de cuidados intensivos por la incidencia de epidemias; factores que hacen lidiar a la Sala de Neurocirugía con pacientes en estado crítico, y que cita el Doctor en Ciencias Ángel Lacerda, también presidente de la sección de traumatismo craneoencefálico de la Sociedad Cubana de Neurología y Neurocirugía.
Los seis especialistas, que trabajan actualmente junto a dos estudiantes, dos residentes y cinco enfermeros, cuentan entre sus destrezas la realización de procedimientos como las craneotomías, para acceder a tumores cerebrales y malformaciones vasculares; las cirugías espinales, para combatir tumores medulares y enfermedades degenerativas; y otras técnicas microquirúrgicas que contribuyen al tratamiento de aneurismas intracraneales.
Sobre estas últimas, un estudio de la autoría de Lacerda monitoreó por un período de 20 años el comportamiento de 170 casos de aneurismas pequeños, medianos, grandes y gigantes. Para prevenir la muerte por causa de aneurismas, se emplean dos métodos fundamentales: la microcirugía, donde se interviene al paciente y con ayuda de un microscopio se aísla el aneurisma de la circulación intracraneal; y la obliteración endovascular, procedimiento por mínimo acceso que alcanza iguales resultados a través de un catéter.
En Morón se atiende a través del primer tratamiento a los pacientes que no pueden ser remitidos a La Habana para recibir la obliteración endovascular. A pesar de ser menos avanzada, la microcirugía ha probado ser exitosa en la provincia, pues el estudio revela una tasa de mortalidad de menos del dos por ciento. El diagnóstico se realiza en estos casos a través de angiografías, resonancias magnéticas y tomografías axiales computarizadas.
En capital humano son privilegiados, porque el servicio cuenta con más de un especialista de segundo grado, doctores de más de 10 años de experiencia, profesores titulares, auxiliares y asistentes, que corroboran que dos de los pilares de su trabajo son la docencia y la investigación.
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Además de hacer a Ciego de Ávila la quinta provincia en implementar la neuroendoscopía en el país, el colectivo de neurocirujanos avileños colabora con la Sociedad Mundial de Cuidados Intensivos a Pacientes Neurocríticos, imparte talleres en eventos nacionales como NeuroTrauma, y ha divulgado sus resultados en más de 100 publicaciones científicas, de carácter nacional e internacional.
Sueños y vigilias
No es una sorpresa que con los indicadores que les prestigian, los especialistas pretendan avanzar siempre hacia el perfeccionamiento de sus servicios. Como ejemplo de los buenos frutos de ese empeño se encuentra la reciente reparación de la sala, que le sumó un pequeño pantry para aliviar el agotamiento de las guardias y el equipamiento del aula, que ya funciona, a pesar de que espera aún la climatización.
En los planes futuros se dibuja la apertura de dos cubículos, casi terminados, para los cuidados especiales requeridos por los pacientes con afecciones espinales. Sueñan también con la instalación de un laboratorio propicio para optimizar la eficiencia de las técnicas quirúrgicas.
Todo eso en medio de una situación económica en el país que agudiza las carencias para una especialidad muy cara de equipar.
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Por eso a quien entienda del tema le sorprenderá saber que estos médicos se sobreponen a la ausencia de insumos, como sustancias que permiten la coagulación, láminas y tornillos para cirugías de columna, además de exámenes necesarios para el diagnóstico, como la resonancia magnética.
Sandro Pérez agrega que les queda pendiente la instalación de un equipo para la cirugía estereotáctica, que haría posible el tratamiento de enfermedades como el Parkinson. La causa de la espera es el entrenamiento del personal.
Por otro lado, el complemento imprescindible del trabajo de los cirujanos lo hacen los cinco licenciados en enfermería que dirige Santiago Santos Hernández, con 27 años de experiencia en la sala.
El éxodo de enfermeros que enuncia Santiago provoca que la sala trabaje a media plantilla, y dificulta un trabajo, de por sí, exigente.
El cuidado de los casi 20 pacientes involucra actualizar las historias clínicas tres veces por día, estar pendientes de respuestas nerviosas y no solo de signos vitales, y atender casos necesitados de cuidados intensivos para los que no hay vacantes en la sala correspondiente.
Impulso vital
El día augura poco reposo para los zapatos de un neurocirujano. En el aula planean el trabajo, a las nueve ya están de visita en la Unidad de cuidados intensivos, de regreso a la sala chequean a sus pacientes, en el salón pasan más de cuatro horas, al final del turno caminan hacia la parada o la bicicleta, y en casa reparten sus horas entre los trajines diarios, estudiar y dormir.
Fabienne Mederos Víctores, especialista de dos años de graduada, comenta la relación entre su trabajo y su vida personal en términos que permiten imaginársela así. Resalta que el mayor esfuerzo es el psicológico, dedicado a responder con la empatía al desánimo o la desesperanza que traen los peores pronósticos.
Si no fuera así, si no supieran sacar fuerzas para investigar la craniectomía descompresiva, para enseñar a los residentes, y para celebrar un evento científico después de una noche de guardia, no se mantuviera la neurocirugía avileña a la vanguardia del país, y la confianza no fuera el pilar que sostiene su valor.
Así, luchando contra todo pronóstico, Fabienne logró salvar la vida de Cristian, quien a los dos años superó un trauma craneal por accidente. Y así el Servicio de Neurocirugía prospera y sus compañeros se ubican en los titulares de medios nacionales y revistas científicas, gracias al temple de quienes saben que con el bisturí en mano, no se juega.