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EL TEMAMACARRONES RELLENOS DE CARRILLERAS, LA RECETA DE LA XARXA, Y EL VINO FINCA GARBET DE PERELADA. POR MIQUEL SEN

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El  chic passatge de la Concepció que une el barcelonés Paseo de Gracia con la Rambla de Cataluña es uno de los escenarios donde la audaz Rosa Maria Esteva creó dos restaurantes que hace unos años cambiaron el panorama culinario catalán. Estaban frente por frente. Uno era El Japonés y el otro, ocupando toda una vivienda, El Tragaluz. Ahora, tras una reforma en profundidad, ambos establecimientos se han fusionado en uno solo.
En la planta baja, decorada con la elegante sencillez que caracteriza el grupo Tragaluz, encontramos dos ambientes perfectamente integrados pero totalmente distintos. El primero es una barra de degustación de ostras, cuya gestión corresponde a Fishhh! , un concepto desarrollado por Genaro, el gran asentador de ostras y mariscos del mercado de la Boqueria. En ella se plantea un pequeño grupo de maravillas, ostras de Galicia, las Exellence de Irlanda, las saladas y yodadas ostras de Sète, puro mediterráneo y las Fleur des Eaux de La Rochelle, estas ultimas en diferentes calibres. Una oferta de cangrejo real, salmón y atún, más el correspondiente pan de brioche y mantequilla demi- sel, hacen de este apartado un lugar concreto.

Al fondo de la barra se encuentra El Japonés, con los mismos cocineros del anterior local. Siguen trabajando a la vista los sushis y sashimis, una oferta a la que hay que añadir todo lo que se cocina en la plancha tepanyaki.

En el piso superior, a dos niveles, se ha recuperado el ambiente del Tragaluz, con sus inmensas  claraboyas. A diferencia del anterior Tragaluz, ahora se accede a las mesas cruzando las nuevas cocinas, lo que da un toque de inmediatez agradable entre el comensal y los cocineros, dirigidos por el chef Gerard Prat. La oferta responde con precisión a los conceptos culinarios de la familla Esteva, que no busca la gloria de la restauración elitista, si no un muy buen nivel en el que el cliente se encuentre a gusto, tanto desde un punto de vista palatal como económico.
En este primero contacto con el nuevo Tragaluz he comenzado en la barra de Fihhh probando ostras gallegas y de Marennes, que se venden por unidades. Una mini tapa de atún perfumado con tomate, lima y jengibre me han decidido ha hacer de esta barra un puerto de mar personal.
He continuado los aperitivos, ya en Tragaluz, con unas croquetas de jamón, bien resueltas, con bastante bechamel, que es como le gustan a la señora Esteva. El siguiente servicio, totalmente de temporada, unos guisantes, al punto, sabrosos, sin trampa y con su textura natural, estaban cocinados a la catalana pero tenían la característica butifarra negra sobre una mini tostada. Una formula que favorece los apetitos más discretos en cuanto a calorías, porque pueden prescindir de este sabroso bocado. El plato se acompaña con una crema elaborada con las vainas de los guisantes servida en un chupito. El vino que he pedido , el Auzells, de Costers del Segre, sigue pareciéndome un blanco bien resuelto. 
Unas murgulas, con unos dados de foie, son otro plato acertado, sencillo, bien hecho, quizás con un punto excesivo de sal. Sobre este tema debo reconocer que me gustan los platos salados ligeramente.
Dentro de esta confesión de sabores, las gambas ocupan una primerísima posición. Magnificas gambas las de Tragaluz, un restaurante en el que compran únicamente 1kg 500 al día, por lo tanto, cuando se acaban, se acaban. Las preparan a la parrilla, no las dejan crudas en exceso, de tal manera que las colas son gloriosas y las cabezas un receptáculo natural de sabores, superior a cualquier técnica actual de concentración del mediterráneo en versión crustáceos. El contrapunto son las sabrosas algas salicornia.
El siguiente plato marinero ha consistido en una lubina, también a la brasa, sobre un lecho de patatas y cebollas. Es una cocina rica de producto, natural, estricta, entroncada en el recetario clásico de las casas burguesas del inmediato Paseo de Gracia.
Con el vino Malleolus 2006, una botella importante, muy de mi gusto, firmada por Emilio Moro, he probado una porción de cochinillo asado a baja temperatura, correcto, con una guarnición, un chutney aromatizado al comino, rico en piña y por tanto con un agridulce matizado, que vale la pena comer hasta la última cucharada.
El postre, una torrija con helado de canela, estaba bien proporcionado de aromas, aunque la torrija resultaba un poco seca. Una vez más es mi parecer, no un dictamen.
El servicio, desde la barra, al Tragaluz es eficiente, joven y discreto. Los precios son una autentica alternativa a los restaurantes de gran lujo.

Miquel Sen    mayo 2011

Passatge Concepció 5
Tel: 93 487 06 21

Web: www.grupotragaluz.com
Menú mediodía: 30 euros con vino, agua, pan, café e IVA incluidos.
A la carta a partir de 40 euros
Abierto todos los días:13.30h a 16.00h
20.30h a 00.00h