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El acento
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Robots que muestran empatía

La inteligencia artificial avanza, pero está lejos aún está de poder reproducir la complejidad del comportamiento humano

MARCOS BALFAGÓN

Daniel Tammet explica en Nacido en un día azul cómo es la vida cuando alguien tiene grandes capacidades para las matemáticas, pero enormes dificultades para captar las emociones de los demás. Diagnosticado de autismo, el cerebro de Tammet lo procesa todo a través de los números, que percibe con formas, colores y texturas. Eso le permite combinaciones extraordinarias. Entre sus hazañas figura haber aprendido un nuevo idioma en apenas unos días o haber sido capaz de memorizar 22.500 decimales del número pi, que recitó sin errores ni titubeos en un teatro.

Muy pocos autistas tienen altas capacidades como Tammet, pero casi todos tienen grandes problemas para reconocer y procesar las emociones de los demás. Un robot humanoide ha venido ahora en su ayuda. Sus creadores lo han diseñado para que pueda reaccionar esbozando una sonrisa o poniendo cara de sorpresa. Curiosamente, la expresión robotizada no genera rechazo en los niños autistas, y eso permite utilizarlo como un instrumento terapéutico para entrenarles en el reconocimiento de las expresiones faciales.

El prototipo, creado por el Centro de Investigación Enrico Piaggo de la Universidad de Pisa, dentro del proyecto europeo EASEL de robótica humanoide, es uno de los últimos ejemplos del esfuerzo científico por dotar a los robots de algo más que un buen programa de inteligencia artificial capaz de resolver problemas mecánicos. El reto es lograr algo mucho más difícil: dotarlos de capacidad de decisión y de reacción como si fueran humanos. Es decir, que puedan reproducir, por ejemplo, comportamientos basados en la intuición o la empatía. A esta categoría pertenece el pequeño robot que se pasea por la Facultad de Matemáticas de la Complutense de Madrid.

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No se limita a sortear los obstáculos que encuentra. Eso es fácil de conseguir con sensores de proximidad y un buen sistema de cámaras. Lo difícil es que esas cámaras miren como si fueran ojos humanos y sean capaces de interpretar que el estudiante con el que tropiezan tiene una actitud amistosa porque sonríe. En ello están. Son solo dos ejemplos de lo mucho que avanza la robótica, pero también de lo lejos que aún está de poder reproducir la complejidad del comportamiento humano.

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