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El plan de 100 millones de dólares para conectar el cerebro con los ordenadores

Bryan Johnson ya es enormemente rico, pero no solo quiere dinero: quiere pasar a la historia. Este emprendedor estadounidense, que en 2017 cumple 40 años, tiene un patrimonio que ronda los 400 millones de dólares (372 millones de euros) fruto de la venta de su primera empresa, Braintree, a eBay.

Pero Johnson aspira a mucho más. Y por eso en 2014 creó un fondo de inversión llamado OS Fund que tiene como objetivo financiar estudios y tecnologías relacionados con lo que él denomina ‘ciencias emergentes’: biología sintética, nanorobótica, transporte y salud pública.

Bryan Johnson (Wikimedia Commons/HCM Media)
Bryan Johnson (Wikimedia Commons/HCM Media)

Y en apenas tres años, OS Fund parece haberse especializado en un controvertido campo: la unión entre máquinas y cerebro. A eso es lo que se dedica Kernel, una compañía que Johnson ha financiado con 100 millones de dólares (93 millones de euros) y que se dedica a crear dispositivos que mejoren las capacidades cognitivas de los seres humanos.

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Esta neurotecnología por ejemplo podría conseguir implantes que podrían ser colocados en el cerebro y hacer que nuestra memoria fuera mucho mayor. Sí, como si simplemente añadiéramos más RAM o un nuevo disco duro a nuestro ordenador, pero en nuestra cabeza.

El reto es titánico, ya que las placas llenas de transistores irritan los tejidos humanos y además no suelen funcionar durante mucho tiempo. Pero esto no desanima a Johnson que espera convertir a Kernel en la primera compañía que cree herramientas útiles e implantables.

Los investigadores de Kernel están desarrollando herramientas que sean capaces de interpretar las señales eléctricas de las neuronas y a la vez estimularlas. El objetivo final es que pacientes con Alzheimer o que sufran otras patologías neurodegenerativas suplan sus deficiencias gracias a esta tecnología. También los problemas emocionales podrían ser resueltos gracias a este sistema, según teoriza Johnson, como la depresión.

En este último trastorno, un ordenador podría identificar señales cerebrales relacionadas con la tristeza y enviar una orden de microdescarga, para intentar revertir el funcionamiento de las neuronas que estén activas a la vez que esos pensamientos melancólicos.

Representación de un implante cerebral (Kernel)
Representación de un implante cerebral (Kernel)

El emprendedor calcula que los primeros resultados del trabajo de su empresa se verán en unos 15 años. Y la suya no es la única que está investigando en este campo. Otras startups como Paradromics y Cortera están compitiendo por ver quién inventa el mejor sistema para medir la actividad cerebral e influye sobre el funcionamiento de este órgano.

Pero no todo es de color de rosa en este campo. Varios neurólogos y científicos relacionados con la biotecnología consideran que las aspiraciones de Johnson son pura ciencia ficción. Que no hay un ordenador ni un microprocesador con la capacidad de registrar de una manera tan fina la actividad cerebral. ¿Puede que los ordenadores cuánticos, mucho más potentes que los actuales, ser el empujón que necesita esta disciplina? En unos 15 años veremos si Johnson tiene razón.