Cómo ayudar a que los niños sean mentalmente fuertes

Un niño mentalmente fuerte será capaz de abordar dificultades, aprender de sus errores y enfrentarse a la vida de una forma más creativa y constructiva.

Una mente fuerte nos ayuda a lograr nuestros retos a afrontar de manera más productiva los desafíos que nos vamos encontrando a lo largo de nuestra vida. Pero, ¿cómo aprende el cerebro de un niño? Existen diversos factores que hacen que sea un auténtico rompecabezas saber cómo acertar a la hora de educar a un niño, y es que,  el cambio en nuestra forma de vida, la cantidad de tiempo que los progenitores pasan fuera de casa, la influencia de los medios de comunicación y la mayor precocidad con la que los niños aprenden todo pueden hacer que nos sea difícil dar en la diana en cuanto a la educación de los más pequeños.

Aquí vamos a mencionar cinco conceptos que, aunque parezcan abstractos a simple vista, nos pueden ayudar mucho a la hora de trabajar con niños: comunicación, resiliencia, autocontrol, autoestima y motivación. Todos ellos están muy entrelazados.

  • Comunicación

Algo básico, aunque no por ello menos difícil, es conseguir una buena comunicación con los niños desde que son pequeños. No se trata de hablar todo sin dejar ningún espacio de intimidad en la vida del niño, que, aunque nos pueda parecer mínimo, lo puede tener. Con el concepto de comunicación aludimos al hecho de que el niño pueda expresar sus emociones y que, con el tiempo, prefiera hacerlo, de hecho, con los padres.

Los niños son muchas veces como un libro abierto. Es bueno saber escucharles, sea lo que sea que nos quieran transmitir.

  • Resiliencia

La resiliencia es la capacidad que tenemos de afrontar situaciones difíciles –a veces límite- , y sobreponernos a ellas. Un niño que tenga resiliencia desde pequeño será capaz de superar problemas, adaptarse mejor a las situaciones y, además, aprenderá de los errores con mayor facilidad.

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En la educación de los niños, y más adelante a lo largo de toda su vida, esta capacidad será fundamental. La resiliencia desde la psicología va más allá de superar situaciones difíciles es, además, una oportunidad para que el ser humano crezca como persona y se desarrolle adecuadamente.

  • Autocontrol

Una característica que define a muchos niños durante la infancia es la impulsividad. Es característico hasta los 6 años aproximadamente. Según la teoría de Piaget, los niños a esta edad aún se rigen por un pensamiento egocéntrico, y esto supone que piensen que todas sus expectativas y todos sus deseos tienen que ser cumplidos.

Aunque ciertas conductas impulsivas son normales hasta los 6 años,  habrá que ir modificando algunas para evitar que sean adultos extremadamente impulsivos, con las consecuencias negativas  que esto supone. Para que el niño logre un autocontrol, hay diferentes estrategias que se basan en  la autonomía, confianza y paciencia. Es bueno que los padres den instrucciones claras  a sus hijos que les puedan servir como una guía, hasta que poco a poco puedan hacerlo por sí mismos.

  • Autoestima

Un niño con una buena autoestima será capaz de hacer muchas cosas que se proponga a lo largo de su vida. En primer lugar, será esencial que los padres confíen en las capacidades de sus hijos y le ayuden a tener una visión positiva de sí mismos y del mundo.

Siempre debemos intentar ayudarles a que saquen lo mejor de sí mismos. Aunque puedan cometer errores (con resiliencia podrán afrontar mejor la frustración)  debemos insistir en que profundicen en sus habilidades y sean capaces de comerse el mundo si se lo proponen. Juega un papel importante tanto la autonomía que les demos para que se sientan reconfortados al hacer las cosas por sí mismos, como el cariño y apoyo que les otorguemos siempre que lo necesiten. Cuanto más equilibrada esté la balanza, mejor.

  • Motivación

Este concepto tiene mucha relación con el aprendizaje y la enseñanza que le queramos dar a un niño. Obviamente hay tareas que despertarán el interés de los hijos, y otras no lo harán nada en absoluto.

Sin embargo, tendrán que aprender que, aunque algunas cosas no les llamen la atención, o les supongan un esfuerzo, tendrán que hacerlas y, que, además, pueden tener una recompensa, aunque esta no tenga por qué ser inmediata.

Asociar tareas que requieran un aprendizaje con una buena motivación, muchas veces puede resultarnos muy útil con los niños.

Los padres pueden motivar a su hijo tanto con halagos cuando hace algo bien (ayudando también a mejorar su autoestima), como con otro tipo de recompensas gratificantes para los niños cuando han hecho un esfuerzo. Se trata de reforzar las conductas deseadas aumentando la motivación de los pequeños.

En la infancia de los niños jugamos un papel fundamental los adultos. La ayuda que puedan tener de sus padres desde pequeños podrá ser decisiva a lo largo de su adolescencia y durante toda su vida. Los hijos que encuentran en los padres un modelo a seguir desde pequeños tendrán mucho terreno ganado en cuanto a su desarrollo personal.

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Savka Pollak
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